TRES REGALOS PARA UN CORAZÓN QUE SUFRE
Efesios 3:14-21.
Predicado por primera vez por el Pbro. Diego Teh Reyes, el domingo 18 de Enero 2015, a las 14:00 horas, en el cementerio Xoclán durante el funeral de la hermana Alfi Ramayo, en presencia de su hijo Elías; sus hermanos/a, su madre Doña Elda, miembros de la cong. “Luz de Vida” de la col. Bojórquez, y demás familiares y amigos/as.
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INTRODUCCIÓN: Amados hermanos de la familia Ramayo Novelo, especialmente a Doña Elda Novelo, como a Elías Yah Ramayo, hoy los que estamos aquí reunidos, hemos venido para condolernos juntamente con ustedes, esperando que nuestra presencia sea un verdadero apoyo moral y espiritual en este inevitable momento. No hay duda de que la partida eterna de un ser querido como un(a) hijo(a), una madre, un(a) hermano(a), o un familiar con quien compartimos muchos momentos en la vida, nos causa un dolor o tristeza en el corazón. En momentos como este, aun las mejores palabras de todos y cada uno de los que estamos aquí reunidos serán suficientes para traerles paz y consuelo a sus almas; sin embargo, las palabras de Dios (no las mías) que les compartiré en este momento, sí tienen el poder necesario para consolarles eficazmente, siempre y cuando sus corazones estén en sintonía con aceptar la voluntad de Dios.
El texto bíblico que escogí para compartirles en este momento, es la epístola del apóstol Pablo a los Efesios 3:14-21, pues en este texto encuentro que cuando hay un corazón sufriente, hay tres regalos que Dios está dispuesto a entregar a tal persona. Hoy, considero que ustedes, los familiares de nuestra hermana Alfi, necesitan estos tres regalos que serán adecuados para este momento que sus corazones necesitan consuelo. / ¿Cuáles son los regalos que Dios está dispuesto a entregar a personas que tienen un corazón que se encuentra sufriendo como el de ustedes? / Siguiendo las palabras del texto bíblico, iremos descubriendo cada uno de los regalos para un corazón sufriente.
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El primer regalo que Dios está dispuesto a entregar a una persona con un corazón que se encuentra sufriendo, es:
I.- FORTALEZA POR EL ESPÍRITU DE DIOS.
El apóstol Pablo en su carta les relata a los creyentes de Efeso que él oraba por ellos. Les escribió lo siguiente: “Por esta causa doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo, / de quien toma nombre toda familia en los cielos y en la tierra, / para que os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu” (Efesios 3:14-16). Dentro de estas palabras, el apóstol presenta unas breves descripciones acerca de Dios, mencionando que es Padre, que es creador y proveedor eterno y temporal de la institución familiar, y que su gloria tiene una serie de riquezas. Pero cuando les describe a los Efesios el primer motivo por el cual oraba por ellos, les dice que es “para que os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu”. Es muy claro que una necesidad particular de todo ser humano, creyente o no creyente es “el ser fortalecidos con poder”, pero no se trata de una fortaleza o fuerza física sino “en el hombre interior”, cuyo agente no somos ni siquiera la iglesia y ni siquiera el pastor sino “por su Espíritu”.
Mis estimados hermanos, hoy más que nunca, y en este preciso momento que su “hombre interior”, o sea, su corazón, necesita esta fortaleza por el Espíritu de Dios. No traten de ser fuertes por su propia fuerza humana (Cf. 1 Samuel 2:9c), ni busquen ser fuerte por medio de salidas fáciles como el alcohol o las drogas (digo esto aunque no es costumbre de los creyentes, pero por si acaso alguien no lo es). Es necesario que la fortaleza para que sea eficaz provenga de la misma obra de Dios “por su Espíritu”.
(Opcional: Puede cantarse:
Espíritu de Dios, llena mi vida, llena mi alma, llena mi ser.
Espíritu de Dios, llena mi vida, llena mi alma, llena mi ser.
Lléname, lléname de tu presencia; lléname, lléname de tu poder; lléname, lléname de tu bondad.
Lléname, lléname de tu presencia; lléname, lléname de tu poder; lléname, lléname de tu bondad.
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El segundo regalo que Dios está dispuesto a entregar a una persona con un corazón que se encuentra sufriendo, es:
II.- FE PARA QUE HABITE CRISTO EN EL CORAZÓN.
El apóstol Pablo, después de decirle a los Efesios que uno de los motivos de su oración por ellos es “para que os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu” (Efesios 3:16), les dice que otro motivo por el cual oraba por ellos es: “para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones…” (Efesios 3:17a). Se supone que el apóstol dirigió esta carta a los creyentes en quienes ya habitaba Cristo en su corazones, sin embargo, el hecho de que Pablo les dijera que oraba “para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones…”, quería que todos los que oyeran la lectura de su carta no se pierdan la gracia de tener a Cristo habitando en sus corazones, pues sin esa habitación divina no hay salvación alguna para todo pecador, aunque este se encuentre integrado física y numéricamente entre los fieles de la iglesia. Pero lo que Pablo explica con claridad es que el requisito “para que habite Cristo” en cada corazón, es “por la fe”, y eso es lo que precisamente Pablo pedía a Dios que tuvieran todos y cada uno de ellos. Cuando el apóstol Pablo les confirma a estos mismos Efesios que ellos eran verdaderamente salvos, les explica: “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios” (Efesios 2:8). Dentro de esta explicación de que la salvación es por medio de la fe, también les explica que el origen de esa fe es “no de vosotros, pues es don de Dios”. ¿Ya ve usted? La fe no nace de uno mismo, sino que “es don de Dios”. Es Dios mismo quien la da al ser humano, y está dispuesto a regalarle a usted la fe necesaria para poder creer en Jesús quien desea habitar en su corazón y en consecuencia usted también sea salvo.
Mis amados hermanos dolientes, la devoción a Cristo que fielmente profesó nuestra hermana Alfi, nos hace descubrir que ella tuvo la fe que garantiza que Cristo habitó en su corazón, y en quien habita Cristo hay vida eterna, tal como también lo expresa el apóstol Juan cuando dice: “El que tiene al Hijo, tiene la vida (eterna); el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida (eterna)” (1 Juan 5:12). Por eso, hoy ustedes pueden estar seguros, no por mi palabra sino por la de Dios que ella tuvo la vida eterna, no desde ayer, sino desde el día que creyó salvadoramente en Jesús. Si usted desea un día volver a encontrarse con Alfi, la hija, la hermana, la madre, la sobrina, la amiga, etc…, usted necesita el regalo de la fe salvadora que Dios está dispuesto a entregarle en este mismo momento.
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El tercer regalo que Dios está dispuesto a entregar a una persona con un corazón que se encuentra sufriendo, es:
III.- LLENURA DE LA PLENITUD DE DIOS: SU AMOR.
Finalmente, el apóstol Pablo les explicó a los Efesios que el motivo principal y definitivo por el cual él oraba por ellos, es: “…para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios” (Efesios 3:19c). ¿De qué se trata esta plenitud de Dios? Se trata nada menos que del mismo amor de Dios. Dios ama de manera común a todos los seres humanos, pero si a una persona le concede la gracia de regalarle la fe, y este puede creer en Jesús, y así ser salvo, esta persona recibió la máxima expresión del amor de Dios. Esto es la llenura “de toda la plenitud de Dios”. Una gracia que no cualquiera puede tener ni sentir, sino solamente a aquellos a quienes Dios planeó desde la eternidad amarlos con amor eterno (Jeremías 31:3).
Previamente a la afirmación de ser “llenos de toda la plenitud de Dios”, Pablo les dice que “…a fin de que, arraigados y cimentados en amor, / seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, / y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento”, (Efesios 3:17b-19b). Los creyentes tenemos que “comprender” las dimensiones del amor de Dios, su fundamental característica en su relación para con los seres humanos a quienes llama para la salvación, pues no comprenderlo tiene como consecuencia que no se puede valorar la importancia de Dios para nuestra salvación; pero quien por la fe ya ha aceptado a Cristo como su salvador, recibe la capacidad de interesarse por las cosas espirituales del cristianismo, y muy pronto comprenderá el amor de Dios. Y cuando los creyentes comprenden que no hay nada bueno en su ser que haya servido a Dios para decidir amarle, entonces alcanzan el nivel de conocimiento más sublime que un pecador mortal pudiera tener. Es el conocimiento de la divina realidad de que nos encontramos “llenos de toda la plenitud de Dios”.
Amados dolientes, no hay nada mejor que podamos desear que el amor de Dios, que “la plenitud de Dios”. No hay mejor don de Dios para el pecador que su amor que salva de la condenación eterna. Puede Dios permitir que pasemos como Alfi, circunstancias propias de lo terrenal y temporal como las enfermedades que nunca serán curadas, pero su amor no permitirá que vayamos a la condenación eterna porque su amor es para dar al creyente una eternidad de gloriosa salvación que aquí en la tierra nunca va a ser posible. Es por eso que Dios le dijo al apóstol Pablo “Bástate mi gracia” (1 Corintios 12:9), diciéndole con tales palabras que aunque no lo sanaría de la enfermedad que él padecía, tenía seguro en Cristo el ser salvo de la condenación eterna. Alfi, no recibió de Dios la gracia de ser sana del cáncer que derrotó su débil cuerpo, pero ella sí recibió sin duda alguna, “la plenitud de Dios”, la gracia del amor salvador de Dios, que en este momento la ha llevado a disfrutar de la sublime presencia de nuestro Salvador y Señor Jesucristo. De la misma manera, hoy cada uno de ustedes puede decidir aceptar este regalo de la llenura de la plenitud de Dios: Su amor, no el que todos gozamos a diario, sino el especial que gozan solamente los que entrarán al reino de los cielos. Quien goza de esta plenitud de Dios, su corazón sufriente más fácil y rápidamente será consolado porque puede darse cuenta de los objetivos que Dios se tiene propuesto hacer en las vidas humanas.
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CONCLUSIÓN: Bien, pues, mis amados hermanos dolientes, Dios ha cumplido eficazmente sus objetivos redentores en Alfi, sin embargo, el corazón se llena de dolor en este tipo de situaciones por la ausencia del ser querido entre la familia y en la casa, pero los regalos de Dios como 1) La fortaleza por medio de su Espíritu Santo, 2) la fe para que Cristo habite en nuestro corazón, y 3) la llenura de la plenitud de Dios, o sea, su amor, pueden ser (si usted los tiene, o los acepta ahora) los elementos divinos que traerán eficazmente el infinito y excelente consuelo divino al corazón que sufre.
Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación (Mateo 5:4).
Bendito sea el senor porque su palabra me a fortalecido en este dia ,su palabra es viva y eficas
Saludos hermana Manuela. Me da gusto saber que la Palabra de Dios fortalece y consuela corazones, y lo está haciendo en usted. Por otra parte, le agradezco haya tenido la bondad de leer los humildes escritos de su servidor. Que Dios le siga bendiciendo con su fortaleza y consuelo.