YO SOY […] LA VIDA
Juan 14:6.
Predicado por primera vez por el Pbro. Diego Teh Reyes, en la congregación “Siervos de Jesús” de Celestún, Yucatán; el día sábado 11 de Julio del 2015, a las 19:30 horas.
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INTRODUCCIÓN: Desde mucho tiempo antes de acercarse el final de su ministerio, Jesús siempre se identificó como la fuente divina de la vida. Por ejemplo, en la ocasión cuando conversó con aquella mujer samaritana le dijo que él le ofrece a ella “agua viva” (Cf. Juan 4:10); y en la ocasión cuando él se declaró como el buen pastor y comparó a la gente con las ovejas, dijo: “Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia” (Juan 10:10). Pero, en cada ocasión que Jesús ofrecía un beneficio, también se declaraba literal y metafóricamente como Dios. A la mujer samaritana le dijo acerca del Mesías o Cristo, “Yo soy” (Cf. Juan 4:25, 26), y cuando dijo que vino para que las ovejas tengan vida, también se declaró como “Yo soy el buen pastor” (Juan 10: 10-11). El uso de las palabras “Yo soy” eran nada menos que la repetición del nombre con el que Dios se manifestó a Moisés en el desierto y con el cual pidió que se le identifique ante los israelitas que estaban en Egipto, y a las mismas autoridades de aquel país (Cf. Éxodo 3: 14). Las ocasiones en las que Jesús utilizó estas dos palabras, estaba afirmando con ello que él era nada menos que Dios mismo, el mismo Dios que se manifestó a Moisés, el mismo único Dios vivo y verdadero.
En este mensaje voy a compartirles algunas razones por las que Jesús dijo: “Yo soy […] la vida” (Juan 14:6). / ¿Cuáles son algunas de las razones por las que Jesús se identificó como “la vida”? / Mediante un recorrido por diversos pasajes y casos de las Sagradas Escrituras, encontraremos algunas razones.
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La primera razón por la que Jesús se identificó diciendo “Yo soy […] la vida”, es:
I.- PORQUE ÉL ES EL ORIGEN DE LA VIDA.
El apóstol Juan en el comienzo de su versión del santo evangelio, en el cual presenta a Jesús como el Verbo que era con Dios, que estaba con Dios, y que es Dios (Cf. Juan 1:1), dice de él con respecto a la vida, que “en él estaba la vida” (Juan 1:4a).
Esto, en primer lugar coloca a Jesús como el Creador, o co-Creador, como lo explica el apóstol Pablo cuando dice de Jesús que “Él es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación. / Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él. / Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten” (Colosenses 1:15-17). Y a los romanos se los dice de una manera más breve pero concisa diciéndoles: “Porque de él, Y POR ÉL, y para él son todas las cosas.” (Romanos 11:36a). Jesús es juntamente con el Padre y con el Espíritu Santo, una de las tres personas del mismo y solo Dios que intervinieron en la creación de cada elemento de todo el universo. Jesús es el origen de la vida, por lo que con toda razón podía decir: “yo soy […] la vida”.
En segundo lugar, cuando San Juan dice de Jesús que “en él estaba la vida”, está afirmando que la persona de Jesús no fue como piensan algunos que Jesús fue el primer ser que Dios creó, y que por lo tanto no es parte de su esencia y triunidad divina. Estos aceptan que Jesús participó en la creación pero sin ser Dios sino solamente como la primera criatura de Dios, pero debido a que Dios es Todopoderoso, ¿qué necesidad tiene de crearse un ayudante para crear todo el universo? Además, si “en él (en Jesús) estaba la vida”, es porque en realidad es Dios, pues Dios a ninguna de sus criaturas les otorgó el poder de crear vida, sino en algunos casos solamente el poder de la reproducción que no significa crear vida. Pero en Jesús, como miembro de la Santísima Trinidad, “en él estaba la vida”, por eso fue hecho partícipe no como invitado sino como origen de toda la creación en general, y especialmente al crearse al ser humano a quien por él y por medio de él se le dio una vida muy especial distinta a la del reino animal y vegetal, por lo que con toda razón se proclamó diciendo: “yo soy […] la vida”.
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La segunda razón por la que Jesús se identificó diciendo “Yo soy […] la vida”, es:
II.- PORQUE ÉL TIENE PODER SOBRE LA MUERTE.
En el caso de la preocupación de dos hermanas, Marta y María, acerca de su hermano Lázaro que estaba enfermo y que posteriormente falleció, Jesús les dijo a sus discípulos: “Nuestro amigo Lázaro duerme; mas voy para despertarle” (Juan 11:11). Cuando él llegó a la aldea donde vivió Lázaro, y donde vivían sus hermanas, Marta le dijo a Jesús “Señor, si hubieses estado aquí, mi hermano no habría muerto. / Mas también sé ahora que todo lo que pidas a Dios te lo dará” (Juan 11:21-22), lo que hizo que Jesús le respondiera: “el que cree en mí, aunque esté muerto vivirá” (Juan 11:25). Por eso, en aquella ocasión, aunque Lázaro llevaba cuatro días de haberse muerto físicamente, con la sola acción de Jesús de llamarle por su nombre, éste salió vivo del sepulcro (Juan 11:41-44). La razón es porque Jesús es la vida, y se lo dijo a una de las hermanas de Lázaro, a la que se llamaba Marta, afirmándole no que solamente él es la vida sino: “Yo soy la resurrección y la vida” (Juan 11:25). Antes lo había demostrado devolviéndoles también la vida a la hija de Jairo un hombre principal en la sinagoga (Marcos 5:22-24, 35-43), y al hijo de una viuda de la aldea de Naín (Lucas 7:11-15).
Pero el poder de Jesús sobre la vida no es solamente para resucitar muertos a la vida terrenal, sino también para resucitar al final de los tiempos a todos los que mueran creyendo salvadoramente en él para introducirlos a lo que propiamente Jesús y los apóstoles describen como la vida eterna. Es por eso que el día que Jesús vuelva, como profetizó Daniel “…muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán despertados, unos para vida eterna, y otros para vergüenza y confusión perpetua” (Daniel 1:12), pero esto ocurrirá por el poder que Jesús tiene sobre la muerte, porque dice San Pablo que ese día “el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero” (1 Tesalonicenses 4:16).
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La tercera razón por la que Jesús se identificó diciendo “Yo soy […] la vida”, es:
III.- PORQUE ÉL ES QUIEN REGENERA LA VIDA.
El apóstol Pablo, hablando de Jesús a los Efesios, les dice: “Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados” (Efesios 2:1). Con estas pocas palabras, primero se resalta la condición de una persona que existe (ni siquiera se debe decir que vive, sino solo que existe) solo para vivir cometiendo delitos y pecados. Con “delitos y pecados”, el apóstol quiso describir a una persona que se dedica a realizar consciente e inconscientemente, acciones que infringen los estatutos y decretos de Dios, y que por eso, a la vista de Dios tal persona se encuentra muerta. Es por eso que Pablo les recuerda a los que ahora ya han creído en Jesús, que antes “estabais muertos en vuestros delitos y pecados”. Lo que esto significa es que la persona que no vive para Dios sino solamente para su placer personal delinquiendo y pecando, no tiene capacidad de abandonar el pecado para volverse a Dios, porque por sí mismo es incapaz de interesarse por Dios, y de aceptar todo ofrecimiento de Dios para su vida. Esto se puede ilustrar con la condición de un muerto cuyo cuerpo solamente se encuentra inmóvil en una hamaca, cama, mesa, o ataúd. ¿Qué puede hacer por sí mismo? Nada. Entonces, ¿cómo un muerto en “delitos y pecados” puede salir de su estado de muerte? La respuesta es solamente por medio de Jesús. Es lo que San Pablo les estaba enseñando cuando les dijo: “Y él os dio vida a vosotros…”.
Vivir no es solamente tener la movilidad del cuerpo, sino que es tener una vida espiritual que odie y se aleje de todo delito y pecado. Nadie puede hacer eso sino solamente quien ha sido regenerado por el poder de Jesús. Nadie puede salir del poder del pecado si no recibe “la vida” que resucita al pecador de su estado profundo de pecaminosidad a una vida de amor, servicio, y obediencia a la voluntad de Dios. Cuando Jesús dijo: “Yo soy […] la vida”, estaba diciendo que él tiene el poder de rescatar del poder del pecado y de la muerte espiritual y eterna a una persona cuya vida no puede salir de su condición que lo hace vivir mal delante de Dios, de la humanidad, y hasta de su propia familia.
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La cuarta razón por la que Jesús se identificó diciendo “Yo soy […] la vida”, es:
IV.- PORQUE ÉL ES QUIEN HACE ETERNA LA VIDA.
Un dato interesante, es que sin duda, Jesús debió haber utilizado la frase “vida eterna”, en miles de ocasiones; pero especialmente en el Santo Evangelio según San Juan, se cita dieciocho veces esta combinación de palabras utilizadas por Jesús, refiriéndose con ello a la necesidad que tiene las personas de experimentar esa realidad. Sin embargo también hay otra gran cantidad de ocasiones cuando solamente se menciona la palabra “vida” sin el calificativo de “eterna”, sin embargo, aún en estos casos, la sola palabra “vida”, se refiere no a la vida terrena y física sino a la vida eterna.
A continuación les voy a citar una breve lista de versículos que no pretendo explicar sus respectivas aplicaciones, sino solamente quiero que observen que en cada una de ellas, Jesús está ofreciendo VIDA ETERNA. 1.- En la ocasión cuando Jesús platicó con una mujer de Samaria, confrontándola de sus pecados, y hablándole de la gracia de Dios, le dice a ella: “mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna” (Juan 4:14). En esa misma ocasión, pero a sus discípulos, les dice de manera ilustrada con respecto a la proclamación del evangelio, que “…el que siega recibe salario, y recoge fruto para vida eterna,…” (Juan 4:36ab). 2.- Ante un grupo de judíos, cuando Jesús defendió su ministerio y autoridad porque le cuestionaban acerca de la sanidad que dio a un paralítico en Betesda, les dijo: “De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida” (Juan 5:24). 3.- Cuando un grupo de personas que habían estado en la ocasión cuando alimentó gratis a más de cinco mil personas, le buscaron al otro lado del pequeño mar de Galilea, por interés de más comida gratis, les dijo: “Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquél que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero” (Juan 6:40), y al final de su discurso a estas mismas personas, les dijo: “De cierto, de cierto os digo: El que cree en mí, tiene vida eterna” (Juan 6:47), y también les dijo: “El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero” (Juan 6:54). Esta es otra de las razones por la que Jesús dijo: “Yo soy […] la vida”, no solamente porque ofrece vida a quienes crean en él, sino porque en realidad él hace eterna la vida del ser humano, restaurando su comunión con Dios desde aquí en la tierra, comunión que continuará hasta la eternidad (cf. Juan 17:3).
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La quinta razón por la que Jesús se identificó diciendo “Yo soy […] la vida”, es:
V.- PORQUE ÉL ES QUIEN TRASPONE LA VIDA.
Algo que voy a explicarles primero, es que 500 años después de Abraham, 425 años después de Isaac, y como 400 años después de Isaac, cuando Dios se manifestó a Moisés, le dijo que “Yo soy el Dios de tu padre, Dios de Abraham, Dios de Isaac, y Dios de Jacob.” (Éxodo 3:6). ¿Cómo es que Dios se identifica como el Dios de personas que han muerto? La realidad es que las personas de fe real en Dios, aunque estén físicamente muertas aquí en la tierra, siguen vivas en el reino celestial de Dios, por lo que Dios puede seguir diciendo que Él es el Dios de aquellos seres terrenales del pasado porque con Él todavía se encuentran vivos en un eterno presente celestial. Dios no extermina la vida del alma de ninguna persona, sino al contrario se la preserva para la eternidad, debido a que desde el principio le dio el don de la inmortalidad. Lo único que sucede es que Dios traspone (cambia de lugar) de la tierra al cielo, la vida y existencia del alma de una persona, aunque en casos extraordinarios del pasado, algunas personas temerosas de Dios fueron traspuestas de la tierra al cielo con todo y cuerpo, que sin duda pasaron por una glorificación corporal para poder acceder al lugar donde no hay cabida para cuerpos corruptibles (Cf. 1 Corintios 15:40-52).
En el pasado, entre las primeras generaciones de la humanidad, nos dice Moisés que Enoc “…desapareció, porque le llevó Dios” (Génesis 5:24), y de quien el apóstol a los hebreos dice que “Por la de Enoc fue traspuesto para no ver muerte, y no fue hallado, porque lo traspuso Dios; y antes que fuese traspuesto, tuvo testimonio de haber agradado a Dios” (Hebreos 11:5). Lo mismo sucedió con Moisés, con Elías, y con Jesús mismo, aunque en su totalidad solamente estos fueron traspuestos cuerpo y alma de la tierra al cielo, lo cual solamente es una muestra de que Dios desea que en su presencia celestial habiten personas completas con cuerpo y alma, tal como las creó en el principio cuerpo y alma para que vivan delante de Él para siempre, lo cual por causa del pecado no ha estado sucediendo así, pero al final de los tiempos, con la resurrección seremos restaurados en cuerpo y alma, tal como originalmente Dios quiso que sea el ser humano.
En los casos de Abraham, Isaac, y Jacob, no fueron traspuestos cuerpo y alma. Tras su muerte física, sus cuerpos fueron dejados en la tumba, pero sus respectivas almas, como la de todos los hijos de Dios, fueron traspuestas de la tierra al cielo aprovechando que toda alma sigue eternamente viva. Así es como Dios sigue siendo el Dios de todo creyente a pesar de que físicamente éste haya muerto, pues como dijera Jesús: “Dios no es Dios de muertos, sino de vivos” (Mateo 22:32; Marcos 12:27; Lucas 20:38). Igualmente, todos los creyentes en Jesucristo, aunque muramos físicamente, primeramente nuestras almas serán traspuestas de la tierra al cielo, pero al final de los tiempos nos ocurrirá lo que dijo Jesús, que “el que cree en mí, aunque esté muerto vivirá” (Juan 11:25b). El día del regreso de Jesús cuando “…los muertos en Cristo resucitarán primero” (1 Tesalonicenses 4:16), cuerpo y alma seremos traspuestos al reino celestial de Dios, quien anhela tenernos con cuerpo y alma en su presencia celestial, tal como originalmente fue creado el ser humano. Pero esto sucederá solamente porque Jesús es “la vida”, y porque en consecuencia también él es la resurrección (Cf. Juan 11:25a). Jesús como “la vida” participa entonces en la restauración del cuerpo y alma del ser humano para ser también traspuesto por él a su eterno destino en las moradas celestiales.
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La sexta razón por la que Jesús se identificó diciendo “Yo soy […] la vida”, es:
VI.- PORQUE ÉL TIENE PODER SOBRE SU PROPIA VIDA.
Respecto a esto quiero traerles a la memoria, la ocasión cuando Jesús se identificó como el buen pastor, y de sí mismo dijo: “…yo pongo mi vida, para volverla a tomar. / Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar” (Juan 10:7b-8b). Eso fue lo que sucedió cuando fue crucificado (puso su vida), pero siendo él la vida, ni el sepulcro ni la muerte pudieron retenerle (la volvió a tomar). Esto sucedió, repito, porque él es la vida. Sí el no fuera la vida, se hubiese quedado para siempre en poder de la tumba, de la muerte, del diablo, y del infierno.
Uno de los detalles de la vida de Jesús que me gusta recordar es la ocasión cuando lo fueron a arrestar los soldados, y los alguaciles de los sacerdotes, y que al respecto nos narra el apóstol Juan que Jesús “…sabiendo todas las cosas que le habían de sobrevenir, se adelantó y les dijo: ¿A quién buscáis? / Le respondieron: A Jesús nazareno. Jesús les dijo: Yo soy. Y estaba también con ellos Judas, el que le entregaba. / Cuando les dijo: Yo soy, retrocedieron, y cayeron a tierra” (Juan 18:4-6). En todo este breve relato es notorio que Jesús tenía el poder sobre su propia vida, primero al saber “todas las cosas que le habían de sobrevenir”; y segundo al hacer que los arrestadores no pudieran dar un paso adelante sino que “retrocedieron” al escuchar el sagrado “Yo soy”; y tercero porque por su presencia y palabra ellos “cayeron a tierra”. Sería incongruente que aquel quien había dicho “Yo soy la vida” no tenga poder sobre su propia vida.
Otro detalle también registrado en los evangelios es que en más de una ocasión los judíos buscaron motivo y ocasión para matarle (p. ej. Juan 7:25), sin embargo, aunque Jesús andaba entre y frente a ellos, no pudieron en ningún momento consumar el hecho. Tampoco Pilato pudo, ni las demás autoridades, pues finalmente la muerte de Jesús ocurrió como lo explica el apóstol Pedro: “entregado por el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios” (Hechos 2:23a). Es por eso que Jesús podía decir: “Yo soy la vida”.
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CONCLUSIÓN: Amados hermanos, “Jesús, la vida” no es cualquier cosa. Es la manifestación de la existencia y poder de Dios sobre la vida humana, sobre la muerte humana, sobre el pecado humano, sobre la salvación humana, y sobre la eternidad humana. Jesús es el que crea y consuma nuestra historia desde que fuimos creados hasta llevarnos de vuelta a la gloriosa, eterna, y celestial presencia de Dios. Jesús desde la eternidad hasta nuestro presente se ha ocupado y sigue ocupado cuerpo y alma en la solución de nuestra vida pecaminosa, y de nuestra incapacidad de buscar a Dios. No importa cuán lejos de Dios, ni que tan profundo haya caído una persona en cualquier pecado, Jesús es Todopoderoso para regenerar al ser de dicha persona, entre los cuáles cada uno de nosotros somos la evidencia de la efectividad de dicha regeneración espiritual. Es importante que cada uno de nosotros, deje que Jesús infunda a nuestra vida, la vida abundante (Cf. Juan 10:10), y eterna que nos conducirá a la casa del Padre donde está dispuesta las moradas para los creyentes en Jesucristo. De lo contrario, quien no deja que “Jesús, la vida” le infunda la vida espiritual necesaria, tal persona terminará nada menos que en la misma condenación eterna, condición que no es originada por la voluntad de Dios, sino determinada por la misma decisión humana. Que el Espíritu Santo de Dios, trabaje en nuestros corazones para convencernos a desear en todos los sentidos, “la vida” que proviene solamente de Jesús.
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