DESTRUID ESTE TEMPLO
Juan 2:13-22.
Predicado por primera vez por el Pbro. Diego Teh Reyes, en la congregación “Ebenezer” de la col. San José Tecoh, de Mérida, Yucatán; el día sábado 16 de Mayo del 2015, a las 19:00 horas; en el culto de acción de gracias por el XV Aniversario de esta congregación.
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INTRODUCCIÓN: En la antigüedad el templo de Dios en Jerusalén fue destruido por órdenes del rey emperador Nabucodonosor de Babilonia; pero casi un siglo después, gracias a un tal Zorobabel fue reconstruido. Luego de su reconstrucción fue profanado por el griego rey de Siria Antíoco Epifanes quien colocó en el templo una estatua del dios griego Zeus, y sacrifica un cerdo en el altar; pero poco tiempo después, gracias a Judas Macabeo el templo y el altar fue otra vez reconsagrado. Poco antes de Jesús aquel templo fue demolido por completo (en acuerdo con los judíos) pero reconstruido (por conveniencia política) por órdenes del ídumeo rey Herodes el Grande, quien en aquel tiempo gobernaba toda Judea. En la actualidad, ¿a quién se le ocurriría mandar a destruir un templo dedicado al servicio del único Dios vivo y verdadero? Quizá a los extremistas islamistas; quizá a las autoridades competentes si no se cumplen los requisitos legales, urbanos, y municipales; y quizá los ingenieros o arquitectos que saben acerca del vencimiento de las estructuras y materiales de su construcción. Pero Jesús, ¿mandaría a destruir un templo, no siendo ni ingeniero, ni arquitecto, ni juez, etc…? ¿Qué razones tendría?
Hoy he escogido un texto bíblico un poco difícil de interpretar, del cual he deducido la predicación de este culto de acción de gracias por el aniversario de esta amada congregación. Se trata del relato de la primera de las dos ocasiones que Jesús realizó la purificación del templo de Jerusalén, en el que San Juan nos narra que en algún momento de este evento de purificación, él se dirige ante los comerciantes y administradores del templo de Jerusalén, a quienes les dice lo que nadie esperaba escuchar: “Destruid este templo, y en tres días lo levantaré” (Juan 2:19). Apoyados en el contexto del v. 21 pareciera que Jesús se estaba refiriendo totalmente a su cuerpo, pero comparto la idea de quienes entienden que la primera parte de la frase se refiere al templo de Jerusalén, cuando dice: “Destruid este templo”; y que la segunda parte de la frase se refiere a su cuerpo cuando dice: “y en tres días lo levantaré”[1]. Sin duda, estas palabras de Jesús, contienen un anuncio acerca de su muerte y resurrección que ninguna persona del público entendió en aquel momento, incluso ni sus propios discípulos lo entendieron sino hasta casi tres años después cuando ya hubo muerto y resucitado. Pero, como estas palabras fueron dichas por Jesús como tres años antes de su muerte y resurrección no en un momento formal de enseñanza acerca de la resurrección ni de su propia muerte y resurrección, sino en un momento de exhortación por haber convertido el templo en un mercado ¿qué significado inmediato debió tener para los judíos que se encontraban allí reunidos habiendo presenciado la purificación del templo, y escuchado que Jesús también les haya citado una frase del salmo 69:9 que dice: “El celo de tu casa me consume” (Juan 2:17).
Para propósitos de este mensaje, no voy a predicarles acerca de la resurrección de Jesús, ni de la purificación del templo, ni de la mercadería que se hacía en aquel templo, ni del celo de Jesús por la casa de Dios; sino que solamente voy a centrar la atención en los conceptos que implica las palabras “Destruid este templo” con las que Jesús instruyó a los judíos, con el objetivo de exhortarlos a no desviarse del cumplimiento de los propósitos de Dios. / ¿Qué conceptos implica la instrucción de Jesús cuando dijo “Destruid este templo”, que deben ser tomados en cuenta para no desviarse del cumplimiento de los propósitos de Dios? / Durante el desarrollo de este mensaje, les iré indicando solamente dos de tales conceptos.
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El primer concepto que implica la instrucción de Jesús cuando dijo “Destruid este templo”, y que se debe tomar en cuenta para no desviarse del cumplimiento de los propósitos de Dios, es que:
I.- A DIOS NO LE INTERESA TANTO LAS CONSTRUCCIONES SINO LA SALVACION Y ESPIRITUALIDAD DE LAS PERSONAS.
En una ocasión durante el ministerio de Jesús, cuando él y sus discípulos salieron del templo de Jerusalén, nos relata San Marcos que “…le dijo uno de sus discípulos: Maestro, mira qué piedras, y qué edificios. / Jesús, respondiendo, le dijo: ¿Ves estos grandes edificios? No quedará piedra sobre piedra, que no sea derribada” (Marcos 13:1,2). Lo que podemos observar de esta conversación entre Jesús y uno de sus discípulos es que las personas (como el discípulo de esta historia), tenemos la tendencia de impresionarnos en las construcciones, sobre todo si son hechas con una ingeniería y arquitectura extraordinaria o moderna. El mismo discípulo que le hizo su observación a Jesús, dijo: “Maestro, mira qué piedras y qué edificios”. El discípulo no se refirió a otras construcciones alrededor del templo de Jerusalén, sino a los edificios que formaban toda la unidad del templo. Pero la respuesta de Jesús, que quizá no era lo que esperaba escuchar aquel discípulo, fue: “¿Ves estos grandes edificios? No quedará piedra sobre piedra, que no sea derribada”. Con estas palabras, Jesús estaba comunicándole al discípulo que no se deje impresionar por un simple edificio, pues lo más importante de un templo, no es su construcción sino la espiritualidad de las personas. Jesús le informa a este discípulo que los edificios impresionantes de aquel templo serán finalmente destruidos, en los que “no quedará piedra sobre piedra, que no sea derribada”.
El hecho de que Jesús, de todas las ocasiones que durante su ministerio hizo mención acerca de la destrucción de aquel templo, en ningún momento haya demostrado algún interés por evitar su destrucción, sino que al contrario se atrevió incluso a decir “Destruid este templo”, con esto estaba indicando que aunque el templo en aquel entonces tuviera su razón de ser, lo más importante no era el templo sino la espiritualidad de las personas. A Dios mismo no le dolería en el corazón que su propio templo sea destruido las veces que sea y por cualquiera que sea la razón, pero siempre le ha dolido en el corazón que las personas rechacen su propia presencia y salvación ofrecida por Él. Podemos recordar que cuando Dios sacó de Egipto a los Israelitas, les ordenó construir un templo transportable llamado Tabernáculo de reunión, finalmente después de su ciclo de funcionamiento por casi cuatrocientos años, Dios lo hizo desaparecer porque no era más importante. Luego, Dios permitió la construcción de templo establecido con cimientos y con muchos ornamentos preciosos de oro, plata, madera, etc… que fue conocido como el templo de Salomón por haber sido bajo su mandato que se construyó; pero después de otros casi cuatrocientos años, también fue destruido (en 606 a.C) por Nabucodonosor un rey emperador extranjero de Babilonia, sin que Dios evitara su destrucción, pues tampoco sería más necesario ni importante. Este templo de Salomón fue reconstruido por Zorobabel (515 a. C), pero fue profanado siendo reconsagrado de nuevo por Judas Macabeo (165 a. C). El templo de la época de Jesús, fue una reconstrucción del mismo templo de Salomón demolido pero reconstruido por Herodes el Grande, del cual Jesús en muchas ocasiones dijo que también este templo sería destruido, pues no siendo más importante ni necesario, fue destruido por el general romano Tito en el año 70 d.C., y en su lugar el día de hoy existe una mezquita musulmana. Dios, nunca en la historia se interesó en conservar construcciones cúlticas, aunque por medio de ellas solía manifestar su presencia en medio de su pueblo y de este mundo. Es más, desde el año 33 d. C al momento de la muerte de Jesús en la cruz, tras el rasgamiento del velo colocado en aquel templo, se acabó la razón de su existencia, sin que a Dios ni a su Hijo les diera algún pesar por ello, pues el reino de Dios se estaría edificando no en edificios terrenales sino en vidas y corazones humanos.
Amados hermanos, como congregación o iglesia de Jesucristo fuimos llamados también para interesarnos juntamente con Jesús primeramente por la salvación de las personas, y si luego tenemos que construir un lugar donde reunirnos, eso es secundario y se hace después. No hagamos como los que ponen su visión solamente en construcción de edificios, amueblándolos incluso con preciosas bancas y asientos, pero sin haber en ellas personas que las ocupen. A Dios le interesa primeramente la salvación y espiritualidad de las personas, por eso el apóstol Pablo, en vez de enfocar la atención de los Corintios hacia la construcción de edificios, les dice que: “…vosotros sois […] edificio de Dios” (1 Corintios 3:9); y el apóstol Pedro hace lo mismo cuando dice a los creyentes en general que: “vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo” (1 Pedro 2:5). Esta congregación Ebenezer, debe ocuparse primeramente en construir vidas compartiéndoles a Cristo, y edificarlas para alabanza de Cristo. Construir el edificio será un efecto necesario pero secundario.
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El segundo concepto que implica la instrucción de Jesús cuando dijo “Destruid este templo”, y que se debe tomar en cuenta para no desviarse del cumplimiento de los propósitos de Dios, es que:
II.- A DIOS NO LE INTERESA TANTO EL PASADO SINO LA VISIÓN Y MISION DE SU PUEBLO.
Es verdad que al pueblo de Israel le dijo en muchas ocasiones que se acuerden del pasado, pero no para celebrar con orgullo aquel pasado, sino solamente para tomar en cuenta todas aquellas cosas y experiencias buenas y útiles para mantenerlas vivas en el presente y que sirvan para lograr metas en el futuro. En la historia de la primera purificación que Jesús hizo en el templo de Jerusalén, en el que dijo a los presentes: “Destruid este templo”, vemos que la reacción inmediata de los judíos, fue: “En cuarenta y seis años fue edificado este templo,…” (Juan 2:20). Creo que no lo dijeron con vergüenza por haber sido una construcción que se realizó con mucha lentitud, sino que lo dijeron con mucho orgullo, pues aunque fue construido durante tantos años, su resultado era un templo sin duda grandemente majestuoso y altamente impresionante. Estaban orgullosos de un edificio con historia. Es más, ¿quién sabe cómo es que no se remontaron a decir que todo inició desde Moisés casi 1500 atrás, o desde Salomón casi mil años atrás? Según datos históricos, el templo del que estamos hablando, ha sido llamado a veces como Templo de Herodes, aunque mayormente se le conoció como “El Segundo Templo”, que solamente fue la reconstrucción del templo de Salomón que fue totalmente demolido y reconstruido bajo órdenes del Herodes el Grande. Los trabajos de reconstrucción comenzaron en el año 19 a.C; por lo que si su construcción duró 46 años, debió entonces terminarse cuando Jesús todavía tenía 27 años, o sea, tres años antes de que iniciara su ministerio. Para la época en la que Jesús, hizo la purificación del templo, Jesús ya tenía 30 años, por lo que la construcción era relativamente nueva, con solo tres años de haberse terminado. Todo mundo sabía que su construcción llevó 46 años y que se terminó hace solamente tres años. Sin duda que los judíos estaban tan orgullosos de poder contar con un templo quizá más glorioso en apariencia que el que tuvieron como 950 años atrás los que conocieron y entraron a adorar en El Primer Templo o Templo de Salomón. Pero Jesús, prácticamente les dice que no importa la historia de la reconstrucción del templo, que no importa que tengan una historia de casi cincuenta años, que no importa qué tan orgullosos se sientan por su templo majestuoso, finalmente a pesar de todos los antecedentes de este templo, en ello “no quedará piedra sobre piedra, que no sea derribada”.
Un problema que me ha motivado presentar este mensaje de la manera como lo estoy haciendo, es la realidad de muchas aunque quizá no de todas las misiones, congregaciones, e iglesias, que celebran 10, 20, 30, 40 o hasta 50 años o más, de su existencia, emocionadas solamente por el número de años en el que no han crecido, sino que están estancadas, y hasta decreciendo. Algo debe estar andando mal para que en tantos años no sean una congregación o hasta una iglesia, o siendo una iglesia no se están multiplicando abriendo nuevas misiones y organizando congregaciones. Cuando esto está sucediendo, y las iglesias celebran aniversarios una y otra vez, porque se sienten emocionados y satisfechos con su pasado, se puede observar que hace falta visión para el futuro de la obra de Dios.
Amados hermanos, aunque no somos una iglesia que centra su atención en la historia de sus construcciones y edificios, a veces centramos orgullosamente nuestra atención en celebrar los años de nuestra existencia dejando de centrar nuestra atención en lo que es más importante que el pasado, el futuro de esta congregación. Hoy aprovecho felicitarles por estos XV años de historia de la obra de Dios en este lugar. Qué bueno que desde años pasados han tenido la visión de crecer y un día ser una iglesia debidamente constituida para seguir multiplicando iglesias, aunque la verdad estamos yendo muy lento hacia la visión. Especialmente les agradecemos el entusiasmo que han demostrado por crecer en la obra del Señor durante este año y tres meses que han estado formalmente jurisdiccionados a la iglesia “El Divino Salvador”. No pierdan la visión de evangelizar, no pierdan la visión de crecer, no pierdan la visión de ser iglesia muy pronto, no pierdan la visión de amar a Dios sobre todas las cosas. No pierdan la misión de llevar el evangelio. La historia tiene mucha historia de lo que no pudimos hacer y de lo que no quisimos hacer, pero la visión y misión de esta congregación Ebenezer será la historia de lo que haremos juntos en el nombre del Señor.
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CONCLUSIÓN: Amados hermanos, para concluir quiero recordarles que un día Jesús siendo judío le dijo a una mujer samaritana, “Mujer, créeme, que la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre” (Juan 4:21). Aquella samaritana y todos los samaritanos habían escogido un monte donde hicieron una construcción para adorar a Dios; y los judíos pues adoraban en Jerusalén donde Dios desde la antigüedad escogió como lugar para que se construyese allí su templo. Aunque Jesús estaba convencido de que Jerusalén era el lugar legítimo escogido para adorar a Dios, le afirma a aquella samaritana que “la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre”. Con estas palabras, Jesús estaba anunciando que ni Dios daba ocasión para el templocentrismo, pues por fin el templo de Jerusalén fue destruido, y los creyentes comenzando con los apóstoles al recibir de Jesús el mandato “Id, y haced discípulos”, fuimos llamados a ser cristocéntricos, visiocéntricos, y misiocéntricos (no templocéntricos). Debemos estar centrados en una visión y misión que esté centrada en los planes de Cristo. Hacer discípulos para Cristo y tener una iglesia que fiel y gozosamente sirve al Señor todos los días, debe ser nuestra prioridad.
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[1] Brown, Raymond E; El evangelio según San Juan I – XII; Ediciones Cristiandad; p. 351.
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