MI ESPÍRITU SE REGOCIJA EN DIOS, Por: Diego Teh.

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MI ESPIRITU SE REGOCIJA EN DIOS

Lucas 1:46-50.

Predicado por primera vez por el Pbro. Diego Teh Reyes, en la congregación “Dios está aquí” de Lepán, Tecoh, Yuc; el sábado 19 de Diciembre del 2015, a las 19:00 horas; como sermón del último día de la tercera semana de adviento.

   INTRODUCCIÓN: Una pregunta para los que están en edad de noviazgo y enamoramiento.  Si la persona de quien te has enamorado traiciona tus nobles sentimientos de amor, ¿te enamorarías fácilmente de otra persona?  Quizá no tan fácil, porque comenzarías a sospechar de que todas las personas son como la persona que jugó con tus sentimientos.  Si luego te enamoras de otra persona y te pasa lo mismo, y aun una tercera vez te pasa lo mismo, y entonces alguien te piden que escojas una canción para expresar tus sentimientos, ¿qué canción escogerías? Casi estoy seguro que escogerías la canción “No me vuelvo a enamorar, totalmente para qué, si la primera vez que entregué mi corazón me equivoqué.  No me vuelvo a enamorar porque esta decepción me ha dejado un mal sabor, me ha quitado el valor de volverme a enamorar.  Ya jamás tropezaré, en nadie me fijaré, no me vuelvo a enamorar”.  Solamente si tuvieses aptitudes de poeta, músico, o cantante, y ánimo suficiente, quizá escribirías un poema de tu propia experiencia.

    En la historia de los preparativos de la primera navidad según el relato que nos tiene San Lucas, leemos que María la madre de nuestro Señor Jesucristo, visitó en otra provincia (estado) a su prima Elisabet quien llevaba seis meses de embarazo.  Elisabet no sabía que su prima María también estaba embarazada, pero sucedió que cuando María llamó desde la puerta de la casa de Elisabet, y dio un saludo.  Dos cosas sucedieron que hicieron evidente que María tenía un embarazo extraordinario, sobrenatural, y Divino; lo primero fue que el bebé de Elisabet, que era Juan el Bautista, comenzó a saltar en el vientre de su madre; y lo segundo, que Elisabet fue llena del Espíritu Santo” (Lucas 1:41), y pegó un grito de bendición hacia su prima María diciéndole: “Bendita tu entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre” (Lucas 1:42).  Y con la misma santa emoción le preguntó a su prima “¿Por qué se me concede esto a mí, que la madre de mi Señor venga a mí?” (Lucas 1:43).  Lo importante que ella entendió no es tanto que María sea la madre de su Señor, porque el Espíritu Santo que la había llenado no exalta personas por encima de Dios, sino que se dio cuenta que su Señor (nada menos que Dios), estaba encarnado y humanado en el vientre de su prima María.

   Luego de tan agradable expresión bendita de Elisabet, María también por la llenura del Espíritu Santo, entonó un canto en el que expresó con adoración su sentimiento causado no por una decepción de noviazgo que haya tenido, sino por su satisfacción que ella tenía en Dios al confirmar que ella portaba en su vientre la encarnación nada menos que de Dios mismo.  San Lucas nos relata que: “Entonces María dijo: Engrandece mi alma al Señor;  /  Y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador.  /  Porque ha mirado la bajeza de su sierva; pues he aquí, desde ahora me dirán bienaventurada todas las generaciones.  /  Porque me ha hecho grandes cosas el Poderoso; Santo es su nombre,  /  Y su misericordia es de generación en generación a los que le temen” (Lucas 1:46-50).

   Las palabras de María que escogí de su canto para presentarles este mensaje son las que dicen “mi espíritu se regocija en Dios…” (v. 47), y basado en dichas palabras les compartiré específicamente que cuando una persona se regocija en Dios, tal persona manifiesta actitudes espirituales excelentes.  /  ¿Cuáles son algunas actitudes espirituales excelentes que manifiesta una persona que se regocija en Dios?  /  A través de un sencillo análisis de las palabras de María en su canto, descubriremos algunas actitudes espirituales excelentes que manifiesta una persona que verdaderamente se regocija en Dios.

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   La primera actitud espiritual excelente que manifiesta una persona que se regocija en Dios, es que:

I.- ACEPTA LA SALVACIÓN DE PARTE DE DIOS.

   Dentro de las diversas palabras que María utiliza en su cántico, se refiere a Dios como “mi Salvador” (v. 47).  No hay mayor experiencia que valga la pena gozarse y regocijarse que el ser salvado de un peligro.  Y no hay peor peligro que el ser humano pueda enfrentar que la condenación de su alma y cuerpo en las llamas del mismísimo infierno.   Y no hay peor decepción que pueda uno conocer que uno mismo no puede salvarse de tal condenación, y que tampoco hay cosa o persona alguna de este mundo que pueda solucionar nuestro problema de condenación.  Pero no hay mejor noticia y realidad que pudiéramos recibir de que Dios se constituye en nuestro Salvador.  María estaba tan segura que Dios es su Salvador, pues sin titubeo alguno le llama “mi Salvador”.  Ella no se regocijaba solo por el hecho de que iba a ser madre, y además madre privilegiada por la gracia de Dios, aunque no dudo que también estaba feliz por ello.  Su regocijo no estaba centrado en ella, sino en Dios en quien reconoce la procedencia de su salvación, pues solo cuando uno se regocija en Dios, uno le puede llamar a Dios “mi Salvador”.

   Estimado oyente, si todavía Dios no es tu Salvador, deja que Él lo sea.  Jesucristo el Hijo de Dios, encarnado a través de María, cuando es anunciado su nacimiento a los pastores que cuidaban su rebaño en los alrededores de Belén, les fue dicho que había nacido “un salvador”, que era nada menos que “CRISTO el Señor”.  Creer en CRISTO, que es Dios mismo hecho humano sin dejar de ser Dios, hace que Dios sea tu Salvador “mi Salvador”.  Gózate en que Dios quiere ser tu Salvador para no ir a la condenación eterna que te persigue y te guía derechito al infierno.

   La segunda actitud espiritual excelente que manifiesta una persona que se regocija en Dios, es que:

II.- ADORA EXALTANDO A DIOS.

   Solo en la parte del texto que escogí de su canto para este mensaje, podemos observar cinco palabras que ella utilizó como expresión de su adoración centrada en Dios.

   La primera palabra que usa para adorar a Dios es: “Señor”, al cantar “Engrandece mi alma al Señor;” (v. 46).  Ella tenía a Dios como el Señor de su vida; es decir, era una mujer que tenía un alto grado de conciencia de obedecer a Dios antes que a los hombres.

   La segunda palabra que usa es “Salvador”, al cantar “Y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador” (v. 47)Estas palabras indican que el regocijo de esta bendita mujer estaba basado en una experiencia personal con Dios, pues no le llama ‘el salvador’ sino “mi Salvador”, lo que hace evidente que sin duda le había salvado de diversas malas experiencias cotidianas.  También es una indicación de que ella esperaba que Dios sea su salvador de la condenación que debería ser segura para todo hombre y mujer.

   La tercera palabra que utiliza para adorar a Dios es “Poderoso” cuando dice: “Porque me ha hecho grandes cosas el Poderoso (v. 49a), lo cual es un reconocimiento de no solo una sino de diversas experiencias favorables y humanamente imposibles que ella había experimentado en su vida infantil y juvenil.

  La cuarta palabra que utiliza para adorar a Dios es “Santo”, pues ella exclama diciendo: “Santo es su nombre,” (v. 49b).  Estar consciente de que Dios es santo, ayuda a que cualquier ser humano tenga temor a Dios y no peque contra él y en consecuencia sea más obediente, y así era María.

  La quinta palabra o frase es cuando menciona “su misericordia” (v. 50), indicando correctamente que “…su misericordia es de generación en generación a los que le temen” (v. 50). Reconocer de Dios “su misericordia”, indica que tal persona vive agradecida a Dios porque le está proveyendo de bendiciones tanto espirituales como materiales para su vida, sin que uno lo merezca, y así era María.

    Todo lo anterior, nos revela la calidad de vida espiritual que tenía esta mujer que fue electa por Dios para ser la madre de la encarnación de su Hijo Jesús, como un resultado de regocijarse en Dios, regocijo que se hace evidente siendo no una adoradora ocasional o eventual sino fiel y constante.

   Entonces, amados hermanos, concluimos que cuando una persona se regocija en Dios, la evidencia es que tal persona lo demuestra constituyéndose en adorador de Dios.  Por eso, mis amados hermanos, les animo a seguir regocijándose en Dios como María, siendo fieles adoradores de Dios.

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   La tercera actitud espiritual excelente que manifiesta una persona que se regocija en Dios, es que:

III.- VIVE CON HUMILDAD ANTE DE DIOS.

   Ahora observemos que María testifica que una razón para regocijarse en Dios es: “Porque ha mirado la bajeza de su sierva;” (v. 48a).  Ella se describe como “bajeza”, lo cual no tiene nada que ver con la estatura, sino con su personalidad comparada con la de Dios, y con su humildad comparada con la de la gente de carácter altivo.   Su comparativo no tiene la finalidad de ofender su dignidad humana, sino de exaltar la dignidad Divina a quien le corresponde el título de alteza, tratamiento propio de un soberano.  Para ella, Dios es el Soberano delante de quien se debe vivir con humildad, y se gozaba que Dios sea el Soberano, y ella solamente una súbdito del reino de Dios.

  Si hay algo que debe motivarnos a vivir con humildad delante de Dios es el conocimiento de nuestra naturaleza pecaminosa ante un Dios infinitamente santo.  No somos unas palomitas blancas a los ojos de Dios.  Somos culpables de pecado, y no nos conviene comportarnos altivamente delante de Dios como si ser pecador no fuera una ofensa a su Divina Soberanía.   En cambio, a los que se comportan con humildad hay un trato favorable para sus vidas, pues se dice de ellos que Dios “pone a los humildes en altura” (Job 5:11), “exalta a los humildes” (Salmo 147:6), “hermoseará a los humildes con la salvación” (Salmo 149;4), “a los humildes dará gracia” (Proverbios 3:34), y “consuela a los humildes” (2 Corintios 7:6).  Por eso María fue bendita entre todas las mujeres (cf. Lucas 1:42).

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   La cuarta actitud espiritual excelente que manifiesta una persona que se regocija en Dios, es que:

IV.- VIVE AL SERVICIO DE DIOS.

   Cuando María testifica en su canto que Dios ha mirado “la bajeza” (humildad, y todo lo que conlleva la expresión “bajeza”) de ella, al mismo tiempo se declara “su sierva”.  Y ser “su sierva” era para ella no una experiencia ocasional, sino que desde antes había sido una evidencia más de su regocijo personal en Dios.  Unos tres meses atrás, cuando María recibió el anuncio del ángel de que ella era la elegida de Dios para ser la madre del Ser Divino que se llamaría Jesús, ella le había dicho al ángel: “He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra” (Lucas 1:38).  No solamente sabía que Dios es el Señor (cf. V. 46b), sino que fue congruente entre lo que sabía y creía de Dios con su actitud de declararse “su sierva”.

   Aceptar ser “sierva(o)”, no significa considerarse como un empleado que busca sacar beneficio de su patrón que lo emplea, sino significa entrar en una relación de esclavo(a) de la persona que se tendrá como “Señor”, cuya responsabilidad es servir sin esperar ni siquiera un solo beneficio a cambio de su servicio.  Para María, ser esclava de Dios, no fue una imposición establecida ni por parte de la religión ni por parte de Dios mismo, sino que fue para ella una decisión voluntaria, pues cuando una persona se regocija en Dios, se convierte en alguien que también sirve a Dios de manera voluntaria y con todo su empeño.

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   CONCLUSIÓN: Amados hermanos, al igual que María, debemos regocijarnos en Dios.  No medio regocijarnos.  Tiene que ser un regocijo total.  También tiene que ser un regocijo profundo, que se da no por imitación de una sonrisa, pues debe darse en el espíritu de una persona, pues es allí donde se establecen las actitudes que evidencian si Dios es el fundamento del regocijo de una persona.  Cada actitud que demostramos hace evidente qué es el gozo real de nuestra vida.  Cada actitud negativa y pecaminosa que manifestemos hace evidente que Dios no es el fundamento total de nuestro gozo.

   Si usted se regocija en Dios como María, acepte y deje que Dios sea su salvador; adore la naturaleza, persona, nombre, y atributos de Dios; viva con humildad ante Dios, recordando primeramente que Dios es Soberano, y usted solamente un pecador más; y viva solo para servir a Dios.   Si usted no hace alguna de estas cosas, es muy probable que usted no se está regocijando en Dios.  Regocíjese en Dios, y demuestre con sus actitudes que usted se regocija en Él.

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