UN SOLO PECADO, ¡GRAN CONSECUENCIA!
Varios textos.
Predicado por primera vez por el Pbro. Diego Teh Reyes, en la cong. “Getsemaní” del Fracc. Paseos de Itzincab, Umán Yucatán; el día dom. 20 de Julio del 2014, a las 11:30 horas.
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http://www.diegoteh.com/bosquejos/audiodelossermones/140720unsolopecadogranconsecuencia.mp3INTRODUCCIÓN: La propuesta de este mensaje es muy sencilla. Es muy fácil de comprender. Se trata de una aplicación de lo mismo que le ocurriera a Adán y Eva, que por su primera desobediencia a Dios, dice la Biblia que esto afectó también a toda la raza humana. Por el primer pecado de Adán usted y yo, miles de años después, somos pecadores, y pagamos las consecuencias con la experiencia de las miserias de la vida y la muerte misma, pues “Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron” (Romanos 5:12), pues no cada quien merece sus miserias y su muerte, sino que gracias al primer pecado de Adán, todos somos merecedores de las penas presentes y eternas, pues “por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios” (Romanos 6:23).
En este mensaje lo que quiero compartirles es que un solo pecado que se comete deliberadamente, puede llegar a generar graves consecuencias dentro de la comunidad a la que pertenecemos. / ¿Qué casos tenemos en la Biblia para afirmar que un solo pecado puede llegar a generar graves consecuencias a cualquier grupo al que pertenezcamos? / En este mensaje, les compartiré algunos casos específicos de la Biblia que demuestran que un solo pecado es suficiente para generar graves consecuencias a cualquier grupo que pertenezcamos.
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El primer caso que demuestra que un solo pecado es suficiente para generar graves consecuencias a cualquier grupo que pertenezcamos, es:
I.- LA ENVIDIA DE CORÉ QUE LLEVÓ A LA MUERTE A MÁS DE QUINCE MIL PERSONAS.
La envidia es aquel sentimiento o estado mental en el cual existe dolor o desdicha por no poseer uno mismo lo que tiene el otro, sea en bienes, cualidades superiores u otra clase de cosas[1]. La RAE la ha definido como tristeza o pesar del bien ajeno, o como deseo de algo que no se posee[2].
Leamos la historia acerca de un grupo de 250 personas lideradas por cuatro hombres dolidos: Coré, Datán, Abiram, y On, quienes tuvieron envidia hacia Moisés y observemos la magnitud de las consecuencias que por ello se produjeron entre el pueblo de Israel. Será una lectura un poco extensa, pero será necesario leer una buena parte de la historia para comprender lo que pretendo exponerles en este mensaje. Leamos: “Coré hijo de Izhar, hijo de Coat, hijo de Leví, y Datán y Abiram hijos de Eliab, y On hijo de Pelet, de los hijos de Rubén, tomaron gente, / y se levantaron contra Moisés con doscientos cincuenta varones de los hijos de Israel, príncipes de la congregación, de los del consejo, varones de renombre. / Y se juntaron contra Moisés y Aarón y les dijeron: !!Basta ya de vosotros! Porque toda la congregación, todos ellos son santos, y en medio de ellos está Jehová; ¿por qué, pues, os levantáis vosotros sobre la congregación de Jehová? / Cuando oyó esto Moisés, se postró sobre su rostro; / y habló a Coré y a todo su séquito, diciendo: Mañana mostrará Jehová quién es suyo, y quién es santo, y hará que se acerque a él; al que él escogiere, él lo acercará a sí” (Números 16:1-5). Hasta aquí podemos observar que la envidia consistió en que les dolió que Moisés sea el dirigente del pueblo y no ellos quienes quizá se sentían con derechos o con mejores capacidades.
Pero a continuación observemos que Dios no se agradó de la actitud de estas 254 personas, y la tragedia y juicio de Dios comenzó primero sobre las familias de los 4 líderes de la envidia, y luego sobre la misma gente que se dejó arrastrar por ellos. Leamos: “Abrió la tierra su boca, y los tragó a ellos, a sus casas, a todos los hombres de Coré, y a todos sus bienes. / Y ellos, con todo lo que tenían, descendieron vivos al Seol, y los cubrió la tierra, y perecieron de en medio de la congregación. / Y todo Israel, los que estaban en derredor de ellos, huyeron al grito de ellos; porque decían: No nos trague también la tierra. / También salió fuego de delante de Jehová, y consumió a los doscientos cincuenta hombres que ofrecían el incienso” (Números 6:32-35). Como hemos observado, la justicia de Dios y la consecuencia de la envidia no fue solamente sobre los 4 líderes envidiosos que fueron tragados por la tierra, sino que afectó a los 250 que solamente fueron manipulados, siendo arrasados por un fuego consumidor. Pero ahora observemos que la consecuencia no detuvo allí sino que se desató una mortandad nunca antes conocida en la historia de los israelitas. El detalle a observar ahora, es ¿cuántos perecieron en aquella mortandad? Leamos: “Entonces tomó Aarón el incensario, como Moisés dijo, y corrió en medio de la congregación; y he aquí que la mortandad había comenzado en el pueblo; y él puso incienso, e hizo expiación por el pueblo, / y se puso entre los muertos y los vivos; y cesó la mortandad. / Y los que murieron en aquella mortandad fueron catorce mil setecientos, sin los muertos por la rebelión de Coré” (Números 6:47-49).
Amados hermanos, lo que con esto quiero compartirles es la gravedad del pecado que puede surgir del corazón humano y que es peligroso para el avance y desarrollo de la obra de Dios. Un solo pecado llamado envidia, acabó con 14,700 + 250 + 4 = 14,954 personas que perdieron su oportunidad de avanzar hacia la tierra prometida. Por esta razón, debemos ser cuidadosos de no envidiar a los que la gracia de Dios les ha concedido dones, llamados, ministerios, bendiciones personales, sino que debemos gozarnos por ellos, y consagrar nuestra vida para que el Señor no conceda el privilegio de ponernos en el lugar que nos corresponde en su grande obra. Parece un simple sentimiento pero es un gravísimo pecado que genera grandes consecuencias.
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El segundo caso que demuestra que un solo pecado es suficiente para generar graves consecuencias a cualquier grupo que pertenezcamos, es:
II.- EL OCIO DE DAVID QUE LE LLEVÓ AL ADULTERIO Y AL CRIMEN.
Se llama ocio al tiempo libre que se dedica a actividades que no son ni trabajo ni tareas domésticas esenciales, y pueden ser recreativas. Es un tiempo recreativo que se usa a discreción. Es diferente al tiempo dedicado a actividades obligatorias como comer, dormir, hacer tareas de cierta necesidad, etc. las actividades de ocio son aquellas que hacemos en nuestro tiempo libre y no las hacemos por obligación[3].
En la Biblia leemos lo que sucedió al rey David al no administrar correctamente su tiempo libre o de ocio. Dice su historia que: “Aconteció al año siguiente, en el tiempo que salen los reyes a la guerra, que David envió a Joab, y con él a sus siervos y a todo Israel, y destruyeron a los amonitas, y sitiaron a Rabá; pero David se quedó en Jerusalén. / Y sucedió un día, al caer la tarde, que se levantó David de su lecho y se paseaba sobre el terrado de la casa real; y vio desde el terrado a una mujer que se estaba bañando, la cual era muy hermosa” 2 Samuel 11:1,2. Lo que aquí podemos observar es que David no tenía que estar en su casa real sino que como todo rey en tiempo de guerra, debería estar en la guerra que se estaba efectuando en ese momento para defender el país que él gobernaba, pero no, él decidió quedarse en casa, mientras otros estaban arriesgando su vida en la guerra. Bajo esas circunstancias de ocio se encontraba cuando sus ojos descubrieron a una mujer bañándose. La tentación estaba ganando terreno, hasta que poco a poco llevó a David a consumar sus intenciones de adulterio con aquella hermosa Betsabé. Luego para que no fuese descubierto por Urías el esposo de aquella mujer, envió al general que se encontraba en la guerra, la orden necesaria para que el esposo de esta mujer fuese puesto en primera fila en la guerra para que pronto fuese derribado por el enemigo, tal como sucedió, pensando que así no tendría que enfrentar la vergüenza de haber faltado al respeto a su prójimo. Todo esto es la descripción de lo que un solo pecado es capaz de generar en el ser humano, comenzando todo con una mirada o un pensamiento, llegando hasta un pecado inmoral o hasta el grado de ser un criminal. Y aun luego las consecuencias siguieron pues el producto de aquella relación, aquel pequeño que no se tuvo la culpa de ser engendrado, fue sentenciado por la libre y soberana mano de Dios a enfermarse gravemente hasta morir, como un acto de juicio en contra del pecado de David.
Amados hermanos, este ha sido otro ejemplo de que un solo pecado es capaz de seguir generando más pecado y cada vez más vil; y sus consecuencias temprano o tarde estarán presentes en la vida de quien las comete. Por eso, es necesario que tengamos cuidado de que las tentaciones no dominen nuestras pasiones humanas. Como creyentes salvados por la gracia de Dios, debemos tener cuidado de no ceder a la tentación, porque una vez que uno cae en su trampa, se seguirán desatando consecuencias cada vez más graves.
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El tercer caso que demuestra que un solo pecado es suficiente para generar graves consecuencias a cualquier grupo que pertenezcamos, es:
III.- LA REBELDÍA DE DINA QUE LLEVÓ A UNA FAMILIA A LA MENTIRA Y AL CRIMEN.
Para este caso usaremos la historia de una muchacha hija de Jacob, hermana de los doce patriarcas fundadores de la nación israelita. Su nombre es Dina, una muchacha, podemos decir, hija de un hombre creyente que quería esforzarse en ser obediente a Dios, reconciliándose primero con su hermano Esaú a quien había traicionado en el pasado. Jacob estaba de regreso a Canaán, por lo que conoce a Siquem y a sus hermanos, hijos de un Heveo llamado Hamor, y les compra una parte de su terreno, donde Jacob estableció su vivienda. Así que Jacob, sus hijos, y su hija Dina se hicieron vecinos de este hombre llamado Siquem. Pero el detalle es que cuando leemos la historia encontramos que: “Salió Dina la hija de Lea, la cual ésta había dado a luz a Jacob, a ver a las hijas del país. / Y la vio Siquem hijo de Hamor heveo, príncipe de aquella tierra, y la tomó, y se acostó con ella, y la deshonró” (Génesis 34:1,2). Todo comenzó cuando Dina, como toda una adolescente, dentro de sus inquietudes y curiosidades “Salió […] a ver a las hijas del país”. Esta expresión no es un simple salir a pasear. Ella estaba siendo atraída por el impacto de una cultura que apenas estaba conociendo. Al parecer fue tanto su interés de salir a ver a aquellas jóvenes Heveas o Cananeas, que al parecer lo hizo con rebeldía, al grado que no se acompañó ni de su padre, ni de su madre, ni de por lo menos de alguno de sus hermanos, y el resultado fue que regresó a su casa deshonrada por aquel aparente buen vecino que le facilitó un lugar donde vivir. Una simple curiosidad hacia una aparentemente inocente recreación, en un corazón rebelde a la autoridad familiar, trajo para Dina una consecuencia inesperada.
Pero las consecuencias más graves son las que seguirán. Cuando Siquem se dio cuenta de la gravedad de su falta, quiso componer la situación según los usos y costumbres de aquellos lugares reparando el daño proponiendo a la familia de Dina el matrimonio con ella y el emparentamiento consecuente de ambas familias, pero la historia nos relata que: “… respondieron los hijos de Jacob a Siquem y a Hamor su padre con palabras engañosas, por cuanto había amancillado a Dina su hermana” (Génesis 34:13). Por aquellos pensamientos recreativos desordenados en la mente de Dina, se consumó una deshonra, ahora sus hermanos han sido alcanzados para convertirse en mentirosos. La mentira consistió en que su hermana no se casaría con un incircunciso, a menos que se circunciden todos los varones de la familia de Hamor y de toda la ciudad. Siquem quien era influyente en su familia y en la ciudad logró que todos los varones se circuncidaran, pero como de por medio había un engaño de parte de los hermanos de Dina, las cosas muy pronto iban a ser peores.
El caso concluye relatándonos lo siguiente: “Pero sucedió que al tercer día, cuando sentían ellos el mayor dolor, dos de los hijos de Jacob, Simeón y Leví, hermanos de Dina, tomaron cada uno su espada, y vinieron contra la ciudad, que estaba desprevenida, y mataron a todo varón. / Y a Hamor y a Siquem su hijo los mataron a filo de espada; y tomaron a Dina de casa de Siquem, y se fueron. / Y los hijos de Jacob vinieron a los muertos, y saquearon la ciudad, por cuanto habían amancillado a su hermana. / Tomaron sus ovejas y vacas y sus asnos, y lo que había en la ciudad y en el campo, / y todos sus bienes; llevaron cautivos a todos sus niños y sus mujeres, y robaron todo lo que había en casa. / Entonces dijo Jacob a Simeón y a Leví: Me habéis turbado con hacerme abominable a los moradores de esta tierra, el cananeo y el ferezeo; y teniendo yo pocos hombres, se juntarán contra mí y me atacarán, y seré destruido yo y mi casa. / Pero ellos respondieron: ¿Había él de tratar a nuestra hermana como a una ramera?” (Génesis 34:25-31). Luego de la mentira, el crimen, luego el saqueo de los bienes ajenos.
Amados hermanos, un solo pecado es tan capaz de conducir a cualquier persona a consecuencias inesperadas, a otras reacciones igualmente pecaminosas. El pecado siempre busca agrandar un problema y destruir o dejar en mala posición a cualquier persona ante Dios y ante la gente. Por eso mis amados hermanos, les animo en el amor del Señor que tengamos cuidado con los deseos pecaminosos que pueden surgir en nuestros pensamientos. Procuremos cada día no ceder a las tentaciones que sin duda se harán presentes en nuestra vida.
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CONCLUSIÓN: Amados hermanos, el énfasis principal que quise compartirles en este mensaje es que cualquier pecado por más que parezca pequeño, por más que no sea escandaloso al principio, inevitablemente si no se toman las medidas adecuadas para erradicarlo, poco a poco irá minando la vida personal, familiar, laboral, eclesiástica, y social. El pecado de por sí tiene la característica de expandirse procurando dañar espiritual, moral, y aun físicamente a cuanta persona pueda destruir. Por eso, les invito en el amor del Señor a que sigamos la instrucción apostólica que dice: “Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor” (Hebreos 12:14).
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[1] Parrott, W. G., & Smith, R. H. (1993). Distinguishing the experiences of envy and jealousy. Journal of Personality and Social Psychology, N° 64, pp. 906-920.
[2] “Envidia”, Diccionario de la Lengua Española (22a edición).
[3] Definición tomada en: http://es.wikipedia.org/wiki/Ocio
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