YO SOY LA LUZ DEL MUNDO
Juan 8:12-20.
Predicado por primera vez por el Pbro. Diego Teh Reyes, en la congregación “Ebenezer” de la col. San José Tecoh, Mérida, Yucatán; el día domingo 07 de Junio del 2015, a las 18:30 horas.
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INTRODUCCIÓN: Tenían que ser los fariseos. El evangelio según San Juan en su capítulo ocho comienza con la historia de que un día ellos (los fariseos), sorprendieron a una mujer siendo sexualmente infiel a su marido, la trajeron a Jesús diciéndole que según la ley de Moisés (más bien, la ley de Dios) debería ser apedreada hasta que muera. “Tú, pues, ¿qué dices?” (Juan 8:5) le preguntaron a Jesús. Luego de cierta escritura que Jesús hizo con su dedo en la tierra, y que fue suficiente para que los fariseos se sientan acusados en sus conciencias, Jesús les añadió “El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella” (Juan 8:7). Y nos relata el apóstol Juan que: “acusados por su conciencia, salían uno a uno, comenzando desde los más viejos hasta los postreros; y quedó solo Jesús, y la mujer que estaba en medio” (Juan 8:9). Luego que aquella mujer adúltera se dio cuenta que ante la sabia amonestación de Jesús a los fariseos, ninguno le condenó; adicionalmente Jesús le dijo a ella: “Ni yo te condeno; vete, y no peques más” (Juan 8:11). Evidentemente en este acontecimiento hubo un contraste de actitudes entre los fariseos y Jesús. Mientras los fariseos pensaban en la muerte de una mujer sorprendida en pecado, Jesús pensaba en el perdón y en la santificación de la mujer perdonada. Esto mismo llevó a Jesús a que en una nueva oportunidad abordara a los fariseos en el templo ante quienes dijo: “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (Juan 8:12); palabras que confrontaron las malas actitudes de ellos. En el mensaje de este momento, hablaré específicamente acerca de esta importante declaración de Jesús.
Algo interesante a observar es que cuan Jesús hizo esta declaración de que él era la luz del mundo, se encontraba en el templo, en el lugar de las ofrendas (Cf. Juan 8:20). Otro detalle importante es que eran los días de una fiesta que duraba ocho días y que se llamaba la fiesta de los Tabernáculos (Cf. Juan 7), fiesta en la cual todas las tardes después del sacrificio por los pecados, se efectuaba una ceremonia llamada ceremonia de la iluminación, en la que se encendía dos candelabros que se encontraban en los atrios del templo, y cuya luz se dice que podía ser vista en cualquier parte de la ciudad de Jerusalén. Es muy probable que Jesús utilizó simbólicamente la característica de aquella luz que podía ser vista en toda la ciudad para que él mismo revelara tanto a los líderes fariseos como a los que escuchaban sus enseñanzas, que él era la Luz no solamente de la ciudad sino del mundo. Aquellos que directamente le oyeron, debieron entender con toda claridad lo que él les quiso decir con esta metáfora. En la actualidad los judíos siempre realizan esta festividad que ya tiene más de 2100 años de practicarse. Ahora la practican ya no solo en Jerusalén, sino en varias ciudades del mundo donde ellos hayan formado una comunidad. La ceremonia consiste en encender 9 velas durante ocho días (el primer día, dos velas, la vela piloto, y la que corresponde al primer día). Es el recordatorio de la reconsagración del templo de Jerusalén por Judas Macabeo luego de purificar el templo de Dios que había sido profanado por el griego Antíoco Epífanes, quien instaló una estatua de Zeus en el templo de Dios, y sacrificó un cerdo en el altar donde solamente se deberían sacrificar ovejas y bueyes. Desde el día de aquella reconsagración, se dice que milagrosamente, habiendo aceite solamente para mantener encendida una vela durante una noche, al encender la vela del candelero del templo, esta tardó encendida durante ocho días con el aceite que debería agotarse en una noche. De allí los judíos comenzaron a celebrar la fiesta de los Tabernáculos durante ocho días, encendiendo 9 velas de un candelero cuya luz podía ser vista por toda la ciudad. En el relato bíblico, Jesús se encontraba en aquella fiesta, y justamente junto a aquel candelero luminoso, cuando él se identifica como “Yo soy la luz del mundo”, obviamente estaba también marcando claramente que él era mucho mejor que aquellas velas de manufacturación humana, pues él se estaba dando a conocer como la luz divina que la humanidad necesita. Cuando Jesús dice “Yo soy” está señalando el carácter divino de la verdadera luz. Él es la luz en sí mismo. Él no recibe la luz de nadie y de nada. Él es la fuente de la luz, Él es el origen y es Él quien la reparte.
En este mensaje quiero compartirles lo que Jesús estaba queriendo que entendiesen los fariseos que quisieron matar a aquella mujer adúltera, cuando él les dijo: “Yo soy la luz del mundo”; declaración que en la actualidad nos corresponde a nosotros entender. / ¿Qué es lo que debe entenderse de la declaración de Jesús cuando dijo: “Yo soy la luz del mundo”? / A través del pasaje bíblico que leímos al principio del mensaje, encontraremos las enseñanzas contenidas en esta afirmación de Jesús.
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La primera enseñanza contenida en la afirmación de Jesús cuando dijo “Yo soy la luz del mundo”, es que:
I.- EL MUNDO SIN JESÚS, SE ENCUENTRA EN TINIEBLAS ESPIRITUALES.
En la expresión de Jesús “Yo soy la luz del mundo” (Juan 8:12), cuando se refirió al mundo, no se estaba refiriendo al planeta tierra, pues el planeta cuenta desde la creación con un sol que la ilumine de día y con una luna que por las noches también la refleje. Jesús, estaba diciendo que a pesar de aquellas grandes lumbreras de la creación, la vida personal, espiritual, y social de la humanidad se encontraba en tinieblas de pecado. Aunque como ya he mencionado en la introducción de este mensaje, a pesar de la realidad y la simbología de la luz del candelabro que iluminaba el templo (y más allá del templo) de Dios al que acudían los judíos, ellos, especialmente los fariseos cuyas actitudes no eran de amor verdadero ni a Dios ni a sus semejantes, se encontraban en tinieblas espirituales. Se podía decir de ellos, lo que Job dijo al respecto de los perversos que: “De día tropiezan con tinieblas, y a mediodía andan a tientas como de noche” (Job 5:14). Si aquella mujer adúltera estaba viviendo mal, ellos como fariseos, también. Pero no solo ellos estuvieron en tinieblas sino que toda la humanidad en general cuando le da la espalda a Dios rechazando a Jesús, se puede decir que se encuentra en un estado de tinieblas. Por eso fue necesario que Jesús “la luz del mundo” viniese personalmente a este mundo.
En un plano geográfico mucho mayor al contexto de la religión de los fariseos de la época de Jesús, hay un relato histórico profético en el Antiguo Testamento que corresponde a los habitantes de la provincia palestina de Galilea donde vivieron las tribus israelitas de Zabulón y Neftalí, cuya descripción es que han estado viviendo en tinieblas no de la ausencia del sol, sino de pecado y aflicción. 700 años antes de Jesús, el profeta Isaías dijo de ellos lo siguiente: “Mas no habrá siempre oscuridad para la que está ahora en angustia, tal como la aflicción que le vino en el tiempo que livianamente tocaron la primera vez a la tierra de Zabulón y a la tierra de Neftalí; pues al fin llenará de gloria el camino del mar, de aquel lado del Jordán, en Galilea de los gentiles. / El pueblo que andaba en tinieblas vio gran luz; los que moraban en tierra de sombra de muerte, luz resplandeció sobre ellos” (Isaías 9:1,2). El contexto de estas palabras que describen a los habitantes de Galilea, es que los habitantes originales habían sido llevados cautivos a otros diversos lugares lejanos a Galilea donde quiso llevarlos el imperio Asirio que los conquisto. La gente a la que se estaba refiriendo Isaías eran gentes que también fueron cautivadas de otras partes del imperio, y traídas para establecerse a vivir en Galilea, un territorio propio del pueblo escogido de Dios. Sin embargo, los extranjeros que fueron traídos, eran de naciones y familias a las que Dios no había escogido para ser su pueblo especial, por lo que de nada espiritual les serviría vivir en territorio sagrado. Por otra parte, como esta gente traída a Galilea, a las que el imperio Asirio les impuso un estilo de vida para adaptarse a la cultura de los asirios, estos vivían no de acuerdo a la voluntad del Dios de los israelitas sino de acuerdo a los libertinajes de las deidades y religiones asirias, además de las costumbres que estos extranjeros trajeron de sus propias tierras. Es por eso que acertadamente Isaías los describe como gente viviendo en tinieblas, pero profetiza para ellos que “no habrá siempre oscuridad”, y en términos proféticos los describe como “El pueblo que andaba en tinieblas vio gran luz; los que moraban en tierra de sombra de muerte, luz resplandeció sobre ellos”. En otras palabras, se trata de una descripción de que los gentiles, o sea los que no eran el pueblo de Dios, estaban en tinieblas, pero proféticamente Isaías prefigurando la venida y ministerio de Jesús, asegura que “luz resplandeció sobre ellos”. Por otra parte, es también interesante observar que el apóstol Juan comienza su epístola, describiendo a Jesús como el Verbo que eternamente coexistía en Dios, que todo fue hecho por Jesús, que la vida estaba en Jesús, y que la vida (Jesús) era la luz de los hombres (Cf. Juan 1:1-3). Pero, trasladando la escena de Jesús como luz ya no en el plano de la eternidad, ni solo durante el tiempo de la creación, ni solamente entre los inicios de la humanidad, sino en el plano del tiempo cuando Jesús vino a este mundo; San Juan afirma que entonces “La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella” (Juan 1:5).
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La segunda enseñanza contenida en la afirmación de Jesús cuando dijo “Yo soy la luz del mundo”, es que:
II.- EL DISCÍPULO DE JESÚS, SE LIBRA DE LAS TINIEBLAS ESPIRITUALES.
El mundo como planeta es tan grande que ¿quién pudiera interesarse en el bienestar espiritual de una persona? Sin embargo, Jesús particulariza el efecto de su luminosidad espiritual para aquel que acepte la invitación de ser su discípulo, pues para esta persona dice Jesús que: “el que me sigue, no andará en tinieblas,” (Juan 8:12). Esto aclara que si bien a muchas personas de entre todo el mundo no les interesa salir de las tinieblas en las que se encuentra su vida, ni modo, es su vida; pero para el que por la gracia de Dios se da cuenta de que vivir en tinieblas espirituales es un mal para su vida presente y que es un mal peor para su vida con respecto a la eternidad, si esta persona se convierte en discípulo de Jesús, por fin se puede librar de las tinieblas espirituales, pues es eso que dijo Jesús cuando afirmó que: “el que me sigue, no andará en tinieblas,…”.
Amados hermanos, en el Antiguo Testamento, como por ejemplo, en el Salmo 27 leemos que David dice acerca de Dios que “Jehová es mi luz”, pero en la actualidad, el Jesús que en el Nuevo Testamento anunció de sí mismo que “Yo soy la luz del mundo”, es el mismo Jehová conocido en la antigüedad como la luz de los hombres temerosos de Dios. SI alguien quiere no estar en las tinieblas espirituales de este mundo, puede encontrar en Dios por medio de Jesús la luz para su propia vida. Jesús es la luz divina que domina todas las tinieblas espirituales que pudiesen existir en la vida de los seres humanos, por eso desde el día que creímos en Jesús, nos asegura la Palabra de Dios escrita por el apóstol Pablo, que Dios “…nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo,” (Colosenses 1:12,13). Por eso Jesús dijo: “Yo, la luz, he venido al mundo, para que todo aquel que cree en mí no permanezca en tinieblas” (Juan 12:46). Si alguno que me escucha todavía permanece en las tinieblas espirituales de perdición eterna, lo invito a que crea que Jesús es quien le va a sacar de las tinieblas para colocarle en un mejor lugar llamado reino de Dios en el que para cada momento de la vida se cuenta con la luz divina que ilumina suficientemente nuestro andar. Eso sí, es necesario estar dispuesto a ser un discípulo de Jesús que quiera seguirle y caminar junto con él todos los días de su vida.
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La tercera enseñanza contenida en la afirmación de Jesús cuando dijo “Yo soy la luz del mundo”, es que:
III.- LA LUZ DE JESÚS, CONCEDE LA VIDA ETERNA.
Permítanme relatarles primero, un caso que demuestra la importancia de la luz, y cómo es que la luz puede significar VIDA cuando una persona se encuentra en las tinieblas que le puede causar MUERTE. Dos jóvenes salieron de su pueblo para bañarse en el charco de un río un día de verano […]. Al nadar por debajo del agua descubrieron un estrecho pasillo. Decididos a investigar cogieron aire y entraron en el pasillo hasta encontrarse en una cueva subterránea. En la cueva descansaron en unas rocas y cogieron aire. Pero al buscar la salida, por debajo del agua, no la encontraron. Seguían buscando cada vez más desesperados, y así pasaron las horas. En el pueblo llegó la noche y sus padres y amigos empezaron a preocuparse y salieron en su búsqueda, pero sin éxito. Los chicos en la cueva empezaron a desesperarse; no podían encontrar la salida por mucho que la buscasen. Calculaban que ya era de noche afuera. Al amanecer el día después, el sol empezó a levantarse. Salió por detrás del horizonte y empezó a dar en las aguas del río. Dentro de la cueva, los chicos percibieron los rayos del sol que en estos momentos llegaron a pasar por el estrecho pasillo. Lanzándose al agua, se dirigieron hacía la luz que les señalaba el pasillo subacuático que les llevaría afuera y a la vida. En esta historia verídica la oscuridad significaba la muerte y la luz llevó a la vida[1].
Centrando nuestra atención en el final del versículo doce, leemos que después de que Jesús declara “Yo soy la luz del mundo”, afirma y enfatiza también que “el que me sigue, […no andará en tinieblas, y además, ¿qué?] tendrá la luz de la vida” (Juan 8:12). Pero por desgracia hay personas que rechazan la Luz de Cristo sin ni siquiera probarla, por lo que ¿cómo tendrán la luz de la vida? Los fariseos, por ejemplo, rechazaron esta luz de vida cuando le dijeron a Jesús: “Tú das testimonio acerca de ti mismo; tu testimonio no es verdadero” (Juan 8:13). No se molestaron en comprobar si la declaración de Jesús “Yo soy la luz del mundo” era cierta o no, simplemente no la aceptaron porque se les ocurrió aplicarle a Jesús un concepto legal de que quien no tiene por lo menos otros dos testigos que verifiquen sus palabras, no podía creerse su testimonio. Ni siquiera se molestaron en preguntarle ¿cómo puedes demostrar que eso que dices es cierto?, sino que nada más se limitaron a decirle: ”tu testimonio no es verdadero”. ¿Cómo la luz de Dios les iluminaría para vida espiritual a aquellos fariseos que rechazaban a Jesús como la verdadera luz de Dios no solo para el mundo sino para cada persona en particular?
Amados hermanos, dejemos el caso de los fariseos que fueron la historia de hace como dos mil años. Hoy es a nosotros que nos es ofrecida abiertamente la luz de la vida. Es a cada uno de nosotros que Jesús dice: “…el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida”. El que vive en tinieblas espirituales es un muerto espiritual que solo vive físicamente por lo que para salir de ese estado en el que se encuentra necesita “la luz de la vida” que solamente puede conseguirla por medio de Jesucristo. Que ninguno de los que aquí nos encontramos tenga la actitud de no creer que Jesús es la luz del mundo por que el resultado sería espiritualmente fatal, tal como Jesús mismo les explicó a los fariseos cuando les dijo: “…si no creéis que yo soy, en vuestros pecados moriréis” (Juan 8:24). ¿Qué prefiere usted? ¿La muerte eterna espiritual causada por los pecados que pesan sobre quienes rechazan el ofrecimiento espiritual de Jesús, o la vida eterna espiritual resultante de creer que Jesús es la luz del mundo cuya luz para una persona funciona como la luz de la vida?
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CONCLUSIÓN: Amados hermanos:
(1) Jesús no solamente se dio a conocer a los fariseos y a los judíos que él era “la luz del mundo” sino que para que no quede duda acerca de esta su Divina virtud, en aquellos mismos días devolvió la vista a un hombre que por su ceguera de nacimiento nunca había visto la luz del día, del sol, y de las lámparas y velas; pero lo mejor de todo es que Jesús iluminó el corazón de muchos oyentes de sus revelaciones, pues el apóstol Juan nos relata de Jesús que en aquella ocasión que se reveló como “la luz del mundo”, “hablando él estas cosas, muchos creyeron en él” (Juan 8:30), logrando así que estos que creyeron conocieran la luz de Dios en sus mentes y corazones.
(2) Jesús es “la luz del mundo” para la vida personal, así que usted y yo no tenemos como aquellos religiosos fariseos por qué permanecer en tinieblas. Ninguno de nosotros piense que por pertenecer a una denominación cristiana o religiosa con un sistema de doctrinas ya sean históricas o contemporáneas, o ya sean ortodoxas, reformadas, o contemporáneas; pues solamente Jesús es quien puede verdaderamente iluminar la vida y el camino para andar en los caminos de la voluntad de Dios, y conducirnos a la salvación de nuestras almas.
(3) Cuando el apóstol Pablo se dirige hacia los creyentes de la ciudad de Tesalónica les confirma que por haber creído en Jesús “…todos vosotros sois hijos de luz e hijos del día; no somos de la noche ni de las tinieblas” (1 Tesalonicenses 1:5). Y esta es la misma realidad para los creyentes de esta amada congregación, al haber aceptado la verdad de que Jesús es la luz divina del mundo. Gracias a Dios que no nos dejó abandonados en las tinieblas sino que nos trajo la luz de la vida, por lo que debemos amar andar en su luz, y no dar el paso para andar de nuevo en las tinieblas de pecado y muerte eterna.
(4) Finalmente el apóstol Pedro, nos hace un recordatorio cuando dice: “Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable;” (1 Pedro 2:9). Es claro que ahora que por la gracia de Dios hemos salido de las tinieblas espirituales en las que antes vivíamos, pero ahora que vivimos en la luz admirable de Dios, tenemos el deber de anunciar que Jesús tiene virtudes especiales y salvadoras, totalmente poderosas para rescatar al más vil de los pecadores para darle un cambio espiritual ahora mismo así como una garantía de vida en la eternidad. Cada uno de nosotros conocemos personas que deben saber de esta gloriosa noticia para que también puedan salir de las tinieblas espirituales en las que se encuentran.
[1] http://www.iglesiadeciudadreal.es/es/mensajes-biblicos/188-cristo-la-luz-del-mundo
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