ES UN PRIVILEGIO TENER A JESÚS COMO REY, Por: Diego Teh.

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ES UN PRIVILEGIO TENER A JESÚS COMO REY

Zacarías 9:9; Lucas 19:38-46.

Predicado por primera vez por el Pbro. Diego Teh Reyes, en la congregación “Ebenezer” de la col. San José Tecoh, de Mérida, Yucatán; el día domingo 29 de Marzo del 2015, a las 18:30 horas; en recordatorio de la “entrada triunfal de Jesús en Jerusalén”, y en el marco de una reunión congregacional para elección de nueva directiva para esta congregación.

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INTRODUCCIÓN: Hoy celebramos el cumplimiento de la profecía que Dios comunicó a su pueblo mediante el profeta Zacarías, cuyas palabras fueron: “Alégrate mucho, hija de Sion; da voces de júbilo, hija de Jerusalén; he aquí tu rey vendrá a ti, justo y salvador, humilde, y cabalgando sobre un asno, sobre un pollino hijo de asna” (Zacarías 9:9).   Hoy celebramos con gratitud a Dios, porque tal rey anunciado, no fue un tirano como el de muchos reinos e imperios de aquellos tiempos, sino de un rey que debido a su naturaleza, enviado de Dios, se caracteriza de virtudes especiales de justicia, salvación, y humildad; por lo que si servir a un rey de por sí es un privilegio, resulta que es más privilegio servir a este rey excepcional que no solamente es el rey de los miembros terrenales de su pueblo, sino que al mismo tiempo es el Rey del reino de los cielos.

   Basado en la historia de la “entrada triunfal de Jesús” escrita según San Lucas, en el capítulo 19 versículos 28 al 46, y como una de todas las reflexiones que de ella puedan derivarse, les compartiré por medio de este mensaje, que es un privilegio aceptar y tener a Jesús como el Rey de nuestra vida.  /  ¿Cuáles son las razones por las que es un privilegio aceptar y tener a Jesús como el Rey de nuestra vida?  /  Aquí les comparto tres razones por las que es un privilegio aceptar y tener a Jesús como el Rey de nuestra vida.

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   La primera razón por la que es un privilegio aceptar y tener a Jesús como el rey de nuestra vida, es:

I.- PORQUE CONTAMOS CON SU COMPASIÓN POR LA FAMILIA.

      Había una profecía que apuntaba al evento que hoy recordamos como la entrada triunfal de Jesús que decía: “…he aquí tu rey vendrá a ti, justo y salvador” (Zacarías 9:9).   Quiero enfatizar que Jesús venía específicamente con la función de ser “salvador”, no como algunos lo entendieron pensando que los iba a salvar del dominio del imperio romano, organizando un ejército para expulsar a los romanos del territorio de los judíos, sino que sería “salvador” en el mismo sentido que un ángel le anunció a María acerca de su hijo Jesús diciéndole que “salvará a su pueblo de sus pecados” (Mateo 1:21).   Y en la historia de la entrada triunfal podemos observar que uno de los privilegios con el que puede contar una persona que acepta a Jesús como su rey (la verdad incluso si no le acepta) es su compasión, pues san Lucas nos dice en la narración acerca de Jesús que “…cuando llegó cerca de la ciudad, al verla, lloró sobre ella”  (Lucas 19:41).  ¿Quién rey siente tanta compasión por su reino que sea capaz de derramar lágrimas por la condición espiritual de las personas?  Él podía darse cuenta que la gente de Jerusalén no podía entender lo que en ese momento significaba su manifestación como Rey.  Mientras lloraba dijo las siguientes palabras: “Oh, si también tú conocieses, a lo menos en este tu día, lo que es para tu paz! Mas ahora está encubierto de tus ojos” (Lucas 19:42).  La compasión de Jesús se puede ver en el interés que tiene porque en la vida de cada persona haya una paz en todos los sentidos.  ¡Qué privilegio es que el Rey de reyes tenga compasión de un súbdito de su reino espiritual y celestial!

   Al mismo tiempo que Jesús manifestaba su compasión por cada habitante de Jerusalén, también estaba manifestando que su compasión abarca la vida familiar, pues para Jesús, la familia es importante.  Su compasión por la familia lo observamos en las siguientes palabras que no fueron una maldición sino una profecía que anunciaba el resultado final de un pueblo cuyos ciudadanos y cuyas familias enteras no valoraron la presencia y ministerio de Jesús entre ellos: Sus palabra proféticas para ellos fueron: “Porque vendrán días sobre ti, cuando tus enemigos te rodearán con vallado, y te sitiarán, y por todas partes te estrecharán,  /  y te derribarán a tierra, y a tus hijos dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, por cuanto no conociste el tiempo de tu visitación” (Lucas 19:43-44).   La ignorancia en cuanto a la presencia y ministerio de Jesús entre ellos, y la rebeldía de esta fracción de su pueblo contra Dios, trajo como 36 años después, consecuencias trágicas para las familias de Jerusalén en las que familias enteras que despreciaron el conocimiento de la visitación de Dios a través de Jesús, perecieron bajo el filo de la espada romana.  Jesús lloró en aquella ocasión porque no quería estas consecuencias para las familias de su pueblo, pero como 36 años después de aquella visita de Jesús a Jerusalén en la que lloró por las familias que la integraban, el general romano, Tito, destruyó toda esta ciudad, dejando a su paso la muerte como de 600 mil judíos.  Fue el resultado de un pueblo de individuos y familias que rechazaron el reinado de Jesús en sus corazones, por no querer salir de su ignorancia y rebeldía.

   Amados hermanos, la misión de Jesús como lo anunciaba la profecía de Zacarías, y como es anunciado por el ángel cuando nace Jesús es que él es el Salvador de su pueblo.  Quien no conozca, crea, y acepte esta misión de Jesús está en grave peligro no solamente por las consecuencias terrenales que le tocará vivir, sino que también está en grave peligro eternal, pues quien no conoce, ni cree, ni acepta su ministerio, ni vive conforme a las leyes de Su reino, no puede ser salvado ni de las consecuencias de su pecado, ni de la condenación eterna que pesa sobre tal persona.  Por eso, es importante que cada persona, se ocupe en procurar que cada miembro de su familia, valore y acepte la compasión de Jesús.  ¡Qué privilegio que Jesús el Rey del reino de los cielos tenga compasión por nosotros los pecadores juntamente con toda nuestra familia.  Es un privilegio, porque un rey cuando descubre la maldad, o la traición de alguno de sus súbditos, puede enviarlo a decapitar, ahorcar, o a traspasarlo a filo de espada, pero Jesús nos demuestra compasión, y busca nuestro bienestar personal y familiar.

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   La segunda razón por la que es un privilegio aceptar y tener a Jesús como el rey de nuestra vida, es:

II.- PORQUE PODEMOS SERVIR PARA PROPÓSITOS DIVINOS.

   Otro de los aspectos relevantes de la profecía con respecto a la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén es que dice: “…he aquí tu rey vendrá a ti, […] cabalgando sobre un asno, sobre un pollino hijo de asna” (Zacarías 9:9), sin embargo, no dice de dónde se tomará o quien proporcionará tal pollino.   Pero, al principio de la historia del cumplimiento de aquella profecía que se cumple en Jesús durante su entrada triunfal, leemos que Jesús “…envió dos de sus discípulos,  /  diciendo: Id a la aldea de enfrente, y al entrar en ella hallaréis un pollino atado, en el cual ningún hombre ha montado jamás; desatadlo, y traedlo” (Lucas 19:29-30).  Pero lo que quiero resaltar es la siguiente instrucción que Jesús le dio a sus dos discípulos: “Y si alguien os preguntare: ¿Por qué lo desatáis? le responderéis así: Porque el Señor lo necesita” (Lucas 19:31).  Esta instrucción de Jesús no indica que cuando Dios actúa en su calidad de Rey no hay nada que cuestionar.  Simplemente porque Dios así quiere que se haga algo, así tiene que ser o hacerse.   Eso implica que Jesús como Rey tiene que ser obedecido no a medias sino de manera completa, pues sus órdenes o leyes son para ser obedecidas por los que están bajo su mandato.  Sin embargo, esta obediencia y servicio a la vez es un privilegio.

   La historia se sigue desarrollando de la siguiente manera: “Fueron los que habían sido enviados, y hallaron como les dijo.  /  Y cuando desataban el pollino, sus dueños les dijeron: ¿Por qué desatáis el pollino?  /  Ellos dijeron: Porque el Señor lo necesita.  /  Y lo trajeron a Jesús…” (Lucas 19:32-35).   Estos dueños del pollino, tenían la opción de negar que se llevaran a su pollino para Jesús.  No es tan fácil que uno permita que algo que nos pertenece sea llevado para que otro tenga a su disposición, pero aquellos dueños del pollino simplemente entendieron que si era un asunto de servicio para Jesús quien era conocidísimo como predicador del evangelio del reino de Dios, entonces sería para ellos un gran privilegio poner algo que les pertenece a disposición de una causa que es nada menos que de Dios, por lo que dejaron sin queja ni reserva alguna que su pollino sea llevado por los apóstoles para ser usado por “el Señor”.

   Amados hermanos, hoy no tenemos pollinos que ofrecer a Jesús, pero después de esta predicación tendremos una reunión congregacional para elección de una nueva mesa directiva.  Cuando llegue el momento de la elección, si usted es propuesto para algún cargo directivo, tendrá como los dueños de aquel pollino, el privilegio de servir a los propósitos de Dios y de su Hijo aquí en este misma congregación.  Esperamos que la actitud de cada uno de los que sean propuestos, sea una actitud de anhelo por servir a Jesús, y mirar el servicio a él como un privilegio, y no como una pesada carga difícil de llevar, pues no se trata de servir a los ancianos ni a los pastores, ni a los diáconos, sino al Rey, a Jesús.  Cada directivo electo, desde esta congregación tendrá una oportunidad de servir al propósito de Dios para el extendimiento de su reino, el reino de los cielos en los corazones de las personas.

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   La tercera razón por la que es un privilegio aceptar y tener a Jesús como el rey de nuestra vida, es:

III.- PORQUE SOLAMENTE PIDE LO QUE UNO PUEDE DARLE.

   Uno más de los aspectos relevantes de la profecía con respecto a la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén es que la que describe al rey como “…humilde (Zacarías 9:9).  Parte de su humildad, y debido a que no era un Rey como los reyes de las naciones, no organizó un ejército militar, ni utilizó un caballo de raza y entrenado para eventos reales, sino que solamente ocupó un pequeño asno.  Por otra parte, se puede apreciar su humildad en su carácter que no es déspota ni tirano.  San Lucas nos narra que la gente que acompañaba a Jesús y la gente que le veía pasar en su entrada triunfal “…a su paso tendían sus mantos por el camino” (Lucas 19:36).   Además dice que: “Cuando llegaban ya cerca de la bajada del monte de los Olivos, toda la multitud de los discípulos, gozándose, comenzó a alabar a Dios a grandes voces por todas las maravillas que habían visto,  /  diciendo: ¡Bendito el rey que viene en el nombre del Señor; paz en el cielo, y gloria en las alturas!” (Lucas 19:37-38).  De toda esta narración podemos observar que Jesús como Rey no fue exigente con nadie, sino que solamente recibió lo que la gente tenía para darle: “Un pollino” (no caballos finos); “sus mantos” (no alfombras, es más alguno solo tendían ramas; Mateo 21:8; Marcos 11:8); y alabanzas “a grandes voces”.   ¡Qué privilegio es tener un Rey como Jesús, cuya preocupación no es recibir, sino dar salvación y vida!

   Amados hermanos, en verdad es un privilegio tener a Jesús como Rey, pues para darnos salvación, tuvo que ser crucificado para pagar nuestros pecados.  Es un precio caro que el Rey pagó y que hoy cada persona debemos valorar.  Quizá alguien diga, pues yo no necesito de Jesús, por lo que sería mejor que Dios me quite la vida y derrame mi sangre para que me cobre mi pecado; pero en este caso, ninguna vida ni sangre humana sirve para pagar pecados, porque Dios exigía la santidad de la vida de la persona quien se ofreciera para pagarlo, y eso, desde que el ser humano es pecador no tiene la santidad necesaria en sí mismo para que su vida y sangre pueda ser el precio del pago por sus pecados.  Pero, además, la buena noticia es que Dios ya ni exige ni acepta más pagos, porque ya no es necesario, pues la persona de su Hijo Jesucristo, vivió la santidad necesaria, por lo que su muerte fue suficiente para que los pecados de los seres humanos sean pagados.  ¡Qué privilegio es tener como Rey a Jesús, quien en vez hacernos sus tributarios, al contrario, gestiona todos los beneficios del amor de Dios para nosotros!    Así que, suficiente motivo y privilegio tenemos para considerar por gratitud darle a Jesús la alabanza y todo lo que somos y tenemos.

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CONCLUSIÓN: Amados hermanos, verdaderamente ¡es un privilegio tener a Jesús como Rey!.  Jerusalén, la ciudad santa que Dios escogió para manifestar su presencia, debió ser la ciudad más receptiva hacia Jesús, quien era el divino Emmanuel, o sea, la mismísima presencia de Dios entre ellos, pero solamente unos cuantos le recibieron como Rey, y una inmensa mayoría no le recibieron (Cf. Juan 1:11,12).

  Las palabras de Jesús durante su entrada triunfal que decía: “Oh, si también tú conocieses, a lo menos en este tu día, lo que es para tu paz! Mas ahora está encubierto de tus ojos” (Lucas 19:42), seguía vigente para los habitantes de Jerusalén no solo durante aquel día domingo, sino para cada día de aquella semana conocida como semana de la pasión de Jesús, y hasta para el día de hoy.   Sin embargo, es evidente que la gente no quería quitarse las vendas que les encubría los ojos para no darse cuenta que entre ellos estaba nada menos que Dios mismo el Rey Divino.  Ni en el día y momento de la crucifixión de Jesús (cinco días después), quisieron reconocerle como tal, pues aunque a manera de burla, Pilato entre su ignorancia mandó a poner sobre la cruz de Jesús durante más de tres horas, un letrero que decía: “ESTE ES JESÚS, EL REY DE LOS JUDÍOS” (Mateo 27:37), fue solamente uno de los ladrones crucificados junto a Jesús, quien arrepentido de sus fechorías le reconoció como Rey cuando le dijo: “Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino” (Lucas 23:42).

   Hoy, invito a quien no está dejando que Jesús sea el Rey que gobierne su vida con las leyes del reino de los cielos, que deje que él tome el control de su vida.  Quienes hemos tomado esta decisión, nos damos cuenta de que es un verdadero privilegio.  Hoy usted puede comenzar a disfrutar el reino de Dios en su corazón. Rinda a Jesús ese corazón que no ha tenido respeto a las leyes de Dios hace y deshace para su propia satisfacción temporal, para que una vez rendido y sometido al Rey del Universo, usted pueda hacer todas las cosas obedientemente y para la gloria de Dios.

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