HAY ESPERANZA
Tito 2:11-14; Juan 5:2-9.
Predicado por primera vez por el Pbro. Diego Teh Reyes, en la Iglesia “El Divino Salvador” de Mérida, Yuc; el día domingo 29 de Nov. del 2015, a las 11:00 horas; como sermón del 1er domingo de adviento.
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INTRODUCCIÓN: Hace muchos años, un hombre condenado a muerte hizo un trato inusual con el rey que lo había juzgado. El hombre saldría libre bajo la condición de que, dentro del espacio de un año, enseñara al caballo del rey a volar. Algunos de sus amigos le preguntaron si realmente pensaba que podría enseñar al caballo del rey a volar. -Bueno, yo lo veo así, – replicó el hombre. -Dentro del espacio de un año, el rey podría morir, o yo podría morir o el caballo podría morir. Además, dentro de un año, ¿quién sabe? ¡El caballo podría aprender a volar! ¡Aquí vemos a un hombre que no perdió la esperanza! Claro, no había mucha esperanza qué perder. A fin de cuentas, se encontraba condenado a muerte[1]. Lo que podemos observar de este hombre es que su esperanza no era segura, tal como muchas personas no tienen esperanza o si la tienen no la saben o no es segura para ellos. Si usted es una de estas personas, quiero que preste atención a este mensaje y se vaya hoy de esta reunión con una esperanza que vale la pena, con la diferencia que usted no tiene que hacer volar a un caballo, pues es mucho más sencillo de lo que usted se pudiera imaginar.
Nuestro pasaje bíblico para este mensaje tras decirnos que “…la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres, / (y añade también que esa misma gracia de Dios está ¿haciendo qué?) enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, (y debemos hacer ¿qué?, que) vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente, / (y ¿qué más?) aguardando la esperanza bienaventurada…” (Tito 2:11-13a). Entre todas estas metas de la gracia de Dios, el apóstol Pablo recalca a los que son creyentes en Jesucristo que debemos vivir “aguardando (esperando, valga la redundancia) la esperanza bienaventurada”. Por supuesto que hay esperanza estimado oyente. En este mensaje, quiero compartirle a usted algunas breves reflexiones acerca de la verdad de que sí hay esperanza.
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Primero, hay esperanza:
I.- MEJOR QUE TODA ESPERANZA ACTUAL.
Observe usted en el versículo 13 que la esperanza que debe ser aguardada, no se trata de una esperanza de algo que corresponda a la vida presente, sino una esperanza que corresponde a la vida en la eternidad, cuyo calificativo que le da el apóstol Pablo es de una “esperanza bienaventurada”. Quizá usted está más preocupado por la esperanza de un día tener el vehículo, la vivienda, la salud, el dinero que en la actualidad por más que ha querido, y por más que ha trabajado, y por más que lo ha intentado no lo ha alcanzado. No es malo en sí hacerse metas para obtener las cosas que son necesarias para nuestro proyecto de vida, sin embargo, hay una mejor esperanza que es la “esperanza bienaventurada”. Hoy le animo a interesarse por esta esperanza bienaventurada que consiste en esperar el momento que Jesucristo el Hijo de Dios regrese a este mundo para hacer efectiva toda promesa de Dios para dar una mejor vida al ser humano que mientras él no vuelva no va a ser posible que ningún ser humano pueda tener.
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Segundo, hay esperanza:
I.- MIENTRAS NO HAYA REGRESADO JESUCRISTO.
El apóstol Pablo, relaciona el aguardar la esperanza con “la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo” (Tito 2:13b). La manifestación a la que se refiere el apóstol es el día que Cristo regrese cuando hará totalmente efectiva todas las bendiciones eternas de la gracia de Dios. Si usted ya está muerto para ese entonces, no hay problema, usted será resucitado para morar cuerpo y alma delante de la presencia eterna y celestial de Dios. Si usted ha estado todo el tiempo agobiado por problemas, enfermedades, pobrezas, depresiones, etc… por fin se acabará todo eso porque Jesucristo se manifestará para entregar de una vez por todas (por eso será una manifestación gloriosa), todos los beneficios de la gracia de Dios que por ahora no podemos recibir totalmente a causa de nuestra naturaleza pecaminosa, sin embargo desde ahora podemos comenzar a saborear, a disfrutar con plena satisfacción, los beneficios de esa gracia.
Sin embargo, estimados oyentes, el día que Cristo vuelva, si usted no creyó salvadoramente en Jesucristo, entonces no recibirá ninguno de los beneficios de la gracia de Dios, por lo que no podrá pasar a la eternidad con Dios, sino que por su misma decisión de no aceptar ahora la gracia salvadora de Dios para su vida, le mantendrá en la misma condenación que corresponde a toda persona que en la actualidad rechaza a Jesucristo.
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Tercero, hay esperanza:
III.- SOLO POR MEDIO DE JESUCRISTO.
Hablando de la esperanza que es eterna y que vale la pena más que toda esperanza de cosas terrenales, el apóstol lo relaciona con Jesucristo, y dice de él que es “quien se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad…” (Tito 2:14a). ¿Ha estado usted luchando contra la iniquidad y pecado, y no logra dominarlo por completo? Le comprendo. El dominio completo del pecado solamente puede lograrse cuando Jesucristo ha sido invitado por el pecador a morar en el corazón. Jesucristo “se dio a sí mismo” (se refiere a su muerte sustituta en la cruz) ¿para qué?, “para redimirnos de toda iniquidad”. El mayor problema contra la cual usted debe luchar es el pecado, pero no podrá si Jesús no le redime de ello. Así que por medio de esta palabra de Dios déjeme decirle que solo por medio de Jesucristo usted puede librarse de los efectos del pecado que está causando destrozos a diestra y siniestra en su vida personal o hasta familiar.
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Cuarto, hay esperanza:
IV.- AUN CUANDO NADIE SE INTERESA POR TI.
En los evangelios, en un relato que San Juan nos presenta, dice que: “…hay en Jerusalén, cerca de la puerta de las ovejas, un estanque, llamado en hebreo Betesda, el cual tiene cinco pórticos. / En éstos yacía una multitud de enfermos, ciegos, cojos y paralíticos, que esperaban el movimiento del agua. / Porque un ángel descendía de tiempo en tiempo al estanque, y agitaba el agua; y el que primero descendía al estanque después del movimiento del agua, quedaba sano de cualquier enfermedad que tuviese. / Y había allí un hombre que hacía treinta y ocho años que estaba enfermo. / Cuando Jesús lo vio acostado, y supo que llevaba ya mucho tiempo así, le dijo: ¿Quieres ser sano? / Señor, le respondió el enfermo, no tengo quien me meta en el estanque cuando se agita el agua; y entre tanto que yo voy, otro desciende antes que yo / Jesús le dijo: Levántate, toma tu lecho, y anda. / Y al instante aquel hombre fue sanado, y tomó su lecho, y anduvo” (Juan 5:2-9). ¿Notó usted que en la narración este hombre enfermo dijo: “…no tengo quien me meta en el estanque cuando se agita el agua”? Pero lo importante es que Jesús sí se interesó por la necesidad de este hombre quien durante 38 años nadie se había dignado a tenderle la mano, sino que cada enfermo se ocupaba de sí mismo, y cada familiar de los enfermos daba preferencia a los de su propia familia. Por fin, este hombre halló la esperanza para su salud y vida personal, no en un familiar, no en una persona en su misma condición de enfermo, sino en la persona de Jesucristo quien fue genuino al demostrarle el amor de Dios diciéndole que ni siquiera tenía que sumergirse en el agua del estanque, sino solamente con el poder de su palabra le dijo: “Levántate, toma tu lecho, y anda”, y así sucedió.
Estimado oyente, aun si nadie se ha ocupado de que la vida de usted tenga esperanza, tenga en cuenta que Jesús está disponible para usted ahora mismo. No espere que un familiar, u otra persona se interese por ayudarle a tener una “esperanza bienaventurada!, quizá nunca alguien lo haga, aunque déjeme decirle que hay muchísimas personas que también están dispuestas a ayudarle a encontrar esperanza en Dios. Los pastores y demás de oficiales de esta iglesia, estamos para ayudarle a usted en su vida espiritual.
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Quinto, hay esperanza:
V.- AUN SI USTED NO LO SABÍA.
En el mismo relato del enfermo junto al estanque “Betesda”, podemos observar que esta persona durante sus 38 años de estar enfermo, había acudido allí con frecuencia, y había intentado sumergirse en el agua del estanque, pues le dice a Jesús que “entre tanto que voy, otro desciende antes que yo” (Juan 2:7b). En otras palabras sus esperanzas estaban prácticamente perdidas, que estoy seguro hubieron ocasiones que pudo haber pensado ¿para qué intento ir hacia el estanque pues siempre hay alguien que me gana?. Lo que nunca se imaginó es que un día Jesús vendría personalmente a él a ofrecerle sanidad, la esperanza que este hombre siempre había tenido aunque no en Jesús. Es interesante que la gracia de Dios le alcanzó cuando menos se lo esperaba.
Hoy primer domingo de adviento 2015, quizá no usted no vino buscando esperanza para su vida sino que vino solamente por una mecánica social o religiosa. Quizá usted también no sabía o no tenía claro que hay esperanza y de la buena esperanza para usted, y que es una “esperanza bienaventurada”, con la que hoy usted puede irse de este lugar. Hoy es el día que usted nunca imaginó, es el día en el que el Señor de la esperanza bienaventurada ha querido soprenderle con el regalo más grande que un pecador pueda tener, la salvación de su ser. No importa si usted no lo sabía antes. Hoy puede comenzar a tener esperanza en Dios tanto para las cosas cotidianas del presente como especialmente para la “esperanza bienaventurada” de la eternidad.
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CONCLUSIÓN: Amados oyentes, quien no tenga puesta su esperanza en Dios, lo invito que en este momento tome la decisión de abrir su corazón para dar entrada a Jesús, el Hijo de Dios. Ahora mismo comenzará usted a gozar de los beneficios de la salvación, aunque será hasta el día del regreso de Jesucristo cuando usted recibirá a plenitud cada uno de los beneficios propios de la salvación. Crea usted que Jesús murió por usted, reciba a Jesús como su Salvador, y espere fielmente que él regrese para hacer efectiva para todo creyente los beneficios celestiales y eternos de su gracia salvadora. Recuerde usted que vale más la esperanza bienaventurada que cualquier otra esperanza actual que usted pueda tener. Recuerde usted si muere o si usted está vivo cuando Cristo vuelva, sin haber confiado en él para su salvación, quedará eternamente bajo condenación. No busque esperanza eterna en medios que no sea Jesús el Hijo de Dios, porque fuera de él no hay más que engaño y otras decepciones, menos salvación. Asegure su esperanza en Dios con o sin la ayuda de alguien; es usted quien necesita ser salvo.
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[1] Tomado de la introducción del sermón “La esperanza gloriosa del creyente” de Tony Hancock. http://www.iglesiatriunfante.com/sermon/sermon156.htm
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