CUANDO JESÚS DICE: ¡VEN!, Por: Diego Teh.

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CUANDO JESÚS DICE: ¡VEN!

Varios textos.

Predicado por primera vez por el Pbro. Diego Teh Reyes, en la cong. “Luz de Vida” de la col. Bojórquez, de Mérida Yuc; el dom/12/Oct/2014, a las 18:00 hrs.

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   INTRODUCCIÓN: Durante el año que hice mi servicio militar nacional obligatorio en la base número ocho de la fuerza aérea mexicana, me tocó ver en una ocasión que un comandante le exigió a un compañero que fuese al casino para traerle un refresco embotellado y unas frituras, por lo que mi compañero aceptó la orden pues seguramente se trataba de una lección de obediencia y disciplina, pero le dijo al comandante: –¿Me da usted el dinero para comprarlo?  –Usted vaya y tráigame lo que le pedí  —le dijo el comandante.   Pero, comandante, –yo no tengo dinero para pagarlo.  El comandante le insistió a mi compañero que se lo trajera pero inmediatamente ingeniándose cómo conseguirlo así tenga que pedir dinero prestado, o como pudiera hacerlo.   Nadie le ofreció dinero a mi compañero, y tampoco se acercó a alguno de los compañeros a pedirnos dinero prestado, por lo que le respondió desafiantemente al comandante que no irá a conseguir lo que le pide porque no tiene posibilidad de conseguirlo.  El joven se hizo a un lado del comandante con la intención de integrarse a nuestro pelotón, pero el comandante ordenó a un sargento segundo que le diera como castigo a su desobediencia, cinco tablazos en los glúteos.   Eso generó tanto en mí como en los demás compañeros una actitud de temor hacia este comandante.  Cada vez que él nos llamaba para darnos alguna orden, no nos era agradable su llamado.

   En el mensaje de este momento, voy a compartirles una serie de versículos bíblicos en los que escucharemos personalmente a Jesús expresar palabras de invitación a personas en distintos lugares y ocasiones, a quienes les dijo: “venid”, “vengan”, o “ven”.   En cada una de esas expresiones de Jesús aprenderemos que Jesús llama a las personas a venir a él, por razones agradables.   /  ¿Cuáles son las razones agradables por las que Jesús invita a las personas a venir a él?   /   Sigamos con atención cada una de las ocasiones cuando Jesús utilizó la expresión “venid”, “vengan”, o “ven”, e iremos descubriendo cuáles son las razones agradables por las que Jesús hacía esta invitación.

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   La primera razón agradable por la que Jesús invita a las personas a venir a él, es:

I.- PARA DESCANSAR EL ALMA CANSADA DE LOS PECADORES.

   Jesús estaba lamentando la actitud de rechazo hacia él, de parte de los habitantes de tres ciudades del pueblo escogido de Dios: Corazín, Betsaida, y Capernaum, ciudades donde él estuvo predicando y haciendo milagros con tal que la gente se arrepintiera y se convirtiera de sus pecados a Dios.   Él les dice a las dos primeras ciudades, que si él hubiera hecho los mismo milagros pero en Tiro y Sidón, otras dos ciudades que pertenecían a otro país que no pertenecía al pueblo elegido de Dios, la gente de allí se hubieran arrepentido.  A la ciudad de Capernaum le dice que si en la ya desaparecida Sodoma de hace 2000 años atrás, se hubiera hecho los milagros que él hacía con los de Capernaum, los de Sodoma se hubieran arrepentido, y permanecerían hasta la época de Jesús, dos mil años después.   Lo que Jesús estaba señalando es que aquellos que eran ajenos al pueblo de la promesa de Dios (Tiro y Sidón), y aquellos que fueron mortalmente castigados en la antigüedad (Sodoma), aunque eran pecadores entregados a sus perversidades no hubieran sido tan cerrados a ser receptivos al evangelio, como lo estaban siendo aquellos a quienes Dios eligió para que su Hijo Jesucristo les trajera las buenas nuevas de salvación.   Esperando Jesús que sus oyentes de las ciudades donde él continuó predicando, procedan al arrepentimiento y no rechacen la gracia del evangelio, les hacía la siguiente invitación: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar.  […] y hallaréis descanso para vuestras almas”  (Mateo 11:28,29).   Aquellos que como Corazín, Betsaida, y Capernaum rechazan las buenas nuevas de Dios, sus almas estarán en constantes aflicciones las cuales solamente les producirán dudas, temores, depresiones, dolor, tristeza, y lo que es peor de todo condenación eterna.   Pero, aquellos que se dan cuenta que su vida, su alma, y sus pecados, le están causando cansancio como el que se siente cuando uno ha trabajado incansablemente todo el día, o que le están causando cansancio como el que se siente cuando has estado llevando una carga pesada durante mucho tiempo; estos, podrán disfrutar un glorioso descanso procedente de Dios mismo por medio de su hijo Jesucristo.   Obviamente, se trata de “descanso para vuestras almas”.

   Amados oyentes, cuando Jesús dice “ven” o “venid” como en este caso, él quiere dar descanso al alma de los pecadores.  Muchos de nosotros hemos experimentado ese glorioso descanso que transforma primeramente la condición espiritual de la vida humana, y posteriormente transforma la vida familiar, la vida social, la vida económica, etc…  Nuestra vida es capacitada para vivir con tranquilidad, con paz, con gozo, con alegría, porque en verdad hay descanso real que no se puede encontrar en ningún medio ni remedio que no sea Jesucristo.   En este momento le extiendo a usted en nombre de Jesucristo, la invitación de que usted acuda por el descanso que usted necesita para su alma que ha estado sufriente y tan necesitada de Dios.

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   La segunda razón agradable por la que Jesús invita a las personas a venir a él, es:

II.- PARA SATISFACER LA SED ESPIRITUAL DE LOS ARREPENTIDOS.

   Durante la semana de la fiesta anual de los tabernáculos, Jesús, estando en Jerusalén fue objeto de murmuraciones entre la gente que estaba dividida en opiniones acerca de él.  Unos pensaban que Jesús es el Cristo, otros que era un profeta, y otros que no era nada.  Sin embargo, tanto los más letrados religiosos como los menos religiosos como los simples alguaciles podían darse cuenta que “¡Jamás hombre alguno ha hablado como este hombre!” (cf. Juan 7:45,46).  Fue entonces, en el marco de tal fiesta y de tales murmuraciones que Jesús se dirige a las multitudes para invitarles con las siguientes palabras: “Si alguno tiene sed, venga a mí y beba.  /  El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva” (Juan 7:37,38).   En el mismo contexto inmediato de estas palabras, según Juan, Jesús se refería al Espíritu Santo que aunque no se había manifestado como ocurrió en el día de la fiesta del Pentecostés, estaría realizando sus operaciones de regeneración y satisfacción espiritual en la vida de las personas que creyeran en Jesucristo.

   Estas palabras de invitación de Jesús de venir a él para beber, nos recuerda sus palabras similares cuando a la mujer samaritana le dijo en una ocasión: mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna.  /  La mujer le dijo: Señor, dame esa agua, para que no tenga yo sed, ni venga aquí a sacarla” (Juan 4:14,15).  Cuando una persona reconoce que anda en malos pasos delante de Dios, reconoce al mismo tiempo que tiene una gran necesidad espiritual.   Cuando la mujer samaritana se dio cuenta de su error y pecado, aceptó el ofrecimiento de Jesús, diciéndole: “dame esa agua”.  Esa agua es el evangelio que debe ser aceptado y creído por el ser humano.

   Amados oyentes, cuando Jesús dice “ven” o “venga a mí” como en el caso de esta invitación, él quiere satisfacer la sed espiritual del pecador, trayéndole entera y total satisfacción a su vida con el efecto del santo evangelio, satisfacción que no se puede encontrar en ninguna otra experiencia que se tenga en la vida.   A usted, que quizá ha llevado una vida llena de infelicidades, que nada de lo que usted ha probado le ha satisfecho, sino al contrario cada vez usted se da cuenta que se encuentra sumido en la depresión, en el engaño, en la traición, en el abanadono, etc…Jesús le dice “venga a mí y beba” el agua de vida que cambiará totalmente su vida en el presente como para la vida eterna.

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   La tercera razón agradable por la que Jesús invita a las personas a venir a él, es:

III.- PARA GENERAR LA CONSAGRACIÓN TOTAL DE LOS DISCÍPULOS.

   En una ocasión que Jesús platicó con un joven rico que estaba interesado en saber si había algo más que debía hacer para tener la vida eterna debido a que él era muy cuidadoso en obedecer los mandamientos de Dios.   San Marcos nos relata que Entonces Jesús, mirándole, le amó, y le dijo: Una cosa te falta: anda, vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme, tomando tu cruz” (Marcos 10:21).   Aquí encontramos a Jesús diciéndole al joven rico que hasta después de desprenderse de sus riquezas a favor de quienes más lo necesitan (“los pobres”) entonces “ven, y sígueme”.   La verdad en este caso es clara.  No se trata de que los ricos deben dejar de ser ricos para poder seguir como discípulos a Jesús, ni se trata de que para recibir la vida eterna hay que dejar de ser rico.  Jesús mismo aclaró que Más fácil es pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios” (Marcos 10:25).   Para algunas personas, su dinero se vuelve motivo para no querer servir a Dios ni desear la vida eterna, pero para otras eso no es problema pues consagran todo lo que tienen para servirle.   En el caso de este joven, estoy seguro que Jesús pudo detectar que él se encontraba atado a sus riquezas de tal manera que eso le sería impedimento primero para ser discípulo de Jesús, y segundo, para realmente interesarse por la vida eterna.  Por eso, primero tenía que trabajar con esos impedimentos en su vida, y luego volver a Jesús, quien lo invita con un “ven, y sígueme”.   Este venir del joven sería para seguirle como discípulo consagrado de manera total como discípulo.

   Amados oyentes, cuando Jesús dice “ven” como en el caso de esta invitación, él quiere que todo aquel que acepte ser su discípulo, lo sea no de manera parcial, no de manera temporal, ni de manera limitada, sino totalmente consagrado.   Es lo que él está esperando de usted que ha querido ser su discípulo.  Por eso explicó a sus discípulos que vale la pena ser un discípulo consagrado, que deja todo por causa de Jesús y su evangelio, pues a su discípulo Pedro, le dijo así: De cierto os digo que no hay ninguno que haya dejado casa, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o mujer, o hijos, o tierras, por causa de mí y del evangelio,  /  que no reciba cien veces más ahora en este tiempo; casas, hermanos, hermanas, madres, hijos, y tierras, con persecuciones; y en el siglo venidero la vida eterna” (Marcos 10:29,30).   Amados discípulos de Jesús, ¡Vale la pena ser discípulo consagrado totalmente a Jesús!  Esa es la razón por la que Jesús nos invitó, diciendo: “ven, y sígueme”.

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   La cuarta razón agradable por la que Jesús invita a las personas a venir a él, es:

 IV.- PARA RECUPERAR LAS FUERZAS AGOTADAS DE LOS FIELES.

   Durante el ministerio de Jesús, sus discípulos no solamente se la pasaron escuchando sermones o conferencias, sino que fueron enviados a ciudades y aldeas para anunciar el reino de Dios.  Luego de su regreso traían informe de su labor, así como de la receptividad o rechazo de la gente a quienes les hablaban del reino de Dios.   En ocasiones estuvieron grandemente ocupados sin tiempo siquiera para comer o descansar.   En la ocasión que nos ocupará ahora, después de una ardua ocupación en hechos y enseñanzas, los discípulos regresan a Jesús para informarle, pero se encontraban evidentemente fatigados de tanta labor.   San Marcos nos relata que “Él (Jesús) les dijo: Venid vosotros aparte a un lugar desierto, y descansad un poco.  Porque eran muchos los que iban y venían, de manera que ni aun tenían tiempo para comer (Marcos 6:31).   Jesús, estaba consciente de las limitaciones de las fuerzas de sus discípulos que cuando en esta ocasión los encontró cansados, los llamó y llevó al justo y merecido descanso, pero les indicó en aquella ocasión que descansarían solamente “un poco”.   Estoy seguro que Jesús sabía la magnitud de la siguiente ocupación que sus discípulos tendrían para atender a más de cinco mil personas a quienes les proporcionarían la alimentación de aquella reunión masiva de los que acudirían a escuchar sus enseñanzas, por lo que era imperante tomar “un poco” de descanso para recobrar fuerzas, pues lo que sigue requerirá un gran trabajo.

   Cuando los hijos de Dios se encuentran cansados tanto física como emocional o espiritualmente, Dios se preocupa de ellos para fortalecerlos y prepararlos de nuevo para activarlos al servicio efectivo en nombre de Dios.  En una ocasión Elías, un gran profeta de Dios, “…se fue por el desierto un día de camino, y vino y se sentó debajo de un enebro; y deseando morirse, dijo: Basta ya, oh Jehová, quítame la vida, pues no soy yo mejor que mis padres.  /  Y echándose debajo del enebro, se quedó dormido; y he aquí luego un ángel le tocó, y le dijo: Levántate, come.  / Entonces él miró, y he aquí a su cabecera una torta cocida sobre las ascuas, y una vasija de agua; y comió y bebió, y volvió a dormirse.  /  Y volviendo el ángel de Jehová la segunda vez, lo tocó, diciendo: Levántate y come, porque largo camino te resta.  /  Se levantó, pues, y comió y bebió; y fortalecido con aquella comida caminó cuarenta días y cuarenta noches hasta Horeb, el monte de Dios” (1 Reyes 19:4-8).   En ocasiones anteriores Dios lo había fortalecido físicamente ordenando que unos cuervos le trajeran pan y carne por la mañana y por la tarde (1 Reyes 17:1-7), y en otra ocasión enviándolo con una viuda para que milagrosamente con un puñado de harina y un poco de aceite, le sustente durante mucho tiempo (1 Reyes 17:8-16).   Dios se preocupa por el descanso y por la alimentación de sus hijos, y les provee el tiempo y los recursos necesarios para que sus fuerzas se recuperen, y sigan adelante en sus deberes para con Dios y el prójimo.

   Pero, me llama más la atención la acción de Jesús quien después de aquella atareada ocasión de enseñar y luego de dar de comer a las más de cinco mil personas, al final del día “En seguida hizo a sus discípulos entrar en la barca e ir delante de él a Betsaida, en la otra ribera, entre tanto que él despedía a la multitud.  /  Y después que los hubo despedido, se fue al monte a orar” (Marcos 6:45,46).  Qué interesante manera y medio para fortalecerse espiritualmente, no con una suculenta cena porque ha llegado la noche, ni con toda una noche de dormir cómodamente, sino con “orar”.  Esto también es el ejemplo de Jesús, que cuando dice “venid” está invitando a considerar la oración como un medio para fortalecerse en el servicio a Dios.

   Amados hermanos, cuando Jesús dice “ven” o “venid” como en el caso de esta invitación a los discípulos ocupados en trabajar incansablemente para el reino de Dios, él quiere fortalecer sus fuerzas por estar fielmente dedicados al cumplimiento del deber para con Dios.  Si usted ha tenido un día o una semana de arduo trabajo para el reino de Dios, recobre fuerzas orando a Dios, porque a partir de mañana o quizá desde hoy mismo, Dios ya tiene nuevas tareas para usted, y solamente tendrá fuerzas para realizarlas si ha dedicado tiempo para orar.

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   La quinta razón agradable por la que Jesús invita a las personas a venir a él, es:

V.- PARA DEMOSTRAR LA RESURRECCIÓN REAL DE ÉL MISMO.

   Ahora, recordemos las ocasiones cuando Jesús se mostró a sus discípulos después de haber resucitado.   Según Juan, en la tercera de las apariciones, la que hizo junto al mar de Tiberias, donde Pedro, Tomas, Natanael, Juan y Jacobo, otros dos habían pasado la noche sin pescar nada.   Cerca del amanecer sin que ellos le reconocieran se presenta para preguntarles si tenían algo de comer, por lo que la respuesta fue ¡No!   La razón es obvia pues toda la noche no habían pescado nada.   Jesús les ordenó que tiraran la red al lado derecho de la barca, –aunque no sabían si era él– y en seguida pescaron 153 peces que trajeron inmediatamente a la orilla, pero pronto, Juan descubrió que era Jesús y se lo dijo a los demás.    Cuando ellos salieron a la orilla, se sorprendieron al ver que Jesús ya estaba asando un pez y tenía pan listo para comer, por lo que “Les dijo Jesús: Venid, comed. Y ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: ¿Tú, quién eres? Sabiendo que era el Señor” (Juan 21:12).   En esta invitación de Jesús, con las palabras imperativas “venid, comed”, Jesús estaba demostrando que no quedó atrapado por el imperio de la muerte sino que está totalmente vivo de nuevo, y estaba dándoles evidencias de que él es.   Poderosamente les acercó 153 peces, providencialmente ya tenía un pez asándose antes de que ellos trajeran sus peces en la orilla.   Él era el poderoso Jesucristo que anduvo con ellos como su maestro durante poco más de tres años.  La invitación a comer, debió recordarles a estos siete discípulos junto al mar de Tiberias, la cena de pascua que recientemente habían tenido con él, solamente que ahora era el desayuno del Cristo resucitado para demostrarles que él vive.

   Amados hermanos, cuando Jesús dice “ven” o “venid” como en aquella ocasión junto al mar de Tiberias a siete de sus discípulos, tiene como finalidad darse a conocer como aquel que murió pero que resucitó.   Jesús invita a usted a que acuda a él y conozca la realidad y poder de su resurrección.   El apóstol Pablo testificó a los Filipenses que él consideraba muy importante experimentar el poder de Cristo resucitado, por quien estaba dispuesto a perder cualquier cosa terrenal con tal de conocerle personalmente, pues les dijo: Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo, /  y ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe;  /   a fin de conocerle, y el poder de su resurrección,…” (Filipenses 3:8-10b).  Todos aquellos que han aceptado la invitación de Jesús de conocerle y experimentar en sus vidas su poder como resucitado, no se arrepienten sino que se gozan por la transformación que les genera, y la esperanza que les asegura.  Usted debe venir a Jesús, y su vida recibirá el poder de su resurrección.

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   La sexta razón agradable por la que Jesús invita a las personas a venir a él, es:

VI.- PARA ENTREGAR EL REINO ETERNO A LOS BENDITOS.

   La última invitación de Jesús que se escuchará es la dirá el día del juicio de las naciones, y solamente la dirigirá a aquellos que hicieron caso a sus invitaciones anteriores durante esta era de la gracia.   Será para los que ese día estén a su derecha, no a su izquierda; serán para los que también son identificados como ovejas, no para los que son descritos como cabritos.   Será para aquellos que tras haber acudido a Jesús, se comprometieron a servir en su nombre a los hambrientos, sedientos, forasteros, desnudos, enfermos, encarcelados, etc.   Jesús, hablando de sí mismo describió el momento de la siguiente manera: “Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre (aquí está la invitación), heredad el reino (aquí está el sublime beneficio de este último llamamiento) preparado para vosotros desde la fundación del mundo (aquí está la gracia soberana de Dios inmerecidamente a nuestro favor) (Mateo 25:34).   Es la invitación derivada de la predestinación de los elegidos, para que los elegidos, también llamados benditos, reciban el reino preparado para vivir por los siglos de los siglos junto a la sublime presencia de Dios y su Hijo Jesucristo nuestro Salvador y Señor.

   Amados oyentes y hermanos, cada uno de nosotros estará frente a Jesús en aquel gran día, pero solamente aquellos que buscaron en él el descanso de sus almas, solo aquellos que satisficieron en él sus necesidades espirituales, solamente aquellos que dejando todo se consagraron a él como sus discípulos, solamente aquellos que recurrieron a él para fortalecer sus vidas cuando desfallecían, y solamente aquellos que dependieron del poder de su resurrección, serán los privilegiados en escuchar este último “venid” que les hará entrar en pleno goce de todo lo preparado por Dios para ellos.   Así que si hoy usted puede tomar la decisión de acudir a los llamados de Jesús cuando dice: “ven”, usted con seguridad será invitado a entrar al reino celestial en el gran día del juicio, de lo contrario usted está en peligro de escuchar las palabras: “Apartaos de mí, malditos,…” (Mateo 25:41), palabras muy lamentables que podría escuchar un ser humano porque se pasó la vida negándose a aceptar las invitaciones de Jesús.

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   CONCLUSIÓN: Estimado oyente, para concluir con este mensaje, deseo de todo corazón que usted pueda escuchar con los oídos de su corazón, que más allá de las palabras de mi predicación, Jesús es quien en este momento por su Palabra y Espíritu le está diciendo “ven” a usted.  Venga a él, con un corazón arrepentido.  Venga a él, porque usted necesita la salvación que solamente él puede dar.   Escuche usted la letra del himno “Pecador, ven al dulce Jesús”, reflexione, y dese cuenta de cuánta necesidad tiene de venir a Cristo, y entonces venga usted a él.   “Pecador, ven al dulce Jesús, y feliz para siempre serás, que si tú le quisieres tener, al divino Señor hallarás.   Ven a él, ven a él, que te espera tu buen Salvador; ven a él, ven a él, que te espera tu buen Salvador.   Si cual hijo que necio pecó, vas buscando a sus pies compasión, tierno padre en Jesús hallarás, y tendrás en sus brazos perdón.  Ven a él, ven a él, que te espera tu buen Salvador; ven a él, ven a él, que te espera tu buen Salvador.  Si enfermo te sientes morir, él será tu doctor celestial; y hallarás en su sangre también, medicina que cure tu mal.  Ven a él, ven a él, que te espera tu buen Salvador; ven a él, ven a él, que te espera tu buen Salvador.   Ovejuela que huyó del redil, ¡he aquí tu benigno Señor! y en los hombros llevada serás de tan dulce y amante Pastor.  Ven a él, ven a él, que te espera tu buen Salvador; ven a él, ven a él, que te espera tu buen Salvador[1].

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[1] Himnario Evangélico Presbiteriano Solo a Dios la Gloria; Publicaciones El Faro; Abril 2002; México; Himno # 584 Pecador, ven al dulce Jesús.

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