EL MATRIMONIO QUE A DIOS LE AGRADA
Efesios 5:21-33.
Predicado por primera vez por el Pbro. Diego Teh Reyes, en la iglesia “El Divino Salvador” de Mérida, Yucatán; el día domingo 03 de Mayo del 2015, a las 18:00 horas, como segundo subtema de la serie: EL MATRIMONIO A LA LUZ DE LA BIBLIA.
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INTRODUCCIÓN: El título de este mensaje EL MATRIMONIO QUE A DIOS LE AGRADA, sugiere que hay matrimonios que a Dios no le agrada. Esto debe ponernos a cada matrimonio a analizar si el nuestro está siendo agradable a Dios o no. Según la Biblia: (1) Adán y Eva, primer matrimonio del mundo dejó de agradar a Dios cuando ambos decidieron hacerle caso al ser que los tentó convenciéndose de que no tiene nada de malo desobedecer a Dios, y entonces juntos decidieron comer el fruto prohibido, siendo este el primer pecado que arruinó a toda la humanidad, y cuyas consecuencias alcanzan hasta a los matrimonios de la actualidad. De la misma manera, ahora hay matrimonios que aun profesando la fe cristiana, ambos se ponen de acuerdo para hacer algo que no es agradable a la vista de Dios. Un matrimonio como este, no puede agradar a Dios con sus acciones. (2) Ananías y su esposa Safira, ambos se pusieron de acuerdo para no ser honestos para con Dios y su iglesia mintiendo que estaban entregando todo lo que habían prometido donar por la venta de una propiedad, pero no era cierto, sino solamente entregaron una parte, por lo que el desagrado de la acción de este matrimonio ante Dios causó que ellos perdieran la vida. Un matrimonio como este, si es capaz de querer engañar a Dios, ¿cómo tratarían a los demás y cómo se tratarían entre ellos mismos? Sin duda que el engaño mutuo no faltará entre ellos. / Pero no solamente en la Biblia tenemos ejemplos, sino que en la vida real de los matrimonios que han pasado a formar parte de las iglesias locales (no se limita a la que pertenecemos), podrían haber matrimonios que no están agradando a Dios con sus acciones.
Pero en este mensaje no voy a hablar más de los matrimonios que no agradan a Dios, sino acerca del MATRIMONIO QUE A DIOS LE AGRADA, y para ello utilizaré como fundamento la epístola del apóstol Pablo a los Efesios 5:21-33, el cual nos enseña que el matrimonio que a Dios le agrada se distingue por sus características fundamentales. / ¿Cuáles son las características fundamentales que distingue a un matrimonio que a Dios le agrada? / A través de este mensaje les compartiré algunas de las características fundamentales que distingue a un matrimonio que a Dios le agrada.
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La primera característica que distingue a un matrimonio que a Dios le agrada es:
I.- QUE SU PRINCIPIO FUNDAMENTAL ES EL TEMOR DE DIOS.
Lo primero que observaremos en el texto son las palabras que imperativamente dicen: “Someteos unos a otros en el temor de Dios” (v. 21). Someterse es una palabra y una acción que a ningún hombre y a ninguna mujer les parece muy conveniente, pero en el cristianismo es un mandato que debe practicarse. Obviamente no se trata de usar la prepotencia en contra de otra persona, esperando que a uno le toque el turno para que otra persona le someta bajo su capricho personal. Cuando dice: “Someteos unos a otros” no quiere decir que yo te someto y tú me sometes, sino que solamente está indicando que donde hay necesidad de estar bajo autoridad como es ante un magistrado, ante un padre, ante un esposo, ante un maestro, ante un anciano, ante un pastor, etc… es bajo esa circunstancia que es necesario estar sometido, pero bajo un parámetro muy importante que es no como se le ocurra a la autoridad correspondiente sino “en el temor de Dios”. Esta es la norma del sometimiento cristiano, lo cual significa que será no bajo el capricho o ocurrencia de alguna persona, sino que solamente bajo lo que Dios establece como justo que deba ser obedecido. Vivir bajo el temor de Dios es estar pendientes de que cada acción que uno realiza no ofenda el santo nombre de Dios.
El matrimonio que a Dios le agrada tiene que vivir bajo este principio del temor de Dios, y la esposa está obligada delante de Dios a obedecer a su esposo, siempre y cuando las palabras, consejos, y demás instrucciones que reciba estén normadas “en el temor de Dios”, por lo que si no se somete al temor de Dios, dice el apóstol Pablo a los romanos “que quien se opone a la autoridad, a lo establecido por Dios resiste” (Romanos 13:2). Cuando la esposa no se somete a este orden “en el temor de Dios”, ha dejado de agradar a Dios desde el vínculo matrimonial aunque en la iglesia parezca ser la más sometida a las cosas de Dios. Cuando el esposo abusa de su privilegio como cabeza del hogar, sometiendo injusta y pecaminosamente a su esposa bajo sus caprichos personales, este deja de agradar a Dios desde el vínculo matrimonial aunque en la iglesia sea el pastor, el anciano o diácono, o una persona que se ostente como muy espiritual. Pero en realidad, no se puede ser un buen cristiano, ni buena cristiana, si en el matrimonio no vive “en el temor de Dios”. El temor de Dios no solamente es cuestión del templo, sino también del matrimonio.
Amados hermanos, la primera característica que distingue a un matrimonio que a Dios le agrada es que su principio fundamental es “el temor de Dios”. Cualquier acción tanto del esposo como de la esposa que no sea hecho “en el temor de Dios”, hacen que uno ofenda a Dios y por lo tanto uno de los cónyuges o ambos cónyuges no agrade a Dios, y cuando los dos cónyuges no actúan “en el temor de Dios” se puede decir que el matrimonio está dejando de agradar a Dios, lo cual debemos procurar evitar. Así que por medio de este mensaje, animamos a cada hombre y mujer casados que vivan su matrimonio bajo el principio fundamental que es “el temor de Dios”.
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La segunda característica que distingue a un matrimonio que a Dios le agrada es:
II.- QUE SU VINCULO FUNDAMENTAL ES LA SUJECIÓN AL SEÑOR.
Es importante observar que en el plan de Dios, en todas las cosas comenzando en la divinidad misma, hay vínculos de sujeción. El apóstol Pablo, hablando de Dios mismo en relación con Hijo Jesucristo, dice que “Dios (es) la cabeza de Cristo” (1 Corintios 11:3), y que Dios a Cristo “todas las cosas las sujetó debajo de sus pies” (1 Corintios 15:27). Pero de manera más específica, Pablo dice de Cristo a los Efesios que “Cristo es cabeza de la iglesia” (Efesios 5:23), y a los Corintios les dice también que “Cristo es la cabeza de todo varón” (1 Corintios 11:3). El apóstol Pedro en sus escritos dice también acerca de Jesús, que “habiendo subido al cielo está a la diestra de Dios; y a él están sujetos ángeles, autoridades y potestades” (1 Pedro 3:22). Con estas palabras se puede ver que Dios estableció la existencia de un orden en el que Cristo es el centro en el que deben converger todas las cosas para sujetarse a él, y así todo lo que está sujeto a Cristo, lo está también a Dios el Padre. Y aquí en la tierra, también todo debe estar bajo sujeción, pues el apóstol Pedro dice con respecto a las relaciones laborales, “Criados, estad sujetos con todo respeto a vuestros amos; no solamente a los buenos y afables, sino también a los difíciles de soportar” (1 Pedro 2:18); y con respecto a los jóvenes, dice también “Igualmente jóvenes, estad sujetos a los ancianos; y todos, sumisos unos a otros, revestíos de humildad” (1 Pedro 5:5). No hay área de la existencia divina, universal, cósmica, terrena, humana, eclesiástica, familiar, y hasta personal que no deba estar sujeta a alguna autoridad que no se constituye sola sino que es establecida por Dios. En el sistema divino, para que en todo haya buenos resultados, en todo tiene que haber sujeción, incluyendo el matrimonio en esta lista.
Es en ese contexto de que todo debe estar bajo sujeción, que las Sagradas Escrituras, a través del apóstol Pablo en su epístola a los Efesios dice a las esposas que “Las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor” (Efesios 5:22). Obviamente se refiere a las casadas cristianas que por su fe personal en el Señor Jesucristo, saben que están sujetas a obedecer a Dios, y se esfuerzan con toda entrega y devoción a obedecerle. Pero también se les ordena que así como saben que están sujetas al Señor, estén también sujetas a sus propios maridos, obviamente cuando el marido está sujeto a Cristo. Pero si el marido no está sujeto a Cristo, la esposa siempre tiene el deber de ser respetuoso y obediente a su esposo siempre y cuando él no la obligue a desobedecer a Dios. El punto relevante aquí es que la sujeción de la esposa es “como al Señor”.
Amadas hermanas, es importante que todas entiendan y comprendan lo que el apóstol Pablo enseñó a los Efesios y a los Corintios, diciéndoles: que “el marido es cabeza de la mujer” (Efesios 5:23), y a los Corintios que “el varón es la cabeza de la mujer” (1 Corintios 11.3). Estas palabras nos indican que es el plan de Dios que las casadas estén sujetas a sus esposos, quienes deben estar sujetos a Cristo como Cristo está sujeto a Dios. Si un hombre casado reclama este privilegio divino, debe al mismo tiempo demostrar que también él mismo se está sujetando a Cristo, sino él no estará agradando a Dios por medio de su matrimonio. Y si una casada no se sujeta a su marido que está sujeto a Cristo, tampoco ella estará agradando a Dios. Así que esto nos debe dejar bien claro que la segunda característica que distingue a un matrimonio que a Dios le agrada es que su vínculo fundamental es la sujeción al Señor.
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La tercera característica que distingue a un matrimonio que a Dios le agrada es:
III.- QUE SU AFECTO FUNDAMENTAL ES EL AMOR AL CÓNYUGE.
Ahora, dirigido a todos los que son esposos, especialmente a los esposos cristianos, el apóstol Pablo les dice: “Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella,” (Efesios 5:25). Y luego de explicar cómo Cristo amó a la iglesia, añade: “Así también los maridos deben amar a sus mujeres como a sus mismos cuerpos. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama” (Efesios 5:28). E insistentemente, el apóstol Pablo, luego de explicar un poco más sobre el misterio del amor de Cristo por su iglesia, vuelve a repetir la misma exhortación, diciendo, “Por lo demás, cada uno de vosotros ame también a su mujer como a sí mismo; y la mujer respete a su marido” (Efesios 5:33). Esto es lo mejor que un esposo puede hacer: Amar a su mujer; primero, porque es una manera de demostrar que el esposo está entendiendo el amor incondicional de Cristo a su favor; y segundo, porque finalmente, amar es hacerse un bien a uno mismo. El mandato de tener que amar a la esposa, está indicando que aunque el hombre casado recibe de parte de Dios un privilegio divino de tener autoridad o ser cabeza de su matrimonio, al mismo tiempo está obligado delante de Dios y a favor de su esposa para compartirle todo el amor que ha recibido de Dios.
El matrimonio, desde el momento que fue establecido por Dios desde el Edén, fue especialmente con el propósito de que el hombre demostrara a su mujer la máxima capacidad con la que fue creado. La mayor de las virtudes que fue dada a Adán, y por consecuencia a todo varón es el la capacidad de amar. El amor del marido hacia su mujer fue desde el principio el prototipo del amor de Dios por medio de Jesús hacia el pecador, por quien Jesús fue capaz de amar y entregar su vida en la cruz para salvarle de la condenación eterna. Pero obviamente, amar no es solamente un deber del marido sino también de la esposa. Así que para ser un matrimonio que agrada a Dios, hay que expresar al máximo este afecto fundamental que es el amor hacia el cónyuge.
Amados hermanos, la tercera característica que distingue a un matrimonio que a Dios le agrada es que su afecto fundamental debe ser el amor hacia el cónyuge. Aquellos que todavía no han entrado a la relación matrimonial, e incluso aquellos que están dando los pasos necesarios para ese fin, los invito a que consideren que si esperan tener un matrimonio que agrade a Dios, tienen que aprender a amar. Ninguno de los que hemos tenido el privilegio de entrar a esta santa relación del matrimonio, debe hacer uso de imposiciones, amenazas, chantajes, condiciones, ni de presiones sicológicas, sino que solamente debemos expresar amor incondicional, basado en una comprensión y experiencia del amor salvador de Dios en nuestro corazón. Si alguien todavía tiene arraigado los malos hábitos que no expresan el divino amor incondicional que debe reinar en el matrimonio, es tiempo oportuno de irse alimentando del amor de Dios que desencadenará en un amor personal capaz de amar al cónyuge.
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La cuarta característica que distingue a un matrimonio que a Dios le agrada es:
IV.- QUE SU OBJETIVO FUNDAMENTAL ES LA SANTIDAD.
En la explicación anterior, observamos que el afecto fundamental que se debe compartir en el matrimonio es el amor al cónyuge, pero en esta cuarta característica que voy a explicar ahora, observaremos cuál es el objetivo por el cual se debe vivir en el matrimonio con amor. Observando con atención, leemos que el texto dice: “Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, / (aquí se describe el objetivo) para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra, / a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha” (Efesios 5:25-27). El objetivo de Cristo es la santidad de la iglesia, y el objetivo del marido cristiano es que su matrimonio también sea santo. Eso no descarta la responsabilidad de la esposa cristiana que también debe cooperar para tener un matrimonio santo.
Gary Thomas, un autor cristiano, en su libro EL MATRIMONIO SAGRADO, citando a otro escritor cristiano del siglo XVII, Francis de Sales, plantea una propuesta interesante en cuanto al matrimonio, la cual consiste en ¿qué tal si Dios diseñó el matrimonio más para hacernos santos que para hacernos felices? La santidad no es un asunto meramente eclesiástico, sino que desde que Dios ha estado formándose un pueblo en esta tierra, desde el principio, a su pueblo Israel le estableció la ley conocida como los Diez Mandamientos. No se trata solamente de una ley que Jesús nos indica que se puede resumir en amar a Dios y amar al prójimo, sino que cada uno de tales mandamientos, es un mandato para vivir en santidad cada aspecto tanto de la relación con Dios como con el prójimo. El mandamiento “No cometerás adulterio” (Éxodo 20:14), es solamente un aspecto de la santidad en el matrimonio. La iglesia del Nuevo Testamento, desde que Cristo “se entregó a sí mismo por ella” fue “para santificarla”, y lo sigue haciendo hasta el día de hoy “por la palabra” (Efesios 5:25). El matrimonio cristiano es un núcleo importante de la iglesia que no puede quedar ajena a la vida de santidad. La palabra de Dios debe estar presente en el matrimonio, no solamente para su lectura sino para su obediencia, lo que lo seguirá santificando. Un matrimonio que obedece la palabra de Dios es santificado cada día. El objetivo del matrimonio no es solamente recibir interesadamente beneficios personales sino darse a sí mismo al cónyuge en amor, pero también somos responsables de velar que ambos cónyuges sean santos a la vista de Dios. Un matrimonio que no vive obedeciendo a Dios, no puede ser santo, y un matrimonio que no es santo y que no busca su santificación tampoco puede agradar a Dios.
Amados hermanos, con esta explicación concluyo que la cuarta característica que distingue a un matrimonio que a Dios le agrada es que su objetivo fundamental es la santidad. No hemos sido llamados a ser solamente románticos para con nuestro cónyuge, sino que hemos sido llamados para ser santos. Consideremos que el apóstol Pablo le dice a los Tesalonicenses que “Pues no nos ha llamado Dios a inmundicia, sino a santificación” (1 Tesalonicenses 4:7). Cada matrimonio, tenemos que ponernos de acuerdo con nuestro cónyuge sobre cómo llevar una vida santa como matrimonio. Es en el núcleo matrimonial donde comienza la santidad, no en la universalidad ni en la iglesia local. No se puede ser santo en la iglesia, y no serlo en el matrimonio. Trabajemos en este aspecto de la santidad en nuestro matrimonio.
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La quinta característica que distingue a un matrimonio que a Dios le agrada es:
V.- QUE SU UNIÓN FUNDAMENTAL ES SOLAMENTE CON SU CÓNYUGE.
Casi para finalizar, observemos que hay una instrucción no menos importante que se da a toda persona, hombre o mujer que desea entrar a la santa relación del matrimonio. La instrucción dice: “Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne” (Efesios 5:31). ¿Quién debe dejar a su padre y a su madre? No solo el hombre sino también la mujer. Ni el hombre debe condicionar a su mujer de que ambos vivirán en el hogar e sus padres, ni tampoco la mujer debe condicionar a su esposo que ambos vivirán en el hogar de sus padres. Una de la razones es, porque ambos deben vivir la cadena de sujeción establecida en las Sagradas Escrituras, en el que la esposa debe estar sujeta a su marido, y el marido a Cristo; pero cuando se vive bajo el hogar ya sea de los padres del esposo o de la esposa, en la mayoría de los casos, aunque el padre de familia donde viven ya no esté con ellos, muchas veces no es el esposo del nuevo matrimonio el que toma la responsabilidad de dirigir su matrimonio, sino que en muchos casos es el padre-suegro y/o la madre-suegra quienes imponen sus reglas. Cuando el esposo o la esposa da paso a la intervención de sus respectivos padres, esta interrupción del orden divino de sujeción, no es agradable a los ojos de Dios, pues ni el esposo ni la esposa se casó con el suegro o la suegra, por lo que no hay ninguna obligación de quedar retenido como si uno todavía estuviera sujeto al derecho de la patria potestad. Esto no es una práctica que haga agradable a un matrimonio delante de Dios. El matrimonio que agrada a Dios tiene que dejar esta relación paternalista o maternalista, y vivir una unión propia, exclusiva, autónoma sin intromisión de personas o imposiciones ajenas, que se quieran o no, llegan momentos cuando intencionalmente o sin querer, uno o ambos queden sometidos bajo quien no deberían estar sometidos.
Cuando la instrucción comienza diciendo que “Por esto dejará…”, ¿a qué “por esto” se refiere? Es necesario observar que el apóstol Pablo estaba hablando de que el marido debe amar a su mujer de una manera tan similar como Cristo amó a la iglesia dando no solamente su propia vida, sino dando más de sí mismo para santificarla y presentarla a Dios sin mancha ni arruga todos los días. Después de observar este contexto, entonces podemos entender que el apóstol está diciendo que por amor del esposo a la esposa, y luego también por amor de la esposa al esposo, es necesario estar preparados para enfrentar esta circunstancia que generalmente los recién casados tienen que enfrentar para que desde el principio agraden a Dios en su proceder y sujeción según el orden divino.
Amados hermanos, con esta explicación enfatizo que la quinta característica que distingue a un matrimonio que a Dios le agrada es que su unión fundamental no es con los parientes políticos ni familiares sino que es solamente con su cónyuge.
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CONCLUSIÓN: Amados hermanos, el matrimonio es la institución más difícil de la vida humana, pero no por eso no se pueda agradar a Dios por medio de ello. En verdad, es allí donde primeramente se pone a prueba el verdadero “temor de Dios”, la “sujeción al Señor”, el “amor al cónyuge”, “la santidad”. Es hasta después de vivirlo en el matrimonio, que se puede vivir estas virtudes en la comunión de la iglesia como cuerpo de Cristo. No puede ser primero o solo en la iglesia porque se puede decir que hay una hipocresía de por medio, o una incongruencia entre lo que se cree y lo que se vive. El matrimonio es la institución divina que debe servirnos para ponernos de acuerdo no para cosas malas o desagradables sino para alejarnos de todo aquello que pudiese ofender a Dios.
Dios quiera que cada uno de nosotros, hombres y mujeres creyentes, nos preocupemos por tener un matrimonio que agrade a Dios. Estoy seguro que eso si bien no es determinante, contribuirá para que nuestro hijos conozcan por lo menos un ejemplo tan cercano, de cómo deberán ellos proceder cuando tengan el privilegio de ser cristianos, esposos y esposas. Mientras tanto, ahora, somos nosotros que debemos agradar a Dios, primero, a partir del matrimonio, y luego a partir de la iglesia.
Dios no se equivoca, palabra perfecta de nuestro Señor Jesucristo. Pero los matrimonios cristianos. ¿Por qué no agradan a Dios? ¿Qué esta pasando?
El matrimonio como al inicio se dice siempre a sido la desobediencia, la rebeldía, y continuamos así hasta que comprendemos las palabras de nuestro padre misericordioso , solamente cuándo buscamos la conexión perfecta con él podemos entender las maravillas que podemos recibir
Trato de entender cómo debemos agradar a Dios con el matrimonio.
Pero quien tiene la autoridad para bendecir esa unión, cual sería El Paso a seguir para consagrar esa unión, muchos dicen haz, pero no todos dicen como formalizar un sacramento donde la unión por casarse agrade a Dios. En lo legal hay procedimiento para formalizar un estatus., en lo religioso catolico hay una bendición., pero cuál es el casamiento que le agrada a Dios., que fundamentalmente hay que seguir para ser mejor delante de los ojos De Dios.