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EL SER HUMANO ES TOTALMENTE INCAPAZ DE ACUDIR A DIOS.
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Juan 6:44.
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Predicado por primera vez por el Pbro. Diego Teh Reyes, en una reunión familiar; el día martes 22 de Septiembre del 2015, a las 20:00 horas.
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INTRODUCCIÓN: En Vietnam, en la provincia costera de Quang Nam, vive un hombre que se llama Thai Ngoc, quien tiene una extraordinaria incapacidad, pues desde el año 1973 tras padecer de una fiebre nunca más en su vida ha podido dormir, siendo ya en la actualidad 42 años que vive en esa condición. Ha probado todo tipo de medicinas, incluyendo las tradicionales de Vietnam, pero nada soluciona su problema. Su cuerpo se ha adaptado a esta incapacidad a tal grado que el hombre no siente ni un malestar, e incluso todos los diagnósticos médicos reportan que este hombre se encuentra perfectamente saludable[1]. El caso de este hombre me recuerda una de las enseñanzas fundamentales de las Sagradas Escrituras, en las que se presenta al ser humano pecador con una incapacidad de acudir a Dios para ser perdonado y salvado, pues también ya está acostumbrado a vivir en incapacidad de acudir a Dios, no dándose cuenta por sí mismo de cuánto le necesita. Al contrario se siente tan a gusto, se siente tan al natural viviendo ajeno a Dios, considerándose igualmente saludable. La razón de su sentimiento y condición humana es porque es incapaz por sí solo de acudir a Dios.
En este mensaje me propongo explicarles la realidad de que todo ser humano es totalmente incapaz por sí mismo de acudir a Dios, sin embargo, al mismo tiempo explicaré también la realidad de que Dios capacita a sus elegidos incapaces. ¿Por qué todo ser humano es totalmente incapaz por sí mismo de acudir a Dios? En el desarrollo de este mensaje, basado en diversos textos de las Sagradas Escrituras, les compartiré algunas de las razones por las cuales todo ser humano es totalmente incapaz por sí mismo de acudir a Dios, a menos que Dios le dé la voluntad y capacidad necesaria para ello.
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La primera razón por la que todo pecador es totalmente incapaz por sí mismo de acudir a Dios, es:
I.- PORQUE ES UN ESCLAVO DEL PECADO.
Mientras Jesús enseñaba a un grupo de judíos que acaban de creer en él, les dijo que: “…conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres“ (Juan 8:32), a lo que ellos no considerando que necesitaban ser libres de algo, le respondieron a Jesús: “…jamás hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú: Seréis libres?” (Juan 8:33). Nunca había pasado por su mente que el pecado era un problema que los tenia esclavizados espiritualmente, y que por eso nunca antes habían estado interesado en ser obedientes a Dios. Por eso Jesús les responde: “De cierto, de cierto os digo, que todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado” (Juan 8:34). Jesús explica que un pecador peca porque “esclavo es del pecado”. Un solo pecado de Adán, bastó para que el ser humano sea capaz de cometer otro pecado. Todos sus sentidos quedaron infectados y afectados por el pecado, a tal grado que es siempre un candidato potencial para cometer de nuevo otro pecado. En otras palabras, el pecado deprava la naturaleza humana, al grado de que un pecado le genera otro pecado y así sucesivamente. Es tanta la depravación que un pecador es siempre capaz de cometer la siguiente vez un mayor, peor, y vergonzoso pecado, sin que se dé cuenta de la gravedad de lo malo que está haciendo, y sin que pase por su mente el pensamiento de querer salir de esa situación, pues en vez de incomodarle le satisface, y en caso de que llegase a incomodarle no tendrá la voluntad de dejar de cometerlo, pues su condición es de “esclavo”.
Pero Jesús, no solamente les diagnostica el problema a aquellos judíos recién convertidos a la santa doctrina, sino que les explica cuál debe ser la solución, pues les dice: “…si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres” (Juan 8:35). Lo primero que Jesús les resalta es que una persona que se encuentra en estado de “esclavo” del pecado, está incapacitado no parcial sino totalmente de poder liberarse de su condición, pues NO puede esta persona hacer absolutamente nada por sí mismo para evitar y dejar de pecar, sino la única manera de ser “verdaderamente libres” del pecado es “si el Hijo os libertare”.
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La segunda razón por la que todo pecador es totalmente incapaz por sí mismo de acudir a Dios, es:
II.- PORQUE ES UN MUERTO EN EL PECADO.
En su epístola a los Efesios, el apóstol Pablo, hablándoles de Dios les dice que: “…él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados” (Efesios 2:1). Lo primero que observaremos en estas palabras es la gravedad en la que se encuentra una persona que por ser pecador por naturaleza, comete pecados de manera permanente. La gravedad consiste en que el apóstol describe a tales personas como “muertos”, siendo así que cada pecador es un muerto a los ojos de Dios. ¿Qué significa este calificativo de muerto? La respuesta es sencilla, y la responderemos con otra pregunta: ¿Qué puede hacer un muerto para salir de su muerte? La respuesta es: Absolutamente nada, porque ni siquiera puede moverse. Yo creo que con esta metáfora del muerto lo que San Pablo estaba recalcando a los Efesios, es que toda persona que peca no tiene la capacidad de hacer nada por su condición espiritual tal como un muerto no puede hacer nada `por su condición físico-espiritual.
Es por eso que San Pablo les explica a los Efesios que ellos pudieron salir de su estado de muertos en el pecado (o sea, de su depravación total), es no por esfuerzo alguno que ellos hayan hecho, sino porque “él os dio vida a vosotros”. El hecho de que haya sido Dios quien les haya dado vida espiritual, o sea que haya sido Dios quien los revivió de la muerte espiritual que les había producido el pecado, revela que todos ellos sin excepción se encontraban en un estado de “incapacidad total humana”, pues no tuvieron vida que ellos mismos se hubiesen autogenerado.
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La tercera razón por la que todo pecador es totalmente incapaz por sí mismo de acudir a Dios, es:
III.- PORQUE TIENE EL ENTENDIMIENTO CEGADO.
El apóstol Pablo, explicando a los Corintios que hay personas que no responden al santo evangelio de Jesucristo a pesar de que se les explique con toda paciencia y amor las cosas espirituales que todo pecador debe conocer, les dice que: “…el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente” (1 Corintios 2:14). Un hombre o persona natural es una persona que no ha tenido ninguna experiencia espiritual con Dios, que no ha creído en la persona y obra de Jesucristo como su salvador, porque por no tener una vida espiritual procedente de Dios, simplemente “no las puede entender”. En otras palabras una persona que no puede entender acerca de Dios y su plan de salvación, es porque tiene una incapacidad en el área del entendimiento acerca de las cosas espirituales. Y tales personas no pueden aceptar cosas espirituales de Dios, porque “andan en la vanidad de su mente, / teniendo el entendimiento entenebrecido, ajenos de la vida de Dios por la ignorancia que en ellos hay, por la dureza de su corazón” (Efesios 4:17b,18).
Tiempo más tarde cuando el apóstol Pablo les envía otra epístola a los Corintios, les explica que el origen del problema de no poder entender las cosas espirituales es porque “…el dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios” (2 Corintios 4:4). Es el diablo quien no quiere que toda persona conozca “la luz del evangelio de la gloria de Cristo”, por eso se encarga de incapacitar a las personas mediante el amor al pecado para quedar sin entendimiento espiritual, pero la buena noticia es que el Dios verdadero no nos dejó con el entendimiento cegado sino dice el apóstol Pablo que “Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo” (2 Corintios 4:6).
Amados hermanos, si hemos creído en Jesucristo, no es porque teníamos la capacidad de hacerlo, sino que Dios tuvo que intervenir en nuestra vida internamente por su Espíritu, y externamente por su palabra quizá por medio de la labor de alguna persona que se encargó de compartirnos el amor de Dios. Nunca pudo ser nuestro entendimiento tan capaz de asimilar las cosas espirituales, sino que fue Dios quien lo hizo capaz para poder aceptar su libre gracia de la salvación.
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La cuarta razón por la que todo pecador es totalmente incapaz por sí mismo de acudir a Dios, es:
IV.- PORQUE NO TIENE EL PODER PARA ACUDIR A ÉL.
Para ilustrarles a los judíos que Jesús es el Hijo enviado de Dios como en el pasado Dios envió el maná en el desierto, les dijo: “Yo soy el pan del cielo” (Juan 6:35), pero ellos decían entre sí: “¿No es éste Jesús, el hijo de José, cuyo padre y madre nosotros conocemos? ¿Cómo, pues, dice éste: Del cielo he descendido?” (Juan 6:42), por lo que Jesús les dijo: “Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere” (Juan 6:44). Viendo Jesús que algunos de estos judíos no querían ni podían creer que Jesús es el Hijo de Dios por medio de quien se puede conocer a Dios, les dijo de nuevo: “Por eso os he dicho que ninguno puede venir a mí, si no le fuere dado del Padre” (Juan 6:65). Con estas palabras Jesús les estaba hablando de una incapacidad propia del ser humano de no poder acudir a Dios por medio de Jesús, que no se trata de una incapacidad física sino espiritual, pues en aquel momento ellos estaban físicamente frente a Jesús, pero al mismo tiempo tan lejos de Dios porque no tenían la capacidad de creer que él era el Hijo de Dios.
Sin embargo, Dios el Padre no deja a sus elegidos en su incapacidad, sino que los capacita para que puedan acercarse a Él, dándoles la voluntad y decisión necesaria para buscarle por medio de Jesucristo, pues Jesús con la misma afirmación les estaba diciendo que Dios el Padre para que alguien pueda acudir a Jesús para que en él encuentre a Dios, es Él mismo quien le trae a Jesús. Esto significa que no hay ningún poder en nosotros que nos haya impulsado acudir a Jesucristo, sino que ha sido gracias a la capacidad que Dios el Padre puso en nosotros. Si hemos venido a la fe en Jesucristo, es porque Dios el Padre ha tenido que intervenir para que podamos aceptar la persona, enseñanza y obra de Jesús.
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La quinta razón por la que todo pecador es totalmente incapaz por sí mismo de acudir a Dios, es:
V.- PORQUE SU PROPIO CORAZÓN NO LE AYUDA.
Dice Moisés en su primer libro, el Génesis, que cuando Dios vio a la gente antes del diluvio, lo que encontró en ellos fue: “que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal” (Génesis 6:5). A pesar del diluvio que arrasó con casi toda la raza humana de aquel entonces, en realidad los descendientes de Noé que se salvaron de la muerte durante el diluvio, siempre conservaron en su naturaleza el problema de tener un corazón susceptible e inclinado hacia el mal. Moisés es claro al explicar que el problema que Dios encontró desde el principio en la humanidad fue un problema con origen en el corazón.
El profeta Jeremías describe el corazón del ser humano diciendo: “Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿Quién lo conocerá?” (Jeremías 17:9). Es tan engañoso el corazón que hace que una persona piense que se encuentra bien con Dios cuando en la realidad no lo está. Es el caso por ejemplo, de un fariseo que Jesús mencionó en una parábola quien se sentía orgulloso de ser de la religión de los fariseos, en su oración a Dios siempre gritaba a los cuatro vientos que él era mejor que los demás, pero Jesús dice de esta persona que de nada le sirvió creerse lo que no es, pues no fue justificado por Dios. ¿Qué sucedió en aquel fariseo? Simplemente era su corazón que le engañaba. Es por esa característica del corazón humano que uno no puede buscar por sí mismo a Dios, por más que lo intente por medio de la religión, y por medio de la oración, el canto, los diezmos, etc… Siempre será engañado por su corazón, y no podrá tal persona venir a Jesús bajo esa condición.
Un caso relatado en los Hechos de los apóstoles, nos presenta que para que una persona pueda acudir a Dios, por medio de Jesucristo y su evangelio, es el caso de lo que tuvo que ocurrirle a una mujer llamada Lidia quien estaba presente en una reunión donde el apóstol Pablo se encontraba predicando a Jesucristo. Dice el texto de la historia que “el Señor abrió el corazón de ella para que estuviese atenta a lo que Pablo decía” (Hechos 16:14). Ella no abrió por sí misma su corazón, sino que Dios tuvo que abrirle el corazón, es decir la capacitó para que su corazón que por naturaleza no tenía como objetivo escuchar la palabra de Dios, la pudiese escuchar con toda atención en aquel momento. Fue lo mismo que sucedió con nosotros. Dios tuvo que capacitar a nuestro engañoso corazón que no nos ayuda a busca a Dios.
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CONCLUSIÓN: Amados hermanos: Jeremías, un profeta que vivió como 600 años antes de Jesús, amonestó a los rebeldes israelitas de su época diciéndoles: “¿Mudará el etíope su piel, y el leopardo sus manchas? Así también, ¿podréis vosotros hacer bien, estando habituados a hacer mal?” (Jeremías 13:23). Con estas palabras, este profeta les estaba recalcando que debido a la naturaleza pecaminosa del ser humano que le tiene habituado en hacer solamente lo malo, absolutamente nadie puede cambiar por sí mismo su naturaleza para que uno pueda aceptar y desear el bien y acudir a Dios, pero hay una buena noticia para aquellos a quienes Dios por gracia Dios ha querido salvar. Solo Él hace capaz a las personas.
San Marcos nos relata el caso de un padre de familia que tenía un hijo ya muchacho que desde su niñez era poseído por un demonio que cuando este se manifestaba en él, “muchas veces le echa en el fuego y en el agua, para matarle” (Marcos 9:22a), pero intentando buscar la solución de este problema de su hijo, le dice a Jesús: “…si puedes hacer algo, ten misericordia de nosotros, y ayúdanos. / Jesús le dijo: Si puedes creer, al que cree todo le es posible. / E inmediatamente el padre del muchacho clamó y dijo: Creo; ayuda mi incredulidad” (Marcos 9:22b-24). Este padre de familia, aun diciendo “Creo”, se daba cuenta que no podía creer ni tan fácilmente ni completamente, por lo que mejor implora ayuda diciéndole a Jesús: “ayuda mi incredulidad”. No hay duda de que Jesús le ayudó a superar su incredulidad, pues por la fe este hombre recibió la sanidad definitiva de su muchacho. De la misma manera, es posible que alguno de ustedes en este momento se está dando cuenta que no le es fácil creer en Jesús, que no le es fácil aceptar acudir a Dios para ser salvo y para servirle. Eso es el resultado de la naturaleza pecaminosa que todavía le está incapacitando, pero como aquel padre de familia, dígale ahora mismo a Jesús: “ayuda mi incredulidad”. Estoy seguro que él va a darle a usted la capacidad de creer en él, y así usted experimentará primeramente la salvación de su alma, y luego disfrutará también la gran multitud de beneficios que Dios tiene para los que creen en su Hijo Jesucristo.
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[1] http://www.planetacurioso.com/2012/09/07/gente-rara-un-hombre-que-no-ha-dormido-desde-1973/
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