BENDICIONES PARA QUIEN RECIBE LA PRESENCIA DE DIOS, Por: Diego Teh.

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BENDICIONES PARA QUIEN RECIBE LA PRESENCIA DE DIOS

2 Samuel 6:1-12.

Predicado por primera vez por el Pbro. Diego Teh Reyes, en la congregación “Getsemaní” del fracc. “Paseos de Itzincab”, de Umán, Yucatán; el día domingo 06 de Septiembre del 2015, a las 11:30 horas.

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INTRODUCCIÓN: A pesar de que la manifestación de la presencia de la santidad y la justicia de Dios son potencialmente peligrosos para los pecadores, porque podría exterminar a una persona o hasta multitudes en un solo instante, por causa del pecado que está presente en nuestra naturaleza humana, no siempre ocurre así, pues aunque lo tenemos bien merecido, Dios tiene una misericordia mucho más grande.  En la historia bíblica tenemos casos de personas y hasta de grupos que fueron exterminados debido a que hubo entre ellos una manifestación de la presencia de Dios.  Por ejemplo, cuando los filisteos robaron el arca de la presencia de Dios, que pertenecía al uso exclusivo del tabernáculo de reunión, todo el tiempo que estuvo en sus ciudades y templos paganos, sus ídolos caían destrozados delante del arca de la presencia de Dios, sus habitantes caían muertos por miles, y otros más se enfermaban de tumores malignos (cf. 1 Samuel 5:1-6:11).  Otro ejemplo, pero que no sucedió entre los filisteos sino entre los mismos israelitas quienes aunque eran los legítimos beneficiarios y guardianes del arca de la presencia de Dios, fueron víctimas de mortandad por causa de que en una ocasión, los habitantes de una ciudad llamada Bet-semes acecharon y miraron al interior del arca de la presencia de Dios (cf. 1 Samuel 6:12-21).  Por eso, tanto los habitantes de cinco ciudades de los filisteos, como los israelitas de Bet-semes, todos procuraron deshacerse de la manifestación de la presencia de Dios que se encontraba localizada en aquel arca, pues les constaba que la presencia de Dios puede ser mortal para un ser humano.

   Sin embargo, la presencia de Dios no siempre es mortal para el ser humano, sino que se convierte en una fuente de sublimes bendiciones para quienes se acercan a Él.  Por ejemplo, luego que los de Bet-semes se deshicieron del arca, el arca fue llevado a Quiriat-jearim en casa de un tal Abinadab, donde estuvo durante 20 años, sin que hubiese ni un solo muerto por su presencia (cf. 1 Samuel 7:1-2), aunque en el caso de Abinadab no se dice en su historia que haya sido bendecido por haber recibido el arca de la manifestación de la presencia de Dios en su casa.   Solo hubo una muerte más que ocurrió en la familia de Abinadab al final de los 20 años, cuando por iniciativa del rey David se estaba intentando llevar el arca desde la casa de Abinadab hasta Jerusalén.  Mientras el arca (para empezar) se estaba transportando inapropiadamente mediante unos bueyes con carreta, en un momento que el arca estuvo a punto de caerse por un movimiento brusco de los bueyes, Uza, uno de los tres hijos de Abinadab quien iban en la procesión y que se encontraba junto a los bueyes, metió la mano para sostener el arca, y al instante cayó muerto (cf. 2 Samuel 6:1-7).   El rey David al ver lo ocurrido a Uza, se entristeció mucho y le dio mucho temor, por lo que suspendió la transportación del arca a Jerusalén, e hizo que el arca sea llevado a una población cercana (que no se nos dice el nombre, pero posiblemente se trate de una población llamada Gat-rimón), donde vivía con su familia un hombre llamado Obed-edom (cf. 2 Samuel 6:8-10), de quien el profeta Samuel nos dice su historia que estuvo el arca de Jehová en casa de Obed-edom geteo tres meses; y bendijo Jehová a Obed-edom y a toda su casa” (2 Samuel 6:11).  En tan solo tres meses de tener el arca de Jehová en su casa, fue bendecido él y toda su casa.  Esta bendición no ocurrió entre los filisteos cuando tuvieron el mismo arca de Jehová en sus ciudades, ni tampoco ocurrió entre los habitantes de Bet-semes, ni en la casa de Abinadab ni en toda Quiriat-jearim donde estuvo el mismo arca durante 20 años.  Pero en solo tres meses, este hombre estaba siendo bendecido por haber recibido la presencia de Dios en su hogar, con una actitud distinta a la de Abinadab.  El texto de su historia solo nos dice que “bendijo Jehová a Obed-edom y a toda su casa” (2 Samuel 6:11b), pero no nos explica cuáles fueron estas bendiciones.  Probablemente, sea una referencia de que no hubo mortandad ni enfermedades en la familia de este hombre, aunque sin duda que es una indicación de que hubieron más y todo tipo de bendiciones.

   En este mensaje quiero compartirles que una persona que recibe reverentemente la presencia de Dios en su vida, recibirá por ello abundantes bendiciones.  /  ¿Qué bendiciones podría disfrutar una persona que recibe reverentemente la presencia de Dios?  /  En la historia de la experiencia de Obed-edom que usaré en este mensaje les compartiré específicamente algunas de estas bendiciones que recibirá una persona o familia que recibe la presencia de Dios en su vida y hogar.

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   La primera bendición que puede experimentar una persona que recibe la presencia de Dios, es:

I.- EL SER SORPRENDIDO POR ESTE GRAN PRIVILEGIO.

  Cuando el rey David estaba intentando trasladar el arca de Jehová desde Quiriat-jearim desde la casa de Abinadab a Jerusalén, y fue testigo de la muerte de Uza, por tocar el arca de la presencia de Dios, desistió por ese momento de seguir transportando del arca hacia Jerusalén.  El profeta Samuel nos relata la historia del caso explicando que: “… temiendo David a Jehová aquel día, dijo: ¿Cómo ha de venir a mí el arca de Jehová?  /  De modo que David no quiso traer para sí el arca de Jehová a la ciudad de David; y la hizo llevar David a casa de Obed-edom geteo” (2 Samuel 6:9,10).   Ni Abinadab anteriormente en Quiriat-jearim, ni Obed-edom, pensaron jamás que podrían recibir el arca de la presencia de Dios en sus propias casas.  Fue una gratísima sorpresa para ellos.  No tendría nada que hacer el arca ni en la ciudad de Abinadab, ni en la ciudad de Obed-edom, sino fuera porque los filisteos enemigos del pueblo de Dios la habían antes capturado, pero como no les fue nada bien por ello, entonces ahora la estaban devolviendo.  No era un arca o cofre cualquiera, sino que era el arca de Dios, quien Él mismo había mandado construir, y además, en ello se encontraban depositadas las dos tablas de la Ley de Dios que contenían Los Diez Mandamientos, y todavía con más importancia, en ello moraba de manera extraordinaria y sobrenatural una manifestación de que Dios estaba presente para acompañar y guiar a todo su pueblo Israel.  Tenerla en custodio bajo el techo de una familia era un extraordinario privilegio que en toda la historia del arca solo recuerdo que haya estado en dos casas, en la de Abinadab durante veinte años, y en la de Obed-edom, solo durante tres meses.  El lugar oficial donde debería estar colocado aquel arca y aquella manifestación de la presencia de Dios, era el tabernáculo de donde fue sacado hace como 21 años atrás, que se encontraba instalado en una ciudad llamada Silo (cf. 1 Samuel 4), por lo que el arca en realidad no tenía por qué estar en una casa particular.  La decisión de David de llevarlo a encomendar temporalmente a la casa de Obed-edom, resultó en un gran privilegio que este hombre, su esposa, y sus hijos, jamás esperaron, pues les tomó por sorpresa.  No solamente fue una sorpresa para ellos, sino un gran privilegio, porque la sola presencia del arca debido a la manifestación de la presencia de Dios que estaba en ello, era capaz de causar desastres como ocurrió con el destrozo del dios Dagón; de causar enfermedades como los tumores en las ciudades de los filisteos donde estuvo el arca; y hasta muerte inmediata por solo mirar el interior del arca como ocurrió en Bet-semes; y hasta morir por tan solo tocarlo como ocurrió con la vida de Uza uno de los hijos de Abinadab quienes habían antes cuidado el arca durante veinte años.

   Esto nos debe recordar que cada uno de nosotros hemos sido sorprendidos por la gracia de Dios, que sin merecerlo nosotros, Dios desde la eternidad, como dice el apóstol Pablo “nos escogió” (cf. Efesios 1:4).  Hace casi 2000 años también nos sorprendió de nuevo, pues “Dios muestra su amor por nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (cf. Romanos 5:8).  Y en la actualidad, hemos abierto nuestro corazón para creer y recibir el glorioso evangelio de Dios, recibiendo de esta manera la misma gloriosa presencia de Jesús en nuestra vida, sin merecerlo.  Esto sí que es una verdadera sorpresa de un Dios que su presencia debería acabar con nuestra vida, como lo hizo con los filisteos y con Uza, pues debería dejarnos a nuestra entera y total condenación eterna, sin embargo, lo que ha hecho es hacernos “salvos” (cf. Efesios 2:8).  ¿Pensó usted que estaba condenado para la eternidad, y que luego necesitaba ser salvado por la presencia de Dios mismo?  Estoy seguro de que no.  Fue una privilegiada sorpresa que Dios le haya salvado, viniendo Jesús a su vida, sin que usted se diera cuenta al momento, sino hasta tiempo después.

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   La segunda bendición que puede experimentar una persona que recibe la presencia de Dios, es:

II.- EL TENER A SU FAMILIA AL SERVICIO DE DIOS.

   Como dice la historia: “Y estuvo el arca de Jehová en casa de Obed-edom geteo tres meses;…” (2 Samuel 6:11a).  Fueron pocos meses en su casa, pero vean el gran resultado: “…y bendijo Jehová a Obed-edom y a toda su casa” (2 Samuel 6:11b).   Obed-edom recibió bendición no solo en lo personal sino también en lo familiar.  O sea, que recibir la presencia de Dios trae bendiciones que uno jamás pensó tener en la vida, bendiciones que alcanzan hasta a los demás miembros de la familia.  El autor de las Crónicas de los reyes de Israel, nos explica que Dios bendijo a Obed-edom no solamente durante aquellos tres meses sino a lo largo de toda su vida, concediéndole hasta ocho hijos que no le causaron ninguna vergüenza, sino que fueron hijos obedientes que se dedicaron a servir a Dios juntamente con su padre Obed-edom.   Dice la Escritura que fueron “Los hijos de Obed-edom: Semaías el primogénito, Jozabad el segundo, Joa el tercero, el cuarto Sacar, el quinto Natanael,  /  el sexto Amiel, el séptimo Isacar, el octavo Peultai;…”, pero el relato termina diciendo: “porque Dios había bendecido a Obed-edom” (1 Crónicas 26:4,5).  Tener hijos era considerado también como una bendición, y todavía sigue siendo una bendición.

  Pero este hombre no solamente fue bendecido materialmente con ocho hijos, sino que en la vida de sus hijos hubo una ferviente espiritualidad de servicio para con Dios, pues de su primogénito Semaías, se nos dice que: También de Semaías su hijo nacieron hijos que fueron señores sobre la casa de sus padres; porque eran varones valerosos y esforzados.  /  Los hijos de Semaías: Otni, Rafael, Obed, Elzabad, y sus hermanos, hombres esforzados; asimismo Eliú y Samaquías.  /  Todos éstos de los hijos de Obed-edom; ellos con sus hijos y sus hermanos, hombres robustos y fuertes para el servicio; sesenta y dos, de Obed-edom” (1 Crónicas 26:6-8).  Esto es un gran privilegio que una persona pueda ver sirviendo a Dios no solamente a sus ocho hijos, sino también a los siete nietos solamente por parte de su primogénito Semaías, y al parecer a otros más de 45 bisnietos, solo de parte de su primogénito.  Entonces, es cierto que si Dios visita la maldad de los padres hasta la tercera y cuarta generación, con más razón, Dios también hace misericordia a millares y a las generaciones de hijos, nietos, bisnietos, y más generaciones, de aquellos que le aman (Exodo 20:5,6).

   El libro de las Crónicas en el que se relata la distribución de todo el servicio del tabernáculo o templo que posteriormente se instaló en Jerusalén, asignando a cada familia un área o puerta de servicio, nos dice que: “… para Obed-edom la puerta del sur, y a sus hijos la casa de provisiones del templo” (1 Crónicas 26:15).  En aquella ocasión, sus hijos fueron comisionados para administrar las provisiones del templo, pero alrededor de 2 siglos más tarde cuando Amasías hijo de Joás, y nieto de Joacaz era el rey de Judá, su familia seguía estando a cargo de las provisiones del templo (2 Crónicas 25:24), pues la historia nos relata que para esa época el rey Joás (no de Judá, sino de Israel) se apoderó de todo el oro y la plata, y de todos los objetos que había en el templo de Dios en la casa de Obed-Edom.  Obviamente que para esa época ya no vivía Obed-edom, ni sus ocho hijos, pero todo aquel recibimiento de la presencia de Dios que hizo al principio, repercutió favorablemente en tener hijos, nietos, bisnietos, y tataranietos, al servicio de Dios.

   Amados hermanos, la decisión de un padre o madre de familia, de recibir la presencia de Dios en su vida y hogar, así como de servir a esa presencia de Dios, trae beneficios no solamente materiales sino también espirituales para los demás miembros de la familia.  Eso es una buena decisión, porque en vez de ver a nuestros hijos y nietos caídos en las adicciones y pecados del mundo sin Dios, los podemos ver con gran satisfacción en el servicio a Dios.  Qué gran privilegio, si los padres de familia tomáramos esta decisión ejemplar de recibir reverentemente la presencia de Dios, ahora en Jesucristo, que influirá en la vida espiritual de nuestros descendientes.

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   La tercera bendición que puede experimentar una persona que recibe la presencia de Dios, es:

III.- EL SER INSTRUMENTO DE MOTIVACIÓN PARA OTROS.

   La historia según Samuel nos dice que después de tres meses de haber estado el arca en casa de Obed-edom, y de ser notorio que Dios les estaba bendiciendo: “Fue dado aviso al rey David, diciendo: Jehová ha bendecido la casa de Obed-edom y todo lo que tiene, a causa del arca de Dios. Entonces David fue, y llevó con alegría el arca de Dios de casa de Obed-edom a la ciudad de David” (2 Samuel 6:12).  Este aviso glorioso sirvió de motivación a David para que organizara desde Jerusalén a un grupo numeroso de personas, sacerdotes, y levitas para que acudiesen al pueblo y casa de Obed-edom para continuar llevando el arca a Jerusalén.  Sin saberlo, Obed-edom estaba siendo un instrumento para motivar a otros a tomar el servicio a las cosas sagradas de Dios.

   Qué grato es saber que la bendición o las bendiciones de la presencia de Dios en nuestra vida, nos convierte en personas útiles para que otros reconozcan su necesidad de aceptar para su vida un acercamiento y recibimiento personal de esa presencia divina que hace la vida lo más sublime y espiritual que de otra manera no se puede vivir si esa presencia especial de Dios no está en la vida.  Las personas que avisaron a David, y David mismo, confirmaron la realidad de que la presencia de Dios estaba bendiciendo a Obed-edom.  Todos ellos pudieron constatar que cuando una persona acepta el recibir la presencia de Dios en su vida y hogar, tal persona inevitablemente resultará gratamente bendecida.  Y vale la pena.  Y qué bueno que por nuestro testimonio personal, otros deseen como deseó David, apropiarse de la presencia de Dios.  En la actualidad, como dije antes, ya no es aquel arca, sino Jesucristo, su persona y mensaje quien debe ser recibido en el corazón, y quien entonces hará efectivas todas la bendiciones preparadas por Dios para quienes por medio de él reciban la presencia de Dios, pues nos dice el apóstol Pablo que Dios: “nos bendijo […] en Cristo” (Efesios 1:3).

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   La cuarta y última bendición que les voy a compartir, que puede experimentar una persona que recibe la presencia de Dios, es:

IV.- EL SERVIR A DIOS CON AMOR EL RESTO DE SU VIDA.

   En el relato de la transportación del arca desde casa de Obed-edom hasta Jerusalén, un dato que no se dice en 2 Samuel 6:12-23 donde solo se relata el júbilo de la adoración, pero que sí se dice en las crónicas de los reyes, es que entre los cantores y músicos levitas que dirigían el traslado estaba Obed-Edom.  La crónica dice así: “Asimismo dijo David a los principales de los levitas, que designasen de sus hermanos a cantores con instrumentos de música, con salterios y arpas y címbalos, que resonasen y alzasen la voz con alegría.  /  Y los levitas designaron a Hemán hijo de Joel; y de sus hermanos, a Asaf hijo de Berequías; y de los hijos de Merari y de sus hermanos, a Etán hijo de Cusaías.  /  Y con ellos a sus hermanos del segundo orden, a Zacarías, Jaaziel, Semiramot, Jehiel, Uni, Eliab, Benaía, Maasías, Matatías, Elifelehu, Micnías, Obed-edom y Jeiel, los porteros” (1 Crónicas 15:16-18).  Luego se relata que: Matatías, Elifelehu, Micnías, Obed-edom, Jeiel y Azazías tenían arpas afinadas en la octava para dirigir” (1 Crónicas 15:21).  No sabemos que hizo en su casa para adorar en la presencia de Dios, pero el hecho de que tocaba un arpa durante la procesión hacia Jerusalén, se evidencia que tuvo una decisión de que su privilegio de servir en la presencia de Dios no se quedaría limitado en solo tres meses mientras el arca había estado en su casa, sino que por lo menos cuando hubo la necesidad de un arpista para el culto a Dios, él estaba totalmente disponible.

   Luego que llegaron a Jerusalén y se instaló el arca en el tabernáculo que también se instaló allí, Obed-Edom no regresó a su pueblo o ciudad de origen, sino que estuvo decidido de que si hubiese una oportunidad de seguir sirviendo a Dios allá en Jerusalén, él se quedaría si es necesario aún a vivir allí.   Muy pronto se hizo una asignación de puestos de servicio, y este hombre recibió el puesto de portero del templo.  A él privilegiadamente le tocó la puerta del sur (cf. 1 Crónicas 26:15a), pues era la puerta más importante por conectar al templo con el palacio real.  Sus hijos también tomaron la misma decisión pues a ellos se les encargó “… la casa de provisiones del templo” (1 Crónicas 26:15b).  Obed-edom, era libre de tomar la opción de regresar a vivir a su ciudad de origen donde tenía su casa propia, pero decidió dejar la comodidad de su casa, e ir a vivir en Jerusalén, donde sirvió a Dios junto con sus hijos por el resto de su vida.  Para ese tiempo, creo que Asaf, uno de sus compañeros salmistas, ya había escrito el canto que dice: “… mejor es un día en tus atrios que mil fuera de ellos.  Escogería antes estar a la puerta de la casa de mi Dios, que habitar en las moradas de maldad (Salmo 84:10), pues de todas maneras compartía con él la misma convicción, porque estaba tan decidido a quedarse a trabajar en el templo aunque solo como portero en los atrios del templo cerca de la manifestación de la presencia de Dios.  Era mejor que ir a vivir en su pueblo en su propia casa, o en otro lugar donde solo estaría influenciado por la maldad.  El haber recibido meses atrás el arca de la presencia de Dios en su hogar (aunque más en su corazón que en su hogar), fue una bendición determinante que le sirvió para consagrar a Dios el resto de su vida para servirle en lo que sea.

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   CONCLUSIÓN: Amados hermanos en la actualidad la manifestación de la presencia de Dios, ya no es aquel arca o cofre sagrado, sino Jesucristo cuyo nombre profético es: “Emanuel”, que desde su idioma original, el hebreo, significa “Dios con nosotros” (Mateo 1:23).  Jesucristo es la viva presencia de Dios, que debemos desear recibir para obtener las bendiciones propias de Dios para nuestra vida personal y familiar.  Si usted está cansado de vivir sin disfrutar una vida llena de bendiciones, invoque usted a Jesucristo, invoque la presencia de Dios.  Sea usted como Obed-edom, quien no vio la presencia de Dios como un estorbo para su vida ni para el espacio físico que ocuparía en su casa, sino que fue un hombre altamente receptivo con un corazón que se inclinó a amar a Dios antes que su propia casa o que su propia vida. Usted puede recibir a Jesucristo en su corazón, y le aseguro que no le causará ninguna incomodidad, sino que al contrario traerá a la vida de usted bendiciones que usted nunca se imaginó.  Usted será sorprendido todos los días por la infinita gracia divina.  Su familia, si también se vuelve receptiva hacia la persona y obra de Jesucristo, muy pronto será una maravillosa familia al servicio de Dios.  Usted y su familia también podrán ser de mucha influencia espiritual para que otras personas reciban la presencia salvadora de Dios en sus vidas.  Y usted, estará totalmente satisfecho de servir al único vivo y verdadero Dios, y estará dispuesto a servirle no de vez en cuando sino todos los días y a cualquier hora.  No será usted una persona fanática, sino que usted será una persona que sirve a Dios por gratitud porque su presencia le trae bendiciones en el presente, y por su misma palabra le asegura que en la eternidad usted estará ante la presencia plena de Dios nuestro Soberano Salvador.

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