CÓMO RESPONDER A LA VOZ DE DIOS PARA HACER SU VOLUNTAD, Por: Diego Teh.

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CÓMO RESPONDER A LA VOZ DE DIOS PARA HACER SU VOLUNTAD.

Hageo 1:12-15.

Predicado por primera vez por el Pbro. Diego Teh Reyes, en la congregación “Ebenezer” de la colonia San José Tecoh, de Mérida, Yucatán; el día domingo 06 de Septiembre del 2015, a las 18:30 horas.

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   INTRODUCCIÓN: Samuel un jovencito quien desde su niñez fue entregado por su madre a un sumo sacerdote llamado Elí para su educación y consagración al santo ministerio del sacerdocio, tenía el templo de Jehová como su hogar, donde un día mientras se encontraba durmiendo en el templo, escuchó una voz que le llamó por su nombre en cuatro distintas ocasiones.  Era Jehová Dios, pero él no lo sabía.  Su respuesta era de alguna manera buena, pero no del todo correcta como Dios esperaba que Samuel le respondiera.  La biblia dice que Samuel en las primeras tres ocasiones solamente respondía “Heme aquí” (1 Samuel 3:4, 6, 8), a lo que Dios no le daba seguimiento sino que le llamaba una vez más; pero la cuarta vez, Samuel habiendo sido instruido por Elí, su respuesta fue “Habla, porque tu siervo oye” (1 Samuel 3:10b).  Como esta respuesta de Samuel fue una que Dios esperaba escuchar, ahora sí, Dios entabló con Samuel una conversación muy reveladora.   Cuando Dios habla, él siempre espera la mejor respuesta, sin embargo, las personas no siempre sabemos responder a la voz de Dios.

  Pero en el caso de la historia para este mensaje que trata de la época del profeta Hageo, profeta a través de quien Dios hizo un reclamo a los judíos quienes durante más de quince años por haberse enfocado solamente en construir solamente sus propias casas, habían dejado de hacer lo que también deberían haber hecho que consistía en la reconstrucción tanto del templo de Jerusalén, y de los muros de la ciudad santa de Jerusalén.  Por eso en el reclamo de Dios por medio del profeta Hageo, le dijeron: “¿Es para vosotros tiempo, para vosotros, de habitar en vuestras casas artesonadas, y esta casa está desierta?  /  Pues así ha dicho Jehová de los ejércitos: Meditad bien sobre vuestros caminos.  /  Sembráis mucho, y recogéis poco; coméis, y no os saciáis; bebéis, y no quedáis satisfechos; os vestís, y no os calentáis; y el que trabaja a jornal recibe su jornal en saco roto.  /  Así ha dicho Jehová de los ejércitos: Meditad sobre vuestros caminos” (Hageo 1:4-7).  Por muchos años ellos prefirieron trabajar solamente para sus propios intereses dejando a un lado y olvidando los intereses de Dios.  Eso les trajo como consecuencia que aunque trabajaran de sol a sol o día y noche, no podían tener prosperidad, porque Dios que es Soberano, tomó el control de no permitir que ellos prosperaran si ellos no obedecían primeramente, por lo que incluso Dios mismo no les permitió lluvia sino sequía por mucho tiempo para que la tierra no tuviese frutos que ellos aprovechasen para su prosperidad, pero aun así no reflexionaban para obedecer a Dios primeramente.

   En cuanto al texto que específicamente usaré para el mensaje de esta ocasión, Hageo 1:12-15, observaremos que tras el mensaje del profeta Hageo, lo que sucedió con Zorobabel, Josué, y el resto del pueblo, es que no solamente oyeron “la voz de Dios” (v. 12), sino que luego de oír esa voz de Dios respondieron con actitudes apropiadas que fueron del total agrado de Dios, por lo que en este mensaje les quiero compartir la siguiente verdad: Cada creyente debe responder con actitudes apropiadas a la voz de Dios.  (La voz de Dios, no se refiere al sonido audible como efecto de hablar, sino a la palabra o voluntad que Dios revela para conocimiento y obediencia del ser humano).  /  ¿Cuáles deben ser las actitudes apropiadas con las que cada creyente debe responder a la voz de Dios?  /  Mediante el desarrollo de este mensaje les presentaré y explicaré tres de estas actitudes apropiadas que demostraron los judíos que recibieron “la  voz de Dios” por medio del profeta Hageo.

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   La primera actitud apropiada con la que un creyente debe responder a “la voz de Dios” para hacer su voluntad, es:

I.- DEJANDO QUE DIOS DESPIERTE NUESTRO ESPÍRITU.

   Voy a comenzar mis indicaciones no desde el versículo 12 sino en el versículo 14 con tal de presentar de manera lógica y cronológica el objetivo de este mensaje.  Observen qué tuvo que hacer Dios con Zorobabel, con Josué, y con el resto del pueblo.  El texto dice que: “despertó Jehová el espíritu de Zorobabel […], y el espíritu de Josué […], y el espíritu del todo el resto del pueblo” (Hageo 1:14).  Para dar solución a todos los años de irresponsabilidad de todo el pueblo judío, Dios tuvo que despertar el espíritu primero de dos personas que serían los nuevos líderes del pueblo, pero al mismo tiempo Dios despertó el espíritu de todo el pueblo.  Si hay necesidad de ser despertado, entonces, eso significa que cuando uno está actuando con irresponsabilidad, uno se encuentra espiritualmente dormido.  Luego observen que Zorobabel era hijo de Salatiel, gobernador de Judá”, que Josué era “hijo de Josadac, sumo sacerdote”.  Estos dos, Salatiel el gobernador, y Josadac el sumo sacerdote, eran quienes debieron orientar y dirigir la vida de los judíos durante los 15 años anteriores, pero no lo hicieron.  Estaban dormidos, que al parecer ya les gustaba la pereza e irresponsabilidad, que Dios tuvo que despertar no precisamente el espíritu del gobernador Salatiel, ni precisamente el espíritu del sumo sacerdote Josadac, sino de sus hijos.  Por el desenlace de la historia nos damos cuenta que sus respectivos hijos cumplieron con su función, porque dejaron que Dios despierte el espíritu de ellos también antes dormido.

   Aquella noche después de la última cena de Jesús con sus discípulos, cuando fueron juntos a orar en el huerto del Getsemaní, él los dejó solos durante una hora para que orasen mientras él oraba aparte, pero cuando regresó los encontró durmiendo, y luego que los amonestó a orar, les dijo: el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil” (Mateo 26:41; Marcos 14:38).  Con estas palabras, Jesús no estaba diciendo que el espíritu no se duerme sino solo los ojos del cuerpo, sino que Jesús estaba diciendo que debido a que somos “carne […] debil”, o sea que debido a nuestra naturaleza humana sin fuerza para hacer el bien, nuestro espíritu es afectado por nuestra naturaleza humana, al grado de que nuestra debilidad humana, por causa del pecado, se duerme haciéndose incapaz de impulsarnos para cumplir responsablemente nuestros deberes que Dios está esperando que hagamos.  Eso era lo que estaba afectando a los judíos, eso mismo es lo que afecta a muchos de nosotros, pero si dejamos que Dios despierte nuestro espíritu, eso influirá en nuestra “carne” (en nuestra naturaleza), y tendremos la capacidad de ser responsables en nuestros deberes para con Dios, al grado de que lo que es necesario hacer, seremos los primeros en levantar la mano para involucrarnos y hacer el trabajo necesario correspondiente.

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   La segunda actitud apropiada con la que un creyente debe responder a “la voz de Dios” para hacer su voluntad, es:

II.- COMPROMETIÉNDONOS A HACER LA VOLUNTAD DE DIOS.

   Ahora sí, regresamos al versículo 12 en el que observamos que después de que Zorobabel, Josué, y el resto del pueblo escucharon “la voz de Jehová su Dios, y las palabras del profeta Hageo”, el resultado según leemos al final de este mismo versículo, fue que: “… temió el pueblo delante de Jehová”.   ¿Qué significa esto de que “temió el pueblo delante de Jehová”?  No significa que se pusieron físicamente a temblar, sino significa que reconocieron que estaban respondiendo mal ante Dios quien estaba teniendo misericordioso con ellos al haberlos liberado de la cautividad babilónica; entendieron que Dios había tenido el control de sus calamidades y miserias por no haber hecho la voluntad de Dios; y significa también que asumieron su compromiso de hacer la voluntad de Dios que no habían hecho durante los 15 años anteriores, que en el caso de ellos era reconstruir el templo y los muros de la ciudad santa de Jerusalén.  Por fin, aquellos judíos estuvieron dispuestos a dejar de hacer su propia voluntad de querer trabajar solo para beneficio de ellos mismos empeñados en tener casas hermosamente artesonadas, pues eso les había llevado a olvidarse de hacer la voluntad de Dios.

   En la ocasión cuando Jesús predicaba su célebre sermón del monte, con la intención de corregir la manera de vivir de todos aquellos que le escuchaban, les dijo: “No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan;  /  sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan.  /  Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón” (Mateo 6:19-21).  Las personas siempre tenemos la tendencia a pensar solamente en nuestro propio beneficio por lo que para ello somos tan capaces de hacer nuestra entera y propia voluntad, olvidando lo que es la voluntad de Dios.  Eso fue lo que le pasó a los judíos quienes se dedicaron a edificar sus propias viviendas artesonadas, dejando de hacer lo que Dios esperaba que ellos hicieran.   Amados hermanos, es necesario que antes de pensar solamente en vivir y beneficiarnos a nosotros mismos, pensemos en tenerle temor a Dios, tomando la decisión de comprometernos a hacer primeramente su voluntad.  Quienes hacen la voluntad de Dios, buscando primeramente el reino de Dios y su justicia, Dios les tiene preparado añadir a su favor los bienes necesarios para beneficio de uno mismo y de la familia (cf. Mateo 6:33).

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   La tercera actitud apropiada con la que un creyente debe responder a “la voz de Dios” para hacer su voluntad, es:

III.- CONFIANDO EN LA PODEROSA PRESENCIA DE DIOS.

   Pasando al versículo 13 observamos que tras haber el pueblo escuchado la voz de Dios, y tras haber temido y haberse comprometido de nuevo con Dios, el profeta Hageo, enviado por Dios les comunica un nuevo mensaje que dice: “Yo estoy con vosotros dice Jehová”.   La presencia de Dios es de mucha importancia para cualquier persona o grupo de personas llamadas o comisionadas por Dios para realizar cualquier tarea.   Por ejemplo: Cuando Dios comisionó a Moisés para llevar a los israelitas a la tierra prometida, Dios le dijo: Mi presencia irá contigo, y te daré descanso.  /  Y Moisés respondió: Si tu presencia no ha de ir conmigo, no nos saques de aquí” (Éxodo 33:14,15).  No contar con la presencia de Dios nada tendría caso, pero contar con su presencia es la garantía de que todo saldrá bien.  En esta ocasión Dios ni siquiera les estaba prometiendo su presencia sino asegurando que su presencia ya estaba con ellos, y que eso les garantizaría el éxito de poder realizar lo que Dios esperaba de ellos.

   Una razón por la que los judíos de la época de Hageo no se ocuparon durante 15 años en reconstruir el templo de Jerusalén ni los muros de la ciudad, es porque estaban conscientes de la existencia de personas enemigas de la reconstrucción que estaban ubicadas en ciudades vecinas y cercanas.  Otra razón es porque ellos eran una generación que no sabían qué significaba y que tan poderosa y efectiva era la presencia de Dios, y porque ignoraban que ahora Dios también estaba con ellos.  Todos ellos habían nacido y crecido en ciudades ajenas al pueblo de Dios, en imperios enemigos del pueblo de Dios, y estando en aquellos lugares supieron que nacieron como extranjeros porque Dios los había retirado de su presencia, pues por la desobediencia de sus abuelos y padres que fueron llevados cautivos por decisión de Dios, ellos nacieron lejos de la ciudad santa de Jerusalén, donde se manifestaba la presencia de Dios en medio de su pueblo.  Tenían poca comprensión de lo que significaba contar con la presencia de Dios.  En el pasado, sus padres podían comprobar que Dios estaba con ellos porque veían la manifestación de su presencia mediante una columna de fuego por las noches, y mediante una columna de nube durante el día.  También de manera frecuente podían mirar la Shekiná, la nube de la gloria de Dios, destellando una luz gloriosa, sobre el arca del pacto que estuvo en el lugar santísimo del templo, pero desde la cautividad babilónica, cuando incluso aquel arca del pacto desapareció, se les hacía difícil comprobar que Dios estaba con ellos.  Pero ahora, que oyeron la voz de Dios, que los invitó a confiar en que su presencia está con ellos, cobraron ánimo para dedicarse a hacer la voluntad de Dios de reconstruir tanto el templo como los muchos kilómetros del muro que rodeaba y protegía toda la ciudad de Jerusalén.  Con la presencia de Dios, ya no importa que se levantaran enemigos humanos, o hasta diabólicos o demoniacos, tenían la garantía de que todo lo que emprendieran por voluntad de Dios, se logrará con éxito.

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   La cuarta actitud apropiada con la que un creyente debe responder a “la voz de Dios” para hacer su voluntad, es:

IV.- TRABAJANDO PARA DIOS ANTES QUE PARA NOSOTROS.

   El final de la historia fue diferente que su principio.  Al principio se ocuparon de sus propias casas e intereses, pero ahora que escucharon la voz de Dios, ahora que dejaron que Dios despertara sus espíritus dormidos, ahora que temieron a Dios y se comprometieron a hacer su voluntad, y ahora que en verdad decidieron confiar en la poderosa presencia de Dios con ellos, dice el final de la historia que “… vinieron y trabajaron en la casa de Jehová de los ejércitos, su Dios” (Hageo 1:14).  Esta es una descripción del cambio que ocurre en el corazón y decisión de una persona que tras no haber sido responsable para con Dios, ahora que escucha la voz de Dios, le responde con acciones propias de una persona verdaderamente comprometida.

   Además, dice la historia que “vinieron y trabajaron en la casa de Jehová de los ejércitos”, pero termina diciendo: “su Dios”, aclarando que estaban conscientes de que su trabajo no era para un dios extraño sino a un Dios que ellos habían aceptado como suyo.  Una de las causas por la que no se había ocupado en trabajar en la casa de Jehová sino en sus propias casas, es porque no estaban convencidos de aceptar a Jehová como el Dios de ellos, pero ahora que escucharon la voz de Dios, trabajaron ya no para ellos mismos, sino para “su Dios”.

   Amados hermanos, Jesús a un grupo de israelitas que aparentaban seguir a Jesús por sus enseñanzas acerca de cómo vivir la voluntad de Dios, tuvo que desenmascararlos y decirles la verdad de que no es cierto si estaban deseando conocer la voluntad de Dios ni que estuviesen interesados en hacer la voluntad de Dios, por lo que les dijo: Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que a vida eterna permanece, la cual el Hijo del Hombre os dará;…”  (Juan 6:27a).  Esta es una clara amonestación de Jesús vigente para nuestros días y nuestras vidas.  No está diciendo que no debemos comer, ni tampoco está diciendo que no debemos trabajar, sino que está explicando que el comer y trabajar solo para cualquier saciedad a nuestro favor no es lo más importante para estar ocupados solamente en ello, sino que hay un mejor trabajo que es el de buscar la vida eterna por medio de Jesús el Hijo de Dios.  Eso implica que debemos estar ocupados en trabajar no para nuestros propios beneficios personales terrenales, sino hacer la voluntad de Dios que nos proporciona bendiciones para la eternidad.

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CONCLUSIÓN:   Amados hermanos, cuando en la actualidad hablamos de oír la voz de Dios, no nos referimos a la extraordinaria manifestación de escuchar una voz como el día que los israelitas oyeron la voz de Dios en el Sinaí como una voz tronante que hablaba con Moisés (Éxodo 19:19); ni tampoco como aquella voz que Samuel escuchó en el templo que lo confundió como la voz del sacerdote Elí (cf. 1 Samuel 3:1-10); ni tampoco como la voz proveniente de los cielos como el día del bautizo de Jesús (cf. Mateo 3:16,17).  Oír la voz de Dios significa responder obedientemente a lo que aprendemos acerca de su voluntad enseñada a través de su palabra revelada en las Sagradas Escrituras.

  Cuando escuche usted la lectura, predicación, enseñanza, o reflexión de la palabra de Dios, deje que Dios despierte el espíritu dormido que le ha impedido serle obediente en hacer su voluntad.  Cuando su palabra haga que usted se dé cuenta de que no está haciendo lo que Dios quiere que usted haga, comprométase a hacer su voluntad.  Cuando su palabra le comunique que Dios está con usted, pues entonces, créalo y confíe en que la presencia de Dios le ayudará a vencer todo tipo de dificultades que lleguen en su vida.  Y cuando por la palabra de Dios descubra que Dios tiene una comisión para usted, inmediatamente deje usted de vivir solamente para sus intereses personales y trabaje para Dios.  Todo esto es responder apropiadamente a la voz de Dios.

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