CÓMO CORRESPONDER AL CARÁCTER DEL REY
Lucas 19:38-46.
Predicado por primera vez por el Pbro. Diego Teh Reyes, en la iglesia “El Divino Salvador” de Mérida, Yucatán; el día domingo 29 de Marzo del 2015, a las 11:00 horas; en recordatorio de la “entrada triunfal de Jesús en Jerusalén”.
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INTRODUCCIÓN: El pueblo de Dios siempre ha necesitado de un Rey. Al principio de su conformación como pueblo de Dios, su Rey único era Dios mismo, hasta que un día su pueblo por rebeldía le dijo a Samuel, un profeta de Dios: “…constitúyenos ahora un rey que nos juzgue, como tienen todas las naciones. / Pero no agradó a Samuel esta palabra que dijeron: Danos un rey que nos juzgue” (1 Samuel 8:5b,6a). Al profeta no le gustó la idea y oró a Dios para decirle lo que quiere la gente, y Dios le respondió a su profeta: “Oye la voz del pueblo en todo lo que te digan; porque no te han desechado a ti, sino a mí me han desechado, para que no reine sobre ellos” (1 Samuel 8:7). Lo que hizo el pueblo de Dios en aquel entonces fue desechar el reinado directo o teocrático de Dios; sin embargo, aunque ellos no querían que Dios sea su Rey, Dios siempre quiso ser el Rey de su pueblo. Una de las razones por las que Jesús se hizo humano fue para darse a conocer como Rey, por eso lo magos que vinieron a Jerusalén en el tiempo del nacimiento de Jesús, vinieron preguntando: “¿Dónde está el rey de los judíos, que ha nacido?” (Mateo 2:2). Durante toda su vida aquí en la tierra, específicamente a lo ancho y largo del territorio de los israelitas, Jesús era Dios el Rey que antes fue desechado, y que aún hecho humano, también fue desechado, pues como dice el apóstol Juan acerca de Jesús: “A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron” (Juan 1:11). Sin embargo, Jesús aquel dia hoy conocido como Domingo de Ramos, no desistió de manifestarse a su pueblo como el Rey que necesitaban aquellos israelitas y judíos.
En la historia de aquella “entrada triunfal de Jesús” se puede observar que Jesús estaba siendo el cumplimiento de una profecía dada a conocer poco más de 500 años atrás por medio de un profeta llamado Zacarías. La profecía decía: “Alégrate mucho, hija de Sion; da voces de júbilo, hija de Jerusalén; he aquí tu rey vendrá a ti, justo y salvador, humilde, y cabalgando sobre un asno, sobre un pollino hijo de asna” (Zacarías 9:9). Y precisamente eso fue lo que se cumplió aquel día. El Rey (se puede decir que el Rey de reyes) estaba entrando a la ciudad de Jerusalén, capital de la provincia de Judea, ciudad que Dios eligió como ciudad santa para manifestar por medio de su presencia en el templo que Él seguía estando con su pueblo.
En este mensaje, basado en la historia de la “entrada triunfal de Jesús” escrita por San Lucas, en su libro, en el capítulo 19 versículos 28 al 46, entre todas las reflexiones que de ella puedan derivarse, me propongo compartirles que Jesús el Rey del pueblo de Dios revela su carácter y cómo debe ser correspondido por los que pertenecen a su pueblo.
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Primero, observemos:
I.- LOS ASPECTOS DE SU CARÁCTER.
El primer aspecto notable de su carácter es:
A.- SU HUMILDAD.
La historia nos relata que Jesús dio una instrucción sencilla a dos de sus discípulos, de ir por un pollino. Cuando se lo trajeron, la historia nos relata que los discípulos “…habiendo echado sus mantos sobre el pollino, subieron a Jesús encima” (Lucas 19:35). Esto evidencia la humildad de Jesús, pues los reyes de cualquier parte del imperio romano, cuando eran impuestos o importados de otras regiones y llevados a las ciudades donde establecerían su reinado, nunca llegaban con humildad a la ciudad para ocupar su trono, sino que llegaban acompañados de una compañía de soldados armados de pies a cabeza, con lanzas, espadas, y escudos, y sobre caballos de guerra de las mejores razas que tenían disponibles en aquel entonces. Pero Jesús, fue la diferencia. Entra a la ciudad de Jerusalén con toda la humildad que le caracterizaba como Rey de un reino que opera al nivel del corazón de los miembros del pueblo de Dios. Personalmente, él estaba poniendo en práctica el principio de la humildad que había estado enseñando cuando decía: “Sabéis que los gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que son grandes ejercen sobre ellas potestad. / Mas entre vosotros no será así, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, / y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo; / como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos” (Mateo 20:25-28). Ahora, en un aspecto de su ministerio demostraba públicamente su humildad congruente con sus enseñanzas.
Amados hermanos, hoy es apropiado aprender de Jesús, y escuchar sus palabras que nos dice: “aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas” (Mateo 11:29). Un Rey diferente a los reyes del pasado y del presente que nos invita a vivir con Su carácter tan sublime y especial. Se trata de un Rey que para lograr sus objetivos, él es el primero en ser el suficiente ejemplo para los súbditos de su reino.
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El segundo aspecto notable de su carácter es:
B.- SU COMPASIÓN.
Además de la humildad de Jesús, evidente ante los ojos de no pocas personas que estaban con él en el viaje, y de otras personas que le veían a su paso, también demostró otro aspecto de su carácter igualmente importante que es Su compasión. Vemos su compasión en que se nos dice en la narración que “…cuando llegó cerca de la ciudad, al verla, lloró sobre ella” (Lucas 19:41). ¿Quién rey siente tanta compasión por su reino que sea capaz de derramar lágrimas por la condición espiritual de las personas? Él podía darse cuenta que la gente de Jerusalén no podía entender lo que en ese momento significaba su manifestación como Rey. Sus palabras mientras lloraba fueron: “Oh, si también tú conocieses, a lo menos en este tu día, lo que es para tu paz! Mas ahora está encubierto de tus ojos” (Lucas 19:42). Mientras Jesús lloraba también lamentó con sentido profético que por rechazar a Dios como Rey ellos en el futuro tengan que pasar las consecuencias trágicas, pues él dijo acerca de aquella ciudad santa: “Porque vendrán días sobre ti, cuando tus enemigos te rodearán con vallado, y te sitiarán, y por todas partes te estrecharán, / y te derribarán a tierra, y a tus hijos dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, por cuanto no conociste el tiempo de tu visitación” (Lucas 19:43-44). Rechazar a Jesús implica perderse el disfrutar los beneficios de la gracia de Dios. Casi 40 años después un general romano llamado Tito destruyó toda esta ciudad, dejando a su paso la muerte como de 600 mil judíos. Fue el resultado de un pueblo que rechazó el reinado de Jesús en sus corazones.
Una descripción más notable de la compasión de Jesús, es la que San Mateo nos relata en su libro, diciendo de Jesús que: “Recorría Jesús todas las ciudades y aldeas, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo. / Y al ver las multitudes, tuvo compasión de ellas; porque estaban desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen pastor” (Mateo 9:35,36). Pero esa compasión se vuelve bendición en el corazón de las personas solamente cuando dejamos que él haga los cambios necesarios en nuestra vida.
Amados hermanos, es lamentable para el corazón de Dios y el de su Hijo Jesucristo que una persona o grupo de personas no puedan darse cuenta de lo que Jesús es para la vida espiritual, social, físico, e incluso material. Es el Rey compasivo que trae paz y salvación a los que aceptan sus enseñanzas y su obra redentora. En medio de nuestras vivencias, aflicciones, problemas y sufrimientos que nos llegan en la vida, Jesús siente compasión por cada persona, pero espera que nuestra actitud sea no de rechazo sino de un anhelo de que él sea quien gobierne y tome el control de nuestra vida.
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En segundo lugar, observemos:
II.- ¿CÓMO DEBE SER CORRESPONDIDO?
La primera manera cómo debe ser correspondido es:
A.- CON OBEDIENCIA.
Al principio de la historia leemos que Jesús “…envió dos de sus discípulos, / diciendo: Id a la aldea de enfrente, y al entrar en ella hallaréis un pollino atado, en el cual ningún hombre ha montado jamás; desatadlo, y traedlo” (Lucas 19:29-30). Pero lo que quiero resaltar es la siguiente instrucción que Jesús le dio a sus dos discípulos: “Y si alguien os preguntare: ¿Por qué lo desatáis? le responderéis así: Porque el Señor lo necesita” (Lucas 19:31). Cuando Dios actúa como Rey con autoridad, no hay nada que cuestionar. Simplemente porque Dios así lo quiere, así tiene que ser o hacerse. Hay que dejar claro que en realidad Dios no tiene necesidad de nada, sino que todo lo creado, todo lo que existe es de Él, aunque el estado nos haya entregado un documento legal que nos otorgue la titularidad por ejemplo de nuestra vivienda, o así obtengamos la factura de nuestros bienes muebles, etc… Esto no hace que algo deje de ser de Dios, por lo que cuando Dios dice que algo necesita, porque es de Él, entonces, lo que está diciendo es que tenemos que poner a su servicio cualquier bien que ha estado bajo nuestra posesión y administración.
Amados hermanos, si Jesús es el Rey de nuestra vida, es necesario que cada uno tome en cuenta que Dios espera de nosotros, obediencia no a medias sino de manera completa e incondicional, pues nuestras posesiones, Dios las puede requerir para sus gloriosos propósitos como cuando Jesús requirió el pollino de aquellos ciudadanos, para realizar su entrada triunfal a Jerusalén y así manifestarse como el cumplimiento de la profecía que lo identificaba como el Rey mesiánico que Dios había prometido enviar a su pueblo. Cada quien debemos tener conciencia de que los bienes tanto muebles como inmuebles que poseemos y administramos deben estar al servicio de los propósitos de Dios. En la actualidad, el gran propósito de Dios es que el evangelio de su Hijo Jesucristo sea proclamado, y todo lo que tenemos debe estar disponible para ser usado para este glorioso propósito.
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B.- CON ALABANZA.
Mientras Jesús cabalgaba hacia Jerusalén la ciudad santa, San Lucas, primeramente nos dice que “…a su paso tendían sus mantos por el camino” (Lucas 19:36). San Mateo, igual que San Marcos, nos dicen que “…otros cortaban ramas de los árboles, y las tendían en el camino” (Mateo 21:8; Marcos 11:8). En la actualidad para acompañar a un personaje importante por lo menos se le consigue un vehículo adecuado, se contrata a una prestigiada compañía para un vehículo móvil de sonido, se revientan cohetes (voladores), le siguen grupos de batucadas, etc…, pero en el caso de la gente que acompañó a Jesús, se deduce de que no tenían para hacer más pomposa la marcha, sino que usaron solamente lo que tenían y lo más que pudieron añadir es cortando ramas del camino. Quizá es lo único que tenían, por lo que se puede apreciar que Jesús acepta la honra y alabanza cuando es nacido del corazón y es hecho aunque improvisadamente, y aunque no con gastos ni artículos extravagantes.
Otro detalle importante a observar es que: “Cuando llegaban ya cerca de la bajada del monte de los Olivos, toda la multitud de los discípulos, gozándose, comenzó a alabar a Dios a grandes voces por todas las maravillas que habían visto, / diciendo: ¡Bendito el rey que viene en el nombre del Señor; paz en el cielo, y gloria en las alturas!” (Lucas 19:37,38). Lo que aquí se resalta es que fueron específicamente los discípulos quienes se gozaban de este evento mesiánico, y fueron ellos quienes tuvieron la iniciativa de comenzar “a alabar a Dios a grande voces”. Aunque San Mateo relata que “la gente que iba delante y la que iba detrás aclamaba” (Mateo 21:9), y San Marcos relata que “los que iban delante y los que venían detrás daba voces” (Marcos 11:9), San Lucas es muy preciso no en negar lo que dicen Mateo y Marcos sino en especificar que fueron los discípulos quienes tuvieron la iniciativa de alabar a Dios, reconociendo que Jesús es “el Rey”, y no cualquier rey, sino “el rey que viene en el nombre del Señor”. Esto nos enseña que cada verdadero discípulo debe tener la iniciativa de alabar a Dios, antes que cualquier otra persona que no es o no ha querido ser discípulo de Jesús.
Finalmente es importante también que observemos lo que San Lucas nos dice acerca de un grupo religioso incrédulo de que Jesús sea el Rey y de que merece ser reconocido como tal. Dice San Lucas: “Entonces algunos de los fariseos de entre la multitud le dijeron: Maestro, reprende a tus discípulos. / Él, respondiendo, les dijo: Os digo que si éstos callaran, las piedras clamarían” (Lucas 19:39-40). Mientras los que son discípulos desean alabar y bendecir a Dios, los que no lo son hace cualquier manifestación para oponerse a que Jesús sea reconocido como Rey enviado de Dios. Sin embargo, ¿qué más se puede hacer por ellos, si su corazón es duro contra Dios y su Hijo Jesús? No se puede hacer nada para cambiar a la fuerza el corazón de personas duras contra Dios. Aunque la verdad del caso es que si los incrédulos llegaran a silenciar a los hijos de Dios, la misma naturaleza manifestaría su alabanza a Dios, pues hasta las piedras clamarían.
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CONCLUSIÓN: Amados hermanos, discípulos de Jesús, es un privilegio contar con un Rey enviado de Dios, un rey distinto a los regímenes terrenales, un rey humilde pero poderoso que no por la fuerza sino por la compasión vino para salvarnos principalmente de la tiranía de Satanás, y de la condenación eterna. Hoy merece toda nuestra obediencia y toda nuestra alabanza, primero porque por su origen es Dios, y segundo porque por su misión ha obtenido para nosotros, beneficios espirituales que no pueden ser obtenidos por medio de ninguna otra religión o persona sino solamente por medio de él. A él sea la gloria.
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