LA ELECCIÓN INCONDICIONAL DE LOS PECADORES PARA SALVACIÓN
1 Corintios 1:26-31.
Predicado por primera vez por el Pbro. Diego Teh Reyes, en la iglesia “El Divino Salvador” de Mérida, Yucatán; el día domingo 27 de Septiembre del 2015, a las 11:00 horas, como cuarto sermón de la serie “Doctrinas de la Gracia”.
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INTRODUCCIÓN: “Hermanos, deben darse cuenta de que Dios los ha llamado a pesar de que pocos de ustedes son sabios según los criterios humanos, y pocos de ustedes son gente con autoridad o pertenecientes a familias importantes. / Y es que, para avergonzar a los sabios, Dios ha escogido a los que el mundo tiene por tontos; y para avergonzar a los fuertes, ha escogido a los que el mundo tiene por débiles. / Dios ha escogido a la gente despreciada y sin importancia de este mundo, es decir, a los que no son nada, para anular a los que son algo. / Así nadie podrá presumir delante de Dios. / Pero Dios mismo los ha unido a ustedes con Cristo Jesús, y ha hecho también que Cristo sea nuestra sabiduría, nuestra justicia, nuestra santificación y nuestra liberación. / De esta manera, como dice la Escritura: “Si alguno quiere enorgullecerse, que se enorgullezca del Señor” (1 Corintios 1:26-31, DHH).
¿Qué significa que Dios le llamó para salvación sin que usted sea un sabio por experiencia o por haberse graduado con honores de una prestigiada universidad? ¿Qué significa que Dios le llamó para salvación sin que usted sea una persona con autoridad de alto mando, y sin que su familia sea de las familias muy importantes del mundo quizá por su poder político, militar, o económico? Tomando en cuenta que el apóstol Pablo explica en su epístola a los Efesios que Dios “…nos escogió en él (en Cristo) antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, / en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad, / para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado, / en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia,…” (Efesios 1:4-7); esta elección no fue hecha en base a la sabiduría humana, autoridad, o linaje humanos. Es por eso, que dice el apóstol Pablo que “lo necio del mundo […], lo débil del mundo […], lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios” (1 Corintios 1:27,28, NVI). Es por eso que para la vista y opinión de los que no han gustado de la gracia de la salvación, los hijos de Dios somos visto como “tontos, débiles, gente despreciada y sin importancia” (1 Corintios 1:27,28, NVI). Amados hermanos, si Dios nos eligió así para salvación sin que contemos con los altos estándares del mundo, eso significa muy claramente que su elección fue enteramente incondicional.
Por medio de este mensaje, voy a compartirles una parte de la doctrina de que Dios eligió a pecadores para salvación, de manera incondicional, sin haber previsto en nadie, alguna capacidad o mérito que le sirva para su salvación. De manera específica me limitaré a explicar NO LAS RAZONES sino QUÉ SIGNIFICA SER ELEGIDO INCONDICIONALMENTE.
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Lo primero que significa el haber sido elegidos por Dios de manera incondicional para salvación, es que:
I.- DIOS NO SE BASÓ EN QUE TENDRÍAMOS FE PUES TUVO QUE DARNOS LA FE.
Cuando leemos la primera parte de Efesios 2:8 que dice: “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe;…”, pareciera que dice que la fe se origina en una persona y que esta fe le hace meritoriamente conseguir la salvación, pero muy oportunamente el apóstol Pablo, con respecto a la fe que una persona utiliza para recibir la salvación, hace una aclaración explicando “y esto no de vosotros, pues es don de Dios;” (Efesios 2:8). Es importante observar que esta fe con el cual se cree en Jesucristo, no es la causa meritoria por el cual una persona llega a ser salva, sino solamente es el medio provisto por Dios para obtener su salvación en Cristo. La fe que una persona utiliza como medio, no proviene de uno mismo sino que en palabras del apóstol Pablo “es don de Dios”, y si “es don de Dios” entonces su salvación no fue por méritos propios, y por lo tanto su elección no se basó en que Dios haya visto quiénes podrían tener fe, sino que Dios hizo una elección a personas sin capacidad alguna de creer que Dios le ama y que Cristo Jesús murió por ellos. Aunque usted no lo crea, no solamente es difícil de creer para salvación, sino que es enteramente imposible para todo pecador, a menos que Dios otorgue a una persona el don de la fe.
San Agustín un destacado obispo del siglo IV, conocido como el “Doctor de la gracia”, debido a que es considerado como el máximo pensador cristiano de todos los primeros mil años del cristianismo, comenta que: “los elegidos de Dios son escogidos por él para ser sus hijos, a fin de hacerles creyentes, y no porque vio de antemano que ellos iban a creer”[1].
Amados hermanos, es evidente que aquellos que Dios no eligió para salvación, absolutamente no pueden creer que Jesús murió para salvar a pecadores, y mucho menos puede creer que Jesús murió por ellos. ¿por qué? La razón es porque no tienen fe propia capaz de conducirlos a creer en Jesús para salvación. Pero no solamente ellos se encuentran en esta condición de imposibilidad de creer, sino también los que fueron elegidos para su segura salvación, igualmente no pueden creer por sí solos en Jesús como su salvador. Los elegidos solamente pueden creer en Jesús como su salvador, porque Dios les da el don de la fe, por lo tanto cuando Dios estaba eligiendo a futuros pecadores desde antes de la fundación del mundo, a nadie eligió Dios porque tuviese una fe capaz y garantizada que le conduciría a creer en Jesús para su salvación, pues luego de elegirlos destinó para cada uno la fe necesaria como medio para recibir la eterna salvación.
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Lo segundo que significa el haber sido elegidos por Dios de manera incondicional para salvación, es que:
II.- DIOS NO SE BASÓ EN NUESTRAS OBRAS SINO SOLO EN SU MISERICORDIA.
Hablando de Dios como autor de la salvación, le dice a Timoteo que es Dios: “quien nos salvó y llamó con llamamiento santo, no conforme a nuestras obras, sino según el propósito suyo y la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos” (2 Timoteo 1:9). Con esta declaración apostólica nos queda claro que la salvación del ser humano se hace realidad “no conforme a nuestras obras”. Un ejemplo de cómo Dios no toma en cuenta las obras de una persona para proveerle de una bendición, es el caso de la elección que Dios hizo a favor de Jacob cuando ni siquiera había nacido, por lo que no tenía obras ni a favor ni en contra para que mereciera o se descartara su elección. Su historia la tenemos en el primer libro de Moisés, en el que se nos relata que Dios elige a Jacob sobre su hermano Esaú. Ambos eran hijos del mismo padre, Isaac, y de la misma madre, Rebeca. Siendo Esaú y Jacob gemelos, Esaú fue el primero en nacer, y Jacob fue el último, sin embargo, ni la primogenitura de Esaú hizo que Dios lo eligiera a él sobre Jacob. El apóstol Pablo dice sobre este caso que: “(pues no habían aún nacido, ni habían hecho aún ni bien ni mal, para que el propósito de Dios conforme a la elección permaneciese, no por las obras sino por el que llama), / se le dijo: El mayor servirá al menor. / Como está escrito: A Jacob amé, mas a Esaú aborrecí. / ¿Qué, pues, diremos? ¿Que hay injusticia en Dios? En ninguna manera. / Pues a Moisés dice: Tendré misericordia del que yo tenga misericordia, y me compadeceré del que yo me compadezca. / Así que no depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia” (Romanos 9:11-16).
La pregunta que cabe aquí es: ¿Qué obras buenas había hecho Jacob antes de nacer para que fuese elegido por Dios para ser el siguiente eslabón de la formación del pueblo de Dios? o ¿qué obras malas había hecho Esaú para que fuese desechado como eslabón para la formación del pueblo de Dios? Es más, con respecto a Jacob, durante casi toda su vida mientras Dios estaba encaminando todo para que él fuese el patriarca de la futura nación de los israelitas, hizo muchísimas obras malas que no le pudieron haber servido para que Dios tomara la decisión de elegirlo. Y en cuanto a la salvación de la condenación eterna, ocurre algo similar, pues el apóstol Pablo cuando explica a los Efesios que la salvación es por gracia, al mismo tiempo les aclara que es: “No por obras para que nadie se gloríe” (Efesios 2:9); por lo tanto, queda descartado que Dios haya elegido a pecadores para salvación sobre la base de que Dios haya visto desde antes de la fundación que sus obras serían muy buenas y útiles para merecer la salvación; antes bien, la elección de los pecadores para salvación se basó “el propósito de Dios… […] que no depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia”.
En nuestros símbolos doctrinales reformados, están expresadas de manera resumida las explicaciones de esta doctrina de la elección incondicional, de los que voy a citar solo como ejemplos dos de estos documentos. En el capítulo 16 de la Confesión Belga fue redactado que “estando todo el linaje de Adán en perdición y ruina por el pecado del primer hombre, Dios de mostró a sí mismo tal cual es, a saber: Misericordioso y Justo. Misericordioso: porque saca y salva de esta perdición a aquellos que Él, en su Eterno e inmutable consejo, de pura misericordia, ha elegido en Jesucristo, nuestro Señor, sin consideración alguna a las obras de ellos. Justo: Porque a los otros deja en su caída y perdición en que ellos mismos se han arrojado.” Encontramos aquí dos puntos que nos hablan de la incondicionalidad de la elección: Primero, la elección tiene como causa el consejo de Dios y, segundo, la elección no toma consideración de las obras del hombre[2]. Y en el artículo 10 de la Segunda Confesión Helvética, leemos que: “Dios, desde toda eternidad y sin hacer de la gracia, preferencias entre los hombres, libremente y por pura gracia, ha predestinado o elegido a los santos, que Él quiere salvar en Cristo, conforme a la palabra apostólica: “Dios nos ha escogido en Cristo antes de la fundación del mundo” (Efes. 1:4). Y también: “Dios nos salvó y llamó con vocación santa, no conforme a nuestras obras, sino según su intención y su gracia, la cual nos es dada en Cristo Jesús antes de los tiempos de eternidad; pero ahora es manifestada por la aparición de nuestro Salvador Jesucristo” (2.ª Timoteo 1:9 y 10)[3].
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CONCLUSIÓN: Amados hermanos, con esta breve explicación que les he presentado acerca de esta doctrina de la elección incondicional, he tenido el objetivo de dejarles en sus mentes y corazones que Dios nos eligió no porque haya visto de antemano que tendríamos fe en Él y su Hijo Jesucristo, ni porque hay visto que haríamos obras que sean aceptables para merecer su salvación. Lo que Dios conoció de nosotros de antemano es que seríamos totalmente incapaces de salvarnos bajo nuestra propia iniciativa y responsabilidad, por lo que nos eligió sin preveer mérito alguno, y nos capacitó para recibir eficazmente su salvación.
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[1] CALVINO, Juan. Citado en COSTA, Hermisten. Calvino de A a Z. Ed. Vida. Sao Paulo, 2006. Pág.107. Traducción libre.
[2] http://www.iglesiareformada.com/Confesion_Belgica.html (Ver articulo 16).
[3] http://www.iglesiareformada.com/Helvetica_Parte_1.html (Ver artículo 10, primer párrafo)
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